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Y, de nuevo, la sombra del ‘semáforo amarillo’ cayó sobre la Ciudad. Sientes su presencia en las cortinas cerradas, en los locales vacíos y en la ausencia física y mental de los transeúntes. El color rojo, aquella temida señal de advertencia, pesa sobre el ambiente como un fatídico destino que aún puede evitarse. Pero, irónicamente, el amarillo y el rojo fueron los colores que tiñeron la segunda noche del Ciclo Hipnosis, un espacio de escapismo para esconderse por un momento del semáforo epidemiológico y su orwelliana vigilancia.
La noticia del ‘semáforo amarillo’ tomó por sorpresa a la metrópoli y confirió un sentimiento de derrota anticlimática frente a una pandemia que considerábamos domada. En este escenario de tensión y miedo, donde la bonanza volvió a parecer endeble, nada resultaba más adecuado que volver al ritual del heavy psych: el peso de sus guitarras se elevaría como el fuego, y calmaría los temores de un puñado de almas enfundadas en chaquetas y cubrebocas negros.
Fue este público el que, tras la llegada de la luna, recibió el golpe fulguroso de Rostro del Sol. Configurado como un sexteto con teclados y dos metales, el grupo de Ciudad de México encendió los cuerpos del Foro con un explosivo caos sonoro, cuyo informe sonido evolucionaba deliberadamente del heavy psych al jazz y al boogie. Retazos de King Crimson, Charlie Parker y Magma se mezclaron en un místico caleidoscopio (no por nada, el baterista lucía una playera de este último). Y fue aquí donde retumbaron los primeros gritos de catarsis, acompasados por un incipiente headbang y los tímidos pasos de un baile de salón.
Rostro del Sol demostró ser un grupo para apreciarse mejor en el escenario, pues los integrantes lucieron sus habilidades sin opacarse en ningún momento, sino mediante un trabajo en conjunto con incontables solos y transformaciones de precisión milimétrica. Así lo marcaron con “Bop C Sketches”, “Effect of Creation”, “Backyard's Blues”, así como “Cynical Mind”, anunciada como su ‘primerísimo primer sencillo’ y recargada con un eterno solo de batería. La promesa de nuevo material, cuyo nombre permanece desconocido hasta para la banda, se sembró esta noche en el escenario.
Pero Rostro apenas encendía el fuego que culminaría con la llegada de El Culto del Ojo Rojo. A medio paso entre la destreza blusera de Led Zeppelin y el stoner de Sleep, el power trío de Ciudad de México recordó a las víctimas del eterno encierro cómo debe escucharse un verdadero concierto de rock. Las guitarras retumbaron con fiereza como gruñidos salvajes que llenaban el escenario en una danza de expansión y contracción, mientras la masa del público comulgaba en un ritual donde el headbang y los gritos de éxtasis derivaron incontrolables. “Hombre Prometeo”, “El muerto” y el nuevo sencillo anunciado como “Las murallas pegadas a la escafandra eléctrica”, marcaron el descenso al irrefrenable delirio con “Growl” y “Sin Miedo a Morir”, momentos culmen donde la formación de un moshpit pendía de un hilo…
...Pero el moshpit no sucedió. Porque la sombra del ‘semáforo amarillo’ aún pesa sobre la vida nocturna de la Ciudad, y el acercamiento físico se mantiene como una latente amenaza. Sin embargo, el temor al caos inminente que permea en las calles del exterior se convirtió por un momento en un recuerdo borroso, y se diluyó en dos horas de clamor y furia. La noche, con su abrigo enfurecido, nos hizo teñirnos completamente de rojo.