
02/Abr/2014
Uno de los pilares de la canción de protesta (de los que nunca claudicó o soltó la toalla) por fin llegó a nuestro país; Joan Baez se presentó por primera vez en nuestra país frente a un Teatro Metropolitan a poco más de la mitad de su capacidad, en lo que será recordado como un concierto del que, aquellos pocos presentes, sin duda esparcirán la voz como algo “legendario”.
En el cierre de su primer gran gira por Latinoamérica, la nativa de Nueva York y alguna vez pareja sentimental de Bob Dylan trajo consigo un guitarrista de apoyo y un percusionista que apenas fungieron como mero acompañamiento para sus dos herramientas de trabajo: su guitarra y voz, con los que por momentos sin alguna otra compañía, generaba un peculiar ambiente de intimidad que era rápidamente quebrantado por dispersos e impertinentes gritos de aquellos que pedían canciones.
Joan, con una sonrisa y un español luchado pero honesto, agradeció y narró un poco de lo que se ejecutaría en escena. Con una voz que parecería no sufrió inclemencias del tiempo a comparación de Cohen o Dylan, interpretó sus versiones clásicas de “House of the Rising Sun”, “Farewell Angelina” y “Swing Low, Sweet Chariot”, más canciones tradicionales en español como “De Colores”, “Gracias A La Vida” y “La Llorona”, siendo acogida con aplausos y gritos más que apabullantes.
Si bien el quórum era primordialmente gente de la tercera edad creando un
panorama un tanto surreal para aquellos que apenas llegamos a los veinte, es de remarcar su atención, pasión y entrega para un concierto que se ve y se siente ya cada vez menos.
Por una sola noche las butacas albergaron realmente a una sola persona, unida por la música y sonriente por la gracia y dicha de estar frente a una eminencia de la canción. Conciertos así, pocos.
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