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Sentirse identificado con uno o más artistas musicales es algo que se da genuinamente. Los sonidos y las líricas te reciben con los brazos abiertos para revelar la versión más honesta de ti. En esta industria se sabe que hay de géneros a géneros y de estilos a estilos pero lo más importante es que cada proyecto tiene su propia virtud. La de Daniel Caesar por ejemplo, es la delicadeza.
Anoche, el cantante canadiense arribó por primera vez a la CDMX. El Pepsi Center WTC fue el venue encargado de recibirle a él y a su público que ansioso esperaba su visita y, aunque la espera fue larga antes y durante el evento, definitivamente fue una velada que ninguno de los presentes podrá olvidar.
Daniel Caesar tuvo la capacidad de elevar a su público hasta el cielo en una sensible danza, para luego invitarles a experimentar pequeños ataques al corazón cada ciertos minutos. Ni siquiera era necesario verle sobre el escenario -que ha decir verdad era un poco imposible gracias a la iluminación y a las telas que le cubrían-, pero poco importaba cuando su voz retumbaba por todo el recinto: una voz poderosa que te erizaba la piel y te hacía sentir vivo. Espero que el firmamento suene tan parecido a él.
Sus movimientos tan cuidados, la sincronización con su banda de apoyo y la interacción con su público a través de sonrisas fue magia pura. Se notaba a distancia que el artista disfrutaba de estar ahí y de escuchar que miles de personas corearan al unísono sus canciones repletas de romanticismo y honestidad. Un debut exquisito y fuera de lo normal.
Mucho texto y poco setlist.