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El Festival The End, que tuvo su primera edición el pasado viernes, nos da muestra de cómo no es necesario que el público esté totalmente conectado por la música para que el festival resulte exitoso. Hacemos mención a ello, pues, como es común en los festivales, ya sean masivos como el Vive Latino o emergentes como The End, las bandas que tienen programado su set antes que la banda principal suelen enfrentarse a un público mínimo, indiferente y hasta grosero.
El festival inició sus actividades unos minutos después de las siete de la noche con la aparición en el escenario del dúo Jack & The Ripper, un set con mucha energía que daba un buen inicio a las actividades del festival. Sin embargo, fue escaso el público que llegó temprano al venue y pudo disfrutar de una serie de distorsiones de guitarra interesantes que daban muestra de que la psicodelia no tiene que ser cosa del pasado. Su presentación de poco más de 30 minutos era un buen augurio musical para la jornada que apenas iniciaba, el público indiferente –que en su mayoría permanecía en el exterior del foro- era la contracara de lo que ocurría en el escenario.
Las Pipas de la Paz fueron los encargados de continuar la celebración garage-psicodélica. Con mucha energía, su selección musical fue la primera que logró sacar de su letargo a los asistentes: bajo, guitarra, batería conectaban con el baile de los espectadores, y por ello lograron conectar el sonido clásico del garage con melodías de balada dignas de compartir con la pareja. En un abrir y cerrar de ojos el turno de “las pipas” sobre el escenario terminó, la gente poco a poco abandonaba la sala para refrescarse y esperar el siguiente acto.
El ambiente general parecía haber mejorado, un poco más de gente había ingresado al lugar y The Broccolis, vestidos elegantemente –como siempre- tomaban su lugar para llenar la sala de un sonido más seco y directo que el acto anterior. El grupo propuso un concierto donde la atención giraba en torno a la música y escasamente a la relación con el público, tal vez eso provocó de nueva cuenta que el ambiente fuera tedioso, como si no se estuviese disfrutando lo que se escuchaba y se dispersara la atención hacia la banda. The Broccolis cumplió y cumplió muy bien, hicieron lo que saben hacer, sólo esta noche el público no quiso compenetrarse con ellos.
Llegó la tercera llamada para Los Headaches, la sala ya competía con el exterior en cuanto a cantidad de gente, ello ayudó mucho a la banda para re-conectar al público con la música. La necesaria relación músico-público volvía a hacerse presente en The End y con un sonido duro la agrupación movió los cuerpos de los asistentes alocadamente. Contrario al nombre, el dolor de cabeza no se hizo presente este día, protagonizado por los guitarrazos al ritmo del cuerpo humano. La esperanza de que el festival lograra el cometido de agradar a los asistentes volvía a renacer.
Has a Shadow fue la banda encargada de preparar el lugar para el acto principal, o mejor dicho, para el segundo acto principal. Su autodefinido “garage psychedelic darkgaze” resume la finalidad del evento, logrando demostrar que la escena mexicana posee proyectos de gran calidad más allá de la música de corte comercial. Un set potente pero con entramados musicales finamente tejidos por cada uno de los miembros de la agrupación logró conectar al público con la música, demostrando que muchas veces no es necesario un coro pegajoso para lograr unirse al sonido, disfrutarlo y, lo más importante, vivirlo.
Minutos antes de la medianoche hizo su aparición la banda que había funcionado como catalizador de The End. The Shivas llegó al escenario con una sala que logró su mayor aforo justo en el momento de su aparición.Describir la música de The Shivas es hacer un recorrido por la música norteamericana de los años 50-60-70 pero no por ello suena anticuado, sino todo lo contrario, logran utilizar estas décadas, reconfigurándolas para el siglo XXI. La expectativa de verlos en vivo se quedó corta desde la primera canción, pues demostraron la maestría para manejar sus instrumentos, y así, lograr la configuración de paisajes sonoros que cambian a cada instante. Su mezcla de géneros musicales los dotan de un sonido propio y, por ello, todo el setlist -de casi 20 canciones- no dejó de sorprender a los asistentes en ningún instante. Al final, ellos eran los invitados de la noche y llevaron al público asistente a un viaje musical sin dejar su lugar; asistieron por la música, sobre todo por la de de The Shivas.
The End llegó a su final, 6 horas de música que nos dejan un buen sabor de boca y con ganas de saber ya de su segunda edición. La organización y el talento que se presentó fueron excelentes, pues cumplieron con su trabajo de traernos una gama sonora nacional que giraba en torno al sonido de The Shivas. El público. a pesar de que al final de la noche se entregó a la banda principal, debería reconsiderar su papel dentro de la escena nacional, pues su comportamiento pone de manifiesto que muchas veces se es injusto con proyectos por el simple hecho de ser mexicanos.