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Este evento, que celebra una de las épocas más vibrantes para nuestra generación, reúne a los máximos exponentes del reguetón que, con letras apasionadas y ritmos candentes, invitan a bailar, sentir y vivir intensamente la música.
Miles de asistentes se congregaron en el Autódromo Hermanos Rodríguez para el primer día de esta edición, una jornada que comenzó con el frío de noviembre, pero que pronto se transformó en puro fuego al ritmo del dembow. El Flow Fest es un festival para todos. Amigos, solteros, novios y desconocidos encuentran su lugar para bailar y disfrutar de la música. A pesar del frío de la noche, la calidez y autenticidad de los artistas lo mantienen todo encendido.
Sin duda, es una cita imperdible, no solo para los amantes del reggaetón, sino para todos aquellos que disfrutan de la música sin barreras, esa música con alas que explota en el aire junto con los fuegos artificiales. Un festival con una de las mejores producciones sonoras y visuales de los que he tenido el placer de asistir, una experiencia que deja huella en todos los que se atreven a vivirla.
Desde Puerto Rico, Bryant Myers inauguró la noche con una energía desbordante que, rápidamente, conectó con el público. Desde el primer momento, las voces se alzaron para corear sus canciones, incluso aquellas que no todos conocían. Fue mágico ver cómo desconocidos se miraban y cantaban juntos, creando un ambiente de pura complicidad.
El espectáculo visual no se quedó atrás: luces turquesa iluminaban el escenario, complementando un sonido impecable que envolvía a todos. Con Saiko, interpretó “Eskeleto” y desató una ola de voces al entonar el clásico “Esclava”, dejando claro por qué es un referente en el género. Además, su interacción con el público fue constante; agradeció estar en México y, en un gesto de cuidado, se aseguró de que todo estuviera bien incluso en las últimas filas, mostrando una cercanía auténtica.
Su trap tumbado, con ritmos rebajados y pegadizos, fue imposible de ignorar. Nunca dejé de bailar, y aunque parecía que no descansaba, su música me mantenía conectada y llena de energía. Bryant Myers no solo abrió la noche, sino que dejó claro por qué su estilo y esencia resuenan con tanta fuerza.
Entre el bullicio y la multitud, el amor encontró su espacio. Parejas abrazadas se cantaban al oído mientras bailaban ese ritmo que mezcla el sabor del merengue y la salsa. La atmósfera se volvió tan acaramelada que no pude evitar recordar lo que es sentir ese tipo de amor profundo. Cuando Tony Dize presentó “El Doctorado”, dedicándola a su esposa, el momento se llenó de emoción. Fue un instante en el que las miradas se cruzaron, los cuerpos se acercaron, y el reguetón se convirtió en el lenguaje perfecto para expresar el corazón.
Con una mezcla de disfrute y nostalgia, los asistentes coreaban a todo pulmón “Si No Le Contesto”, una de esas canciones que nos transportan de inmediato a los días de la secundaria. La energía era contagiosa, cada verso se cantaba como si fuera un mantra de recuerdos y buenos momentos. Poco después, el sabor musical del reguetón de los 2000 nos envolvió por completo, preparando el terreno para “La Corriente”, un verdadero himno de fiesta para nuestra generación, que hizo vibrar al público de principio a fin.
Desde Guadalajara, Yoss Bones llegó para demostrar por qué es una de las artistas emergentes más prometedoras. A pesar del frío, no bajó el ritmo y lo dio todo en el escenario, rompiéndola con cada canción. Su capacidad para fusionar rap, metal, rock, reguetón y R&B es tan sorprendente como adictiva. Con una energía arrolladora y una voz potente, puso a vibrar a todo el público. El bajo se sentía en el pecho, casi como un latido que conectaba a todos en el lugar. Representando el poder femenino de la noche, Yoss Bones no solo nos hizo movernos, sino que también nos recordó que la música no tiene límites.
Sebastián Yatra trajo un cambio de ritmo al festival con un performance más íntimo y acústico que capturó los corazones de todos los presentes. Su setlist incluyó éxitos como “Déjame Robarte un Beso”, “No Hay Nadie Más” y el emotivo “Ojos Marrones”. Cada canción fue una invitación a sumergirse en un vaivén de emociones, desde la dulzura más cursi hasta los momentos más agridulces del amor. Con estos temas, el ambiente se llenó de romanticismo, con parejas abrazadas, mientras el público dejaba escapar sus sentimientos al compás de la música, el ritmo acústico con toques de dembow recordó a una época dorada de la música pop del 2010, creando una conexión especial entre los asistentes y el artista. Fue, sin duda, la parte más romántica y melancólica de la noche, perfecta para los enamorados.
