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Él Mató a un Policía Motorizado en SALA

Él Mató a un Policía Motorizado en SALA

Detalles

Organización

Producción

Ambiente

Lugar

SALA

Artista(s)

Fotos Paola Baltazar

Bajo luces palpitantes y emotivas: Él mató a un Policía Motorizado.

En el escenario la banda argentina comenzó el recital con su honestidad musical por delante. Santiago Motorizado (voz y bajo) con su particular mueca para alcanzar las notas más altas, como si estuviera a punto de llorar, con los pliegues de los labios hacia abajo y la boca abierta, arrancó bien en su sitio, liderando al resto del equipo: Doctora Muerte (batería), Pantro Puto (guitarra), Niño Elefante (guitarra), Chatrán Chatrán (teclados) y el no tan nuevo integrante: Lalito (percusiones).

Las primeras tres canciones: “El magnetismo”, “La síntesis O'Konor” y “La noche eterna” (estás dos últimas de su más reciente disco) salieron tibias y fueron minutos lentos, como si la bestia sonora tardara en despertar. Y es que lo sabemos, un concierto se compone de la banda, el público y el lugar donde estas dos partes se encuentran. Por un lado, fueron necesarios varios minutos para que la banda entrara en calor; el público, se confirmó, en su mayoría está compuesto por nuevos seguidores que conocen bien el más reciente LP La síntesis O’Konor, pero que en canciones como “Terrorismo en la copa del mundo” se apagan, no solo porque son temas desconocidos, sino porque es un sonido distinto al Él Mató que están acostumbrados. Y SALA, que uno no termina por entender si es un acierto que la pista tenga escalones largos, porque sí, permite que todos vean bien, pero resulta difícil bailar –uno de los objetivos que el público tiene al ver en vivo un grupo de rock–.

En el cuarto tema, “El baile de la colina”, ya público y banda entraban en sintonía. Las guitarras distorsionadas, sello de la casa, lograron tejer un puente con las ganas más profundas de bailar (como se pudo) y la voz de Santiago, que mejoró. El juego de luces, sencillo pero bien armado, fue clave para complementar las emociones nacidas en la música y en las letras. Luces que acompañaban ciertos ritmos precisos, como se mostraron en “Día de los muertos”, pero también en “Amigo piedra” y “Chica de oro”.

La canción más coreada fue “El tesoro”, tema en el que la banda no aflojó. Él Mató ya estaba bien metido en su mundo, siempre con la intención de dejar entrar a todo aquel que asistió a verlos. Aquí ya sonaban a un conjunto experimentado pero siempre en constante búsqueda. Pasadas 15 canciones, la bestia musical, el espíritu punk y el talento de cada integrante, llevaban rato palpitando bajo esas luces. En “Mujeres bellas y fuertes” incluso hubo una sorpresa para sus más expertos seguidores, pues Santiago, que a veces cargaba su bajo como a un peluche y otras como a un rifle, hizo sutiles cambios al fraseo para entregar uno de los temas más redondos.

Se fueron a un descanso con sonido de sirenas, ahí, manteniendo la tensión que habían logrado no de manera fácil. Volvieron al escenario en la línea de seguir entregando todo, y en “Fuego” fueron brutales las percusiones de Lalito, bien colocadas, necesarias para seguir con aire puro el recital. Él Mató erizaba la piel de los asistentes.

23 canciones en total, que incluyeron un tema nuevo y un final bien emotivo desde “Más o menos bien”, que dice: “desconocido, espero tus problemas se acaben, y así volver a la senda del bien. Desconocido, dobla tu energía en partes iguales  y todo va a estar más o menos bien”. Fueron el resultado de otro concierto de una de las bandas más importantes del rock en español de los últimos años. En su recital le costó pero palpitó llena de vida, bajo esas luces blancas, rojas y azules que no se apagaron.