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Como si se tratara de otra historia, los tristes vestigios de la contingencia ambiental se quedan en recuerdos desairados de medidas preventivas y transporte colectivo gratis. Por fortuna, el sol sale para todos. El cierre de la extensa gira Monarca de La Gusana Ciega llegó a la Ciudad de México con la garantía que la agrupación siempre ofrece a su fiel y amplio circulo de fans, un show con muchas sorpresas, alegría y buena vibra.
Con el reloj marcando las 8:46 p.m., las luces se fueron y dio inicio el primer acorde de “Tornasol (Vuelves a Ser)” desatando el jubilo de los asistentes. La banda capitalina conformada por Daniel Gutiérrez, Lu Martínez y German Arroyo ofreció una cátedra musical que reafirma su fortaleza e importancia en la escena nacional. A su vez, la energía desbordada por cada uno de ellos contagió a todo el recinto que fue ocupado a su máxima capacidad.
Con las ganas enclaustradas de saltar (un lujo que sólo los ocupantes de la sección más cercana al escenario se pudieron dar) el público permaneció de pie a lo largo de toda la presentación, coreando canciones como “Celofán”, “San Miguel”, y las infaltables “No Puedo Verte” y “No Me Tientes” recrearon una lluvia de estrellas conjugada en luces de teléfonos celulares.
La solidez de un setlist equilibrado en cuanto a la selección de los temas preferidos por cada álbum resultó ser explosivo y dinámico para el beneplácito de los fans que, a su vez, disfrutaron de una acústica impecable ya característica del coloso de Reforma. Como consecuencia, piezas como “Me Puedes”, “Más Grandes” y “Conejo En El Sombrero” fueron disfrutadas con una fantástica calidad sonora.
Por si fuera poco, un séquito de invitados especiales ofrecieron buenos momentos de asombro y versatilidad. Encabezados por Roger Dávila que acompañó a la banda durante todo el concierto, el virtuoso Alonso Arreola, Mon Laferte, Vince de Los Los Rebel Cats, Luis Humberto Navejas y Paco Huidobro dieron una buena muestra de frescura aderezada con la calidez en sus aportaciones.
La gente sale del venue contenta, eufórica, satisfecha. El reflejo de sonrisas grandes, tanto el niño que asistió a su primer concierto esa noche, como el chico que recordó cuando escuchó Merlina en 1996, el placer es el mismo: como aquella duplicidad que La Gusana Ciega sigue dándole a su gente.
Y pese a que muchos de nosotros la pasamos mal en estos días de afligida contingencia, reafirmo que el sol sale para todos, y quizás La Gusana tenga razón en su verso y nos recuerde que podemos ser más grandes que el amor, inmunes al dolor.