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“Algo que tenemos en común” todos los que fuimos testigos del primer concierto de Juan Cirerol en el Lunario del Auditorio Nacional es esa curiosidad incesante de lo atípico, lo palpitante del punk norteño, lo intravenoso de los poemas que narran sus vagancias; adicción a lo natural, a la no pose, a lo carismático y romántico que reina en su carácter. Todos los ahí presentes, los adeptos de un SOLD OUT efusivo, tienen en común la nostalgia del (des) amor, del acontecer social y político, las ganas de gritonear, de balbucear corridos, de contonearse al ritmo de un Juan Cirerol ahora acompañado por su Cire band, el sueño que siempre quiso palpar. Aún vienen esos flashbacks de hace unos seis o más años, cuando Martín del Prado le hacía segunda en la guitarra y tocaban en Nrmal o en El Alicia. Ahora todo está en su lugar. Cirerol no se desaparece, Cirerol está presente, sí señor.
Clavando bien la mirada en sus fans, les decía “I Love You”, y todos le hacían los coros, no había ni un verso incógnito, todos cantaban con Cirerol, el artista que no necesita acto abridor para presentar un gran show, con pretexto de su reciente EP En los días de música triste.
Cuando grabó Todo Fine se le cumplió tener una banda de acompañamiento, así que “La Florecilla” ya no fue al unísono de guitarra y armónica. Claro que el sonido fue más robusto, pero el cachanilla elevaba su voz carrasposa y nos hizo recordar cuando deambulaba por el extinto D.F. y se valía únicamente de sus dos recursos favoritos (además de la cerveza y uno que otro cigarrillo).
“Se vale soñar”, se vale hacer lo que uno quiera, ser un poeta punk, escribir andanzas y cantar retorciendo la boquita, soltar unos aullidos de dolor, escupir las letras malditas, romper las cuerdas de una guitarra, cambiar el orden para complacer a un grupo de fans con el corrido “El combinado”, se súper vale besar de piquito a todas las morritas que son sus fans, como Andrea, que subió al escenario a cantar “Si, si” en compañía del cachanilla y dedicarla al “Rafitas”. ¿Es la rola más longeva y romanticona de Cirerol? La respuesta es: Sí, sí.
Se vale soñar que un día llegarás más lejos de lo que podías imaginar en tus alucinantes borracheras, en tus soledades lejanas; se vale tener talento y agallas para salir adelante, se vale ser Juan Cirerol y decirle a todo el mundo lo que piensa de los demás, sin ataduras (cero miedo, viejo), ni poses, ni paradigmas de nuestro rock.
Interminables “Olé, olé, olé, olé, Cirerol, Cirerol” interrumpen cada momento, “Trucha (s) porque no hay tiempo” para demostrarle al oriundo de Chicali que es un canijo, que se le admira y se le quiere, porque su lenguaje ha sido lo más punk que han escuchado en diez años en este país que se consume, se agrieta y se pulveriza, como las drogas, como el gobierno y tenemos “Vida de perro”, “Piso de piedra”, “Rostros vendidos” y “Noches de prisa” como la de ayer, en la que quedará una huella en los corazones cireroles.
Tres trancazos de encore: “Hey soledad”, “Eres tan cruel” y “Metanfeta”, las canciones que lo catapultaron en el gusto de la gente. “Muchas gracias por estar aquí, esto es gracias a ustedes, los amo a todos”, fueron las palabras que repetía una y otra vez con nerviosismo y brillo en los ojos. Todo fine, larga vida a Cirerol.
Setlist: