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Jiony y sintetizadores hicieron historia con un sonido lisérgico, orgánico y beats que fulminaron la ansiedad, que pudo causar estar en La Bodega. Jonathan Muriel preparó poco a poco con soul, beat, y synth, acompañado de unos simples y poderosos visuales. Al final de su actuación, apareció la luna de visual y con el escritor-director Ashauri López al micrófono, cerró su actuación con una de las mejores piezas de éste: La balada de la violencia mexicana, que habla de lo colectivo para llegar a lo individual.
"Construir promesas
sobre nuestros millones de difuntos
e intentar querernos una vez más
en la violencia de estar juntos."
Ashauri
De ese modo Jiony y López fueron el entremés perfecto para que Schez nos bombardeara con sublimes explosiones agudas y profundos bajos, acompañados de galaxias, cortinas, y esculturas flotantes en los visuales. Robusto bajo sazonado para recibir a Turnig Torso. El sonido alucinante de David Sánchez, su guitarra y pads nos marinaron con experimentación sonora, para recibir el esperado plato fuerte de la noche, el enigmático Antigravity.
Su avanzada, llena de bajos supremos y vanguardia extrema, nos dejaron en clímax para a continuación sintonizar a Bufi con su delicioso techno, house, y funk, con un maridaje visual que delicadamente destruye neuronas. Finalmente, así llegó lo más “kewl” de la noche: las ondas sonoras más finas del evento, Louie Fresco. Éste aniquiló y dejo con un final sublime. Alec Sander y su proyecto Mijo, lleno de sabrosura; bruscos cambios de ritmo que hacen explotar, estimulan y son tan potentes que incitan a “pecar”, llenaron con lívido y lascivia, la sensualidad de las asistentes. Un “buqué” etéreo lleno de serotonina segregada por onda sonora.