Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Debajo de la Mátrix Móvil, la monumental osamenta de ballena concebida por el artista plástico Gabriel Orozco, que cuelga sobre el pasillo principal de la Biblioteca Vasconcelos y se ha vuelto ícono de la misma; se celebró el evento inaugural de la edición 2016 del Bestia Festival.
Al igual que el año pasado, las actividades fueron iniciadas con un concierto acústico. En esta ocasión, se trató de la interpretación de una pieza original del músico experimental norteamericano Jim O’Rourke, intitulada Happy Days, la cual fue reversionada por un grupo de intérpretes conformado por Misha Marks, Bradford Bailey, Iván Cruz, Jacob Wick, Juan Cristóbal Cerrillo y Ramón Del Buey.
A las siete y quince de la noche, y tras una breve introducción y explicación, e iniciando lentamente, con sutiles sonidos de cuerdas, dio principio el recital. La composición original de O’Rourke dura poco más de 47 minutos por lo que la obra exige mucho de quienes la interpretan.
Además del público que asistió específicamente a la presentación (dispuesto en círculos alrededor del escenario), también se encontraban usuarios habituales del recinto, así como empleados y algunas familias que deambulaban por el lugar. Todos ellos presenciaban lo que allí ocurría ya fuera desde los lugares donde estaban trabajando o estudiando, en los pasillos aledaños o bien, desde los pasillos superiores, donde se encuentran los cientos de anaqueles rebosantes de libros. Algunos de pie, otros recargados en una baranda, otros más sentados en algún recoveco… todos atentos al improvisado stage.
De a poco, la ejecución del sexteto iría en crescendo, produciendo sonidos ensordecedores que inclusive saturarían el audio local. Tal experiencia excesiva y un verdadero tour de force auditivo no fue resistida por todos, y algunos de los espectadores abandonarían sus asientos o se apartarían del lugar.
Conforme la composición alcanzaba momentos épicos, algunos instrumentos parecían replicar el llamado o rugido de una bestia enorme, dando la impresión de que el colosal esqueleto suspendido sobre el público fuese a cobrar vida, y a empezar a mover sus enormes aletas. Una sensación alucinante.
Gradualmente, las aguas serían de nuevo mansas, y los músicos volverían a los ritmos suaves y sutil melodía de un principio, los cuales irían languideciendo paulatinamente hasta desaparecer. La pieza llegaba a su fin, así como el concierto mismo, seguido de una ovación de aquellos que decidieron quedarse devotamente hasta el final. Así es como el fin marcaba el inicio, y la titánica Bestia no ha hecho más que despertar, para acompañarnos en unos días de prometedoras exploraciones sónicas.