Y luego llegó “Tacones Rojos”, y todo cambió. La atmósfera se transformó en pura alegría y movimiento. Esa canción tiene algo especial, una chispa que te hace sentir lista para dejarte llevar por el ritmo y bailar reguetón hasta abajo. Es el mejor ejemplo de cómo Sebastián Yatra mezcla lo mejor del pop con el dembow, generando una explosión de energía que contagió a todos.
El punto culminante de su presentación llegó con “Vagabundo” y, sobre todo, “Ojos Marrones”, estos hits llevaron al público a un viaje emocional que encapsuló las facetas más complejas del amor: lo dulce, lo desgarrador y lo inolvidable. Sebastián Yatra se lució con su nostálgica interpretación, logró conectar con todos los presentes, evocando esas ausencias que marcan y transforman. Cuando entonó “nada es igual sin tus ojos marrones”, el ambiente se llenó de un silencio cargado de emociones, como si cada palabra se quedara suspendida en el aire. Instantes después, entre juegos pirotécnicos, el público rompió la quietud con aplausos que parecían no tener fin, agradeciendo un momento tan intenso y único.
Al final de la noche, el elegante dembow de Rauw Alejandro no se hizo esperar, desde el momento en que salió al escenario, no pude evitar quedarme hipnotizada por su presencia. Su elegancia y sensualidad hicieron que todos los ojos estuvieran puestos en él, con esa mezcla de admiración y cariño que solo se le puede dar a alguien que sabe cómo cautivar. Rauw se lució en todo su esplendor, cerrando de manera espectacular el escenario principal, donde los fuegos artificiales iluminaron el cielo casi al final de cada canción, marcando un cierre fuera de este mundo.
Lo mejor fue cómo Rauw se mostró cercano al público, mostrando su apoyo a los artistas emergentes al asegurar: “Yo algún día también estuve en su lugar…”, y, momentos después, presentó al talento mexicano de Latin Mafia, cantando junto a ellos “2:12” de su nuevo álbum Cosa Nuestra, lo que hizo el ambiente aún más especial. A lo largo de su presentación, Rauw interpretó la mayoría de los temas de Cosa Seria, y entre ellos, nos hizo bailar sin parar con “Tú Con El”. Aunque estábamos apretados, eso no nos detuvo, porque la energía de esa canción, con su ritmo de salsa tan emblemático, contagió a todos, llevándonos a disfrutar cada segundo. Y, como si no fuera suficiente, se aventó todos sus hits de reguetón, incluyendo el épico “Party”, y concluyendo con “Desenfocao”, un final brutal que dejó a todos pidiendo más.
La experiencia del Coca-Cola Flow Fest fue única. Aunque el día comenzó con cierta dosis de estrés por la multitud y las largas caminatas entre escenarios, todo eso se desvaneció en cuanto la música comenzó a sonar y los artistas tomaron el control del escenario. Fue una de esas noches en las que, aunque terminas agotada, te das cuenta de que todo valió la pena.
La emoción de vivir el festival en el momento, sentir esa energía que solo un evento de tal magnitud puede transmitir, me hizo recordar que, aunque todos piensan que no se disfruta cuando estamos grabando, la realidad es que sí. Al final, no solo estamos capturando el instante; muchas veces, ni siquiera somos conscientes de lo que grabamos, solo queremos revivir esos momentos una y otra vez. Y eso fue lo que descubrí en el Coca-Cola Flow Fest: se disfruta tanto el presente como el recuerdo.
Somos una generación que busca guardar sus momentos para después, como si quisiéramos revivirlos infinitamente. Pero, al mismo tiempo, me di cuenta de que amamos la música de una manera tan profunda, que lo que realmente buscamos es vivirla al máximo. En medio de la multitud, rodeada de voces coreando nuestra canción favorita, comprendí que ese es el tipo de momento que queremos revivir una y otra vez, sin dejar de disfrutar la magia del ahora.