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Grizzly Bear: EXPECTATIVAS CUMPLIDAS (Y REBASADAS)

Grizzly Bear: EXPECTATIVAS CUMPLIDAS (Y REBASADAS)

Editorial
Majo @majolona

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01/Feb/2013

Detalles
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Aunque no estaba de acuerdo en que, debido la falta de consonancia entre géneros, Los Cojolites fueran teloneros de Grizzly Bear, me olvidaba que siempre es emocionante escuchar música popular mexicana sean las circunstancias que sean.

Pese a que la ecualización del sonido no tuvo la suficiente contundencia, no le restó a las jaranas y leonas de Los Cojolites su fuerza. La calidez jarocha y el zapateo provocaron que entre el público algunos menearan torpemente los pies, deseando bailar debidamente canciones como “La Bamba” o “El Coco”, piezas tradicionales que ejecutaron en conjunto con sones de su autoría. Cuando el conjunto se despidió, al Auditorio BlackBerry comenzaron a llegar más personas; famosos, adultos modernos y jóvenes con cerveza en mano que aguardaban con ansiedad. Los neoyorkinos aparecieron en el escenario a las diez con treinta minutos.

La corta discografía de Grizzly Bear no fue impedimento para que pudieran mantener el concierto en un permanente punto álgido. Suele suceder que en vivo se desmienten los trucos de estudio y las bandas pierden un poco de sustancia, en este caso no fue así. Las grabaciones de Grizzly Bear son excelentes, y en vivo son mucho mejores.

Comenzando la noche con “Speaking in Rounds”, corte de su nuevo disco Shields, los perfectos arreglos corales, la distorsión de las guitarras y los sintetizadores oportunos confirmaron la existencia de todo lo que un fan había pensado de Grizzly Bear. En “Sleeping Ute”, la impecable y casi onírica voz de Daniel Rossen hizo que más de un parlanchín del público guardara silencio. En “Cheerlander”, así como en “While You Wait For The Others”, la batería de Chris Bear tuvo su debido protagonismo; una batería limpia que en su aparente sencillez, encierra movimientos intrincados. La elección de canciones que podrían decirse “no tan famosas” no es un gesto extraño en una banda tan libre como Grizzly Bear, tales fueron los casos de “Lullaby”, del disco Yellow House, o la mención al rarísimo Horn of Plenty con la canción “Shift”.

“A Simple Answer”, en lo personal, me parece la canción más bella del Shields y fue sorpresivamente unida a “Foreground”, una de las canciones más estremecedoras de su repertorio, haciendo de ese momento de los mejores del concierto. Si Daniel Rossen posee una voz profesional, Ed Droste conmovió, cantando con técnica y con entrañas.

No podía faltar “Yet Again”, canción que demuestra que las cualidades de las guitarras en la música actual no han desaparecido. La armonía vocal es una constante en su música y la desplegaron con la sensual “Two Weeks”, coreada e incluso bailada por algunos de los asistentes. “Ready, Able”, un clásico desde su aparición, no fue tocada como el single complaciente, sino como la obra densa que es. Gracias a “What’s Wrong”, se le aplaude a Chris Taylor como músico y por sus trabajos como productor. Los arreglos y la tensión de ésta son inigualables.

Muy pocos tienen la habilidad de subir el tono de un concierto de por sí fuerte, muy pocos saben tomar de las solapas al público de por sí eufórico y sacudirlos para que no quede ninguna duda, ninguna inconformidad. Grizzly Bear lo logró cerrando con las enormes “Knife” y la acústica “All We Ask”.

La complejidad de su música estuvo balanceada con carisma. Ed Droste es un hombre muy simpático que supo congraciarse con sus espectadores. Quienes decidieron olvidarse de la banda y charlar a un lado de la barra del BlackBerry, se perdieron de uno de los conciertos que, podemos decir de una vez, es de los mejores del año.

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