Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Una gran fila, frío invernal acompañado de resaca de petricor, fue lo que dio la bienvenida a El Búho. Las calles de la Ciudad de México estaba vacías, resentidas tras el desabasto de gasolina. Al entrar la venue, con esa distintiva sobriedad de concreto del Normandie, se encontraba el sincretismo perfecto de Latinoamérica y medio oriente.
Con un poco de house, la belleza palestina Nour trató de cautivar a la audiencia que estaba lista para el ulular de El Búho. Sus sensuales agudos y su peculiar mezclando sonidos no lograron evocar emoción. El rojo de los leds que la acompañaba se desapareció del escenario, se bajó el volumen de la música.
Los asistentes se empezaron a euforizar. Se escuchaba “Búho, Búho”, el calor de un lleno total quitó lo gélido de la noche, subió el ambiente como marea de Tulum. Entre ponchos y máscaras de aves, la gente empezó a danzar. El Balance había entrado a los oídos de la audiencia. La gente se remontó a momentos primitivos, a nuestra esencia latino-africana de percusión media.
Todos danzaron al mismo ritmo evocando un conjunto de corales, una anémona humana, que se vio iluminada por los colores de la proyección entre aves, flores, tortugas e iguanas.
La escucha de “Camino de flores” y “Aguas claras” nos enriqueció con sus tristes pero pacíficas melodías. El misticismo del chaman conquistador había hipnotizado a todos los asistentes mientras a lo lejos se escuchaba: “tacha, perico, para tu fiesta”, la gente, solo bailaba. Cítaras, rosas, el fenómeno colectivo, que representa la unión de baile y las raíces.
Gritos andinos se escuchaban entre los asistentes mientras “Mañana, Tepoztlán” les movía la articulación, flamencos evocaron a la genialidad de Sonido confirmación por la falta de bajos en la línea melódica, la repetición de El Búho y su monotonía hizo que varios asistentes se cansarán, hasta que la cumbia sobre el mar los conquistará de nuevo y los hiciera bailar. Los visuales habían cambiado a la noche, donde el misticismo se hace presente. La gente gritó, esto es “perreo prehispánico”. Los agudos siguieron presentes causando, gran cacofonía con escasez de bajo, que no hizo explotar del todo la pista de baile, pero el turquesa en los leds y el humo, pudieron hipnotizar de nuevo, y así transcurrió la noche, donde toda nacionalidad se convirtió en el grito primitivo latinoamericano, el mundo.