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Si había caído un inclemente aguacero a meros minutos antes de empezar el recital de Father John Misty, uno de los cantautores más inquisitivos y sardónicos en años recientes, seguramente era el catalista perfecto para entrar en ánimos torrenciales y solemnes. Después de todo, su música puede encontrarse cómodamente sonorizando un bar solitario y mugriento inundado de neón; un paseo romántico en carretera o una tarde justamente como la de ayer, visto tras una ventana desde la comodidad del hogar… o presenciado en un recinto del nivel de El Plaza Condesa.
Sí, hubo dolencias y tarareos con sentimiento, tal como uno podría esperar de un concierto de J. Tillman (el alter ego para el mundo real de Misty). Sin embargo, los que ya lo habían presenciado en vivo y los neófitos que venían a su iniciación quedaron pasmados con la energía, flexibilidad y porte que exhibió Misty canción tras canción, sin importar que fuera un lamento cínico ("Please Don’t Die") o un número rockero (“Date Night”).
Pero me estoy adelantando. Como aperitivo de la celebración, subieron Carla Sariñana y el resto de sus cómplices musicales bajo el nombre de Silver Rose. Saliendo un poco de la línea de su otro proyecto, Ruido Rosa, Sariñana le da infusiones con sabor intenso de shoegaze y dream pop a las canciones de Silver Rose, provocando una capa llena de energía y sombras que intrigaron a los que llegaron la tarde/noche de ayer con puntualidad inglesa. Temas como “Crimen”, “Sueños de Amor” y “Take Me Home” fueron bien recibidos por el presente que ya llegaba con la noción de recibir madrazos de romance, y sin duda será un acto que veremos destacando más seguido.
Poco después de las 21:00 H. Misty subió, con traje blanco clásico, camisa con patrones abstractos y su emblemática melena larga con barba, a ofrecer misa a todos aquellos con un corazón en busca de cura. Junto a otros nueve músicos que incluían secciones de viento y sintetizadores, Misty inició esa memorable noche con “Nancy From Now On”.
Era sorprendente el ver entre la multitud como una figura como Misty ha rebasado el culto para volverse ya un nombre habitual entre los fanáticos del rock alternativo, o hasta el pop más clásico. Aunque elocuentes y laberínticas, sus letras fueron coreadas verso por verso por los asistentes, incluyendo “Only Son of the Ladiesman”, “Disappointing Diamonds Are the Rarest of Them All”, “I’m Writing a Novel” y “Total Entertainment Forever”, esperada entre todos solo para escuchar la parte en donde presume acostarse con Taylor Swift todas las noches en un visor virtual.
Aunque de pocas palabras, Misty se expresa más por su gracia, elegancia y dominio del escenario, al mismo tiempo que su tenue voz no pierde nunca el hilo ni el sentimiento. Esto se evidenció en la austera y teatral “Bored in the USA”, con la que confesó: “se siente muy raro cantar esta canción en este país. Pero el personaje del que hablo solo se ha vuelto más repulsivo a través de los años. Ustedes lo saben muy bien”. Mismo caso con “Hangout at the Gallows”, en donde mostró un lenguaje corporal libre y fluido junto a las letras fuertemente políticas y acusadoras. Me recordó un poco a Stop Making Sense, el icónico documental de Talking Heads, excepto que aquí sí le queda el saco, tanto en sentido literal como figurado.
El virtuosismo de su extensa sección de acompañantes dio también gala de sus talentos con los temas que conllevarían al cierre, como “Pure Comedy”, “God’s Favorite Customer” y el himno “I Love You, Honeybear”. Misty se veía más efusivo, menos serio (quizás por la temática de las canciones) y dispuesto a hacer que el respetable se rindiera a sus pies como tributo, cosa que estuvo a nada de suceder.
Posterior al tradicional descanso y las peticiones del público para escuchar más temas, Misty y sus acólitos regresaron recargados para ofrecer un combo poderoso de humor negro, cursilería, cacofonía sensual y rock sucio con “The Palace”, “Real Love Baby”, “Holy Shit” y “The Ideal Husband”. Fue como un pequeño paso de cuatro temas por todo lo que representa su discografía, cosa que deberían hacer todas las bandas en vez de reservarse solo “las más famosas”.
Aunque esa noche El Plaza no tenía la calibración tan adecuada para el audio, característica por la cual es conocido y recomendado por los melómanos citadinos, la vibra general entre todos los barbones formales, las chicas elegantes, los nerds musicales, las parejas y los amigos de tragos fue de euforia, redención y bienestar. Justo como debe terminar cualquier ritual. Sumado a una cuidadosa selección de repertorio, un juego de luces dinámico y experimental y músicos excepcionales, todo embonó para convertirse en una auténtica experiencia religiosa, como de la que cantaba Enrique Iglesias. Amén, Father John Misty. Que siga predicando para todos aquellos con el alma perdida.