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Noche de amor, de celebrar la amistad; una noche fría, nostálgica y lluviosa albergó anoche en el Teatro de la Ciudad el regreso a los escenarios mexicanos de la tijuanense Julieta Venegas, quien en los últimos años ha residido en la ciudad de Buenos Aires, con su show íntimo que ya nos había adelantado en la plática que tuvimos con ella sobre este show, la obra y disco homónimo, La Enamorada.
Antes del concierto, el recinto se mantenía en silencio y llamó mucho la atención ver a familias completas, niños y niñas, además de diversidad sexual con parejas homosexuales de ambos sexos y hasta personas de la tercera edad. Con aforo a medio llenar aún, el cantante Israel Ramírez, oriundo de Iztapalapa y fundador del proyecto Belafonte Sensacional caminó reacio, incluso cabizbajo, para abrir el show que todos aguardaban. Comenzó recitando un monólogo al estilo chilango, donde aseguró que "ser hijos de Dios es ser hijos de nadie". Su talento, para quienes no le conocían, sorprendió y al final se llevó varias ovaciones; sin duda, cautivó y entretuvo con la onda de folk mexicano a la que se le acuña.
La hora por fin llegó y la vieja conocida, la gran Julieta apareció en el escenario, portando un vestido rojo, elegante e íntimo, digno del espectáculo que así nombró; directo al piano, comenzó interpretando “Ilusión”, uno de sus clásicos. Fue así que anunció que la obra La Enamorada llegará a los escenarios mexas del 2 al 5 de abril; aquí presentó algunos de los temas que compuso para el proyecto. Para introducir “Amores Platónicos”, la reina del acordeón habló del amor, aludiendo al día, y aseguró que no hay amor sin desamor; como dato curioso, hubo un hermetismo particular para grabar y tomar fotos, un evento controlado por los encargados del recinto.
Tras una anécdota sobre su niñez, compartió su apoyo a la igualdad, en la que reitera que el amor no viene en un solo paquete y que celebra el amor homosexual, heterosexual y pansexual; ya una costumbre en sus presentaciones, utilizó su aporte de lenguaje inclusivo anunciando el ‘hola a todxs’ e introdujo su versión de “Canta, Canta, Canta”, de José Alfredo Jiménez. Dijo que pensando en él y en Juan Gabriel, otro autor de canciones de desamor, se inspiró para crear “Despechada Mexicana”, una composición que habla sobre el amor propio.
La cantante se paró sola al escenario e iba de un instrumento a otro, fue así que cantó “Debajo De Mi Lengua” y “Una Respuesta”, donde presume su habilidad para cantar rancheras. Los fans que la siguen desde Tijuana No! disfrutaron otra de las de antaño con “Casa Abandonada”, de sus años más oscuros. Un momento innovador se dio cuando tuvo un invitado a leer el poema Sola, que ella acompañó a recitar con melodía.
Insistiendo en que la mujer no puede continuar débil y marginada, presentó la canción “Déjenla Dormir”, que expresa los derechos de la mujer para el aborto libre, en la autonomía de su propio cuerpo y dijo que debemos reconstruirnos. Luego, “Esta Vez”, un poema musicalizado de un amigo suyo en Tijuana y después, un ensamble mixto para cantar “Volver A Empezar” y “Andar Conmigo”, una de las más coreadas y aplaudidas, aún en compañía de sus invitados.
Cerraba ya la noche y escuchamos “La Despedida”, que no era nada más que un preludio; vinieron las más populares como “Lento” en el acordeón y, pareciera mentira, pero parecía haber destellos de tango argentino; “Mis Muertos” es una canción que compuso basada en la tradición Mexicana de esas fechas, con la idea de que ellos siempre viven en la memoria. Una reversión muy a su estilo de “Se Me Olvido Otra Vez” de Juan Gabriel, que le recordó a México durante este tiempo que radicó fuera.
Cerró con “Eres Para Mí” y “Me Voy”, de sus más grandes éxitos; el encore de manera sorpresiva fue “De Mis Pasos”, una de sus primeras canciones y “Limón y Sal” de su disco más popular que lleva el mismo nombre.