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La globalización ha hecho de la cultura un estado más bien fluido de referencias, sin pertenencia o historia individual son cada vez más extrañas las expresiones que nos devuelven esa sensación de espíritu compartido, ya no solo como país sino como hijos de una misma lengua. Bandas como las que ayer por la noche resonaron entre las paredes del Indie Rocks! nos hacen sentir, aunque sea por un instante, aquello que corre por nuestras venas abiertas.
Aldo Asenjo y compañía se encargaban de romper la atmósfera de stand by dejando caer los primeros acordes de “Tiemblan los Bares” sobre los asistentes. Pasando del folklore en los rasgueos a explosiones de sonidos festivos; guitarra, sintetizador, bajo, batería, saxofones, trompeta, percusiones y hasta un cilindro de gas usado como cencerro eran sólo algunos de los elementos con los que La Floripondio desfilaría a lo largo de su set.
“Vacunaska” seguida de “Inga” reventaban apelando a la volatilidad de los escuchas, culminando en un respiro de aire reggae en “Y Es de Día”. Las altas y bajas entre conmociones de ritmos latinos y reliefs sincopados seguirían durante toda la presentación encontrando un segundo descanso más que memorable con “Fiebre Sudamerican Style”, hilada a “Twingo” y “7x7”.
Para este punto el torrente de estilos presente en la música de La Floripondio daba una cátedra de evolución sonora; del swing frenético en flashazos big band de Nueva Orleans al más puro ska jamaiquino, pasando por rítmicas africanas, destellos de batucada e influencia caribeña. Sentíamos el sonido sudamericano atravesando nuestros cuerpos para reencarnar en todas y cada una de sus vidas pasadas.
Los chilenos cerrarían en nota alta con “Tsunami… Las Raíces”, “Nunca Fuimos Tan Caribeños” y “Dime Qué Pasa”, reventando las sensibilidades del público en un popurrí de disparos percutivos directo a las entrañas. El silencio del intermedio duraría a penas nada cuando sonidos de marimba, congas y bajos tropicales, cortesía de Son Rompe Pera, asaltaron la parte trasera del recinto, irrumpiendo en un blast de cumbia que daba nuevo aire a las festividades dentro del foro.
Tras poco menos de media hora sumergidos en melodías colombianas un aura de mística hard sound cubriría el escenario de la mano de Los Cogelones, abriendo con una banda de guerra en oleadas de instrumentación eléctrica y autóctona, destacando el uso del huehuetl, teponaztli y distintos tlalpitzallis.
“Bienvenidos sean sus rostros y corazones a este lugar donde habitualmente se le canta a la gente. Saludo a todos mis hermanos del camino rojo, a todos mis hermanos del camino del arte y a todos mis hermanos que no quieren ser mis hermanos”, compartió el baterista dando inicio al ritual de rock mexica que estábamos a punto de presenciar.
La estridencia de “Yaotecatl” terminaba de introducirnos a la cosmovisión del quinteto de Neza entre influencias de rock urbano y herencia náhuatl, resultando en una amalgama de sonidos profundos con chispazos de psicodelia, post punk y hasta kraut rock. “Mexica” nos transportaba al corazón del mexicáyotl (esencia de lo mexicano), llenándonos de impulso a base de ritmos constantes y acentos en trompeta que encendían la masividad de los asistentes.
El concierto alcanzaba uno de sus puntos más altos al tronar de “Danza de Sol” para seguir en un declive intenso hasta “Los Cogelones” dejando correr el encore a cargo de “Nubes Grises”. No había ninguna distinción, éramos la tierra que nos dio la vida para morir mirando al Sol y, aun cuando el sonido hubiera cesado, el sentir de hermandad nos quedaba por debajo de la piel.