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Observa el show en primera fila desde los hombros de su papá. Flores de cempasúchil adornan sus trenzas recogidas al estilo de Frida Kahlo. La niña de nueve años cautiva el corazón de Paulina Sotomayor, quién al verla con añoranza recuerda que al primer concierto que asistió fue de Botellita de Jerez.
Suena “Tierra viva” cuando la música abruptamente para. Al parecer la tornamesa de Raúl Sotomayor se había desconectado accidentalmente. La gente grita, pero no para abuchearlos, sino para darles ánimos. Pau aprovecha para agradecer la oportunidad de ser la banda telonera de Bomba Estéreo, a quienes admiran por ser precursores del global bass y la electro cumbia.
La energía toma vuelo y comienza a arder con los agresivos beats de “Pum pum” y el enérgico baile de la menor de los hermanos quien toma un megáfono y comienza a cantar a través de él, es inevitable notar la similitud sonora que el dueto mexa comparte con los colombianos.
“Crece el calor, funde la batería como maquinaria llana de energía”, se siente el calor de la gente coreando “Cielo”, que anuncia el ocaso de la participación de los hermanos, pero indica el inició de una noche llena de fuego.
“¡Mañana trabajo!” y “¡Van a cerrar el metro!”, son los gritos que amenizan la espera entre charolas que se sumergen entre la multitud repletas de vasos de cerveza y regresan a la barra vacías, listas para la siguiente carga.
Enfundada en un ajustado leotardo verde con detalles selváticos; así como capa y sombrero de chaquiras tornasol. Entre el estruendo del tambor de “Siembra” que se hacía cada vez más y más fuerte. Liliana Saumet apareció en el escenario proclamándose emperatriz del baile y la armonía.
"Ahora, aquí. Baby Dance With Me”, exigimos en “Química”. Y nos damos cuenta que esta noche no pararemos de mover las caderas. La gente se olvidaba del espacio vital y restriega sensualmente su cuerpo al ritmo de la música a conocidos y extraños.
La cantante colombiana asegura, como introducción a su nuevo sencillo, que no importa cuál sea nuestro origen, sexo, edad, raza o religión pues en la pista de baile todo somos “Internacionales”.
En la pista una pareja se mueve despacio, pelvis contra pelvis. Cierran los ojos y se besan. El resto desaparece y se quedan con eso para siempre, justo como desde la tarima lo canta Li en “Somos dos”, que esta noche es soundtrack de sus apasionados besos.
Una mujer con un píe enyesado logra subir al escenario y baila en la orilla. Lo que hace reflexionar a Saumet sobre el poder del baile a pesar de las adversidades. Siguiendo las instrucciones de Liliana, nos olvidamos de todo lo que hay afuera del SALA Corona para concentrarnos en el ritual del baile. Nos dejamos seducir por la champeta.
El SALA literal es una “Fiesta”, como el nombre de la canción que pertenece al álbum Amanecer. La gente salta, el piso se estremece. Las luces hipnotizan, seducen y bailamos hasta no poder más.
Tras un breve intermedio la vocalista cambia de vestuario, a un leotardo azul agua con flores rosas, y regresa con un pastel de chocolate que pone frente a la batería. El público canta las mañanitas a Kike Egurrola, quien cumple años esta noche.
“Escucha está canción que no es un reggaetón ni está hecha pa’ mover el culo”, era momento de descansar pues ya lo habíamos movido toda la noche y “Flower Power” necesita nuestra atención para reflexionar sobre la discriminación y la violencia machista.
Su set list finaliza con un remix de “El alma y el cuerpo”, “Raza” y “Fuego”, la canción más aclamada de la noche que les dio fama mundial por ser soundtrack del FIFA 2010. “¡Manténlo prendido, no lo dejes apagar!”. Gritamos en el momento máximo y preciso del éxtasis colectivo.
La niña de nueve años con flores de cempasúchil en la cabeza permanece en los hombros de su padre desde donde corea y baila cada una de las canciones de Bomba. “¡Van a cerrar el metro!” y “¡Mañana trabajo!”, constantes reclamos del inicio son olvidadas. La presentación de Ayo, quinto álbum de la banda, es el pretexto perfecto para olvidar el estrés a través del baile y la cerveza.