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Boris + Nothing en House of Vans

Boris + Nothing en House of Vans

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House of Vans

Artista(s)

La bestia japonesa más viva que nunca.

El murmullo constante de la lluvia al sur de la metrópoli se convertiría progresivamente en el desgarre de wall of sound al interior del venue, inyectando el torrente de asistentes al centro de la vena Vans y evaporando todo rastro de humedad sonora al calor del esperado regreso nipón; Boris en México una vez más.

La ruptura de standby correría a cargo de Domenic Palermo y compañía, exponiendo las entrañas del PA a filo de shoegaze, post sound y las ya características melodías vocales de los norteamericanos. “Say Less” hilada a “April Ha Ha” asestarían el  siguiente impacto a la sensibilidad de la multitud creciente para arrastrarnos en un espiral de jazzmasters difuminadas, bajos profundos y el implacable trabajo baterístico de Kyle Kimball, transformando el recinto en una cámara de reverberación hecha a imagen y semejanza del sonido en su interior.

El cuarteto se abriría paso sobre el escenario de Mixcoac entre cortes como “Hymn to the Pillory” y “Fever Queen”, regalándonos un viaje por los estados anteriores de la banda y formando, paralelamente una narrativa sutil con base en el cambio de dinámicas sonoras; de la colisión constante prendida distor a la suavidad de las atmósferas compartidas. Sentir el ritmo entre melancolía e hipnosis no hacía más que remarcar la naturaleza finita de la experiencia, del tiempo que nos deja, de Nothing frente a nuestros rostros.

“Zero Day”, “The Dead Are Dumb” y “July the Fourth” marcarían el inicio del fin para los abridores, dejándonos con la sensación de caer en cámara lenta entre lo profundo del sonido y el ruido blanco. Palermo se tomaría un respiro entre la imponente imagen del doblete de amplificadores Fender antes de soltar “Famine Asylum”, agradeciendo al público, presentando cada integrante y contribuyendo casi inadvertidamente a la idea tras lo sonoro. No había nada que pudiéramos hacer, estábamos ahí, rendido de brazos, torsos y oídos a la merced del flujo armónico, la gentil aceptación de aquello que nos rebasa.

“Bernie Sanders” seguida de “B&E” darían fin al set de los de Philadelphia, impregnado cualquier inhalación con la pureza del shoegaze y despejando toda vía acústica rumbo a la colisión con el legendario kaiju de post core.

2 Boris-House Of Vans-Diego Figueroa-5

Tras un breve interludio (y la colocación de uno de los live gears más imponentes de la actualidad), Wata y Takeshi harían acto de presencia sobre el templete de concreto, delegando los deberes percusivos de Atsuo al one-man-band conocido como Crawl, llevando al límite la libertad performática del vocalista desde el primer doble rugido vía “Anti-Gone” seguida de “Non Blood Lore”.

La fisicalidad del frontman mantendría a punto de ebullición el remolino de fanáticos frente al escenario, musicalizando saltos coordinados, torsos vueltos proyectiles y la mayor proporción de fanáticos en crowdsurfing que jamás había visto en un concierto de hard sound. El desmembramiento de riffs (cortesía del doble muro Orange a la espalda de los japoneses) cesaría de manera intermitente con los chispazos de feedback otorgados por la agrupación, quienes  dejaban fluir el setlist con tracks como “She is Burning”, “My Name is Blank”, “Cramper” y “Question 1”.

El furioso release energético de Atsuo sobre los asistentes llevaba un paso más allá las ideas bocetadas por Nothing hace tan solo unas horas. La aceptación transfiguraba de un estado más bien meditativo al desgarre de la única posibilidad, el flujo continuo y absoluto de cada instante, la concentración infinita de nuestros destinos ubicada en un solo punto al horizonte, acelerándonos cada vez en la dirección del sonido más intenso.

El concierto avanzaría impulsado por los treinta años de humbuckers, blast beats y metralla vocal fundidos al espíritu monstruoso de Boris, materializándose constantemente entre acordes de “Nosferatou”, “Ghostly Imagination”, “HxCxHxC” y “Kikinoue”. Las clavadas desde el escenario, el juego de luces y el impecable performance de los cuatro integrantes alejaban cada vez más la idea de volver al no-ruido, nada se había sentido tan real e imparable como estos cuatro músicos hechos pedazos sobre el escenario.

“Fundamental Error” caería sobre los ávidos de headbang invitando a tres músicos nacionales tras los micrófonos, destacando la participación de Samuel Osorio (guitarrista de Sunset Images) para enfatizar el frenesí encarnado por la bestia del Sol naciente. “Loveless” nos indicaría el camino hacia la recta final del espectáculo hasta “(not) Last Song”, donde la delicadeza del teclado bajo las manos de Wata uniría nuestro canales auditivos al gran sistema de retículos acústicos fundidos por Boris desde 1992. Nuestra respiración coordinada al empuje de cada bocina, nuestro grito el caos sintético en el interruptor del vocalista, todos uno. La banda regresaría para un encore de dos canciones acompañados por los guitarristas de Nothing, dando un total de seis músicos sobre el escenario y uno de los abanicos de sonido más completos, desgarradores y envolventes que jamás haya contenido el palacio del hardsound.