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Como buen “21st Century (Digital Boy)” te comunicaste con tus amigos por WhatsApp ante la prisa por llegar al Pepsi Center WTC, el maldito tráfico, las malditas responsabilidades laborales, la camisa abotonada de aquel viejo conocido que llegó antes que tú y que, oh sorpresa, te anuncia que su segundo hijo viene en camino, un efusivo abrazo y la felicitación, accidentalmente pisas su zapato boleado. El, a diferencia de muchos, no trae los Vans ni los jeans o las bermudas en una noche fría, tuvo que tomar el camino directo al show desde la oficina.
“Fuck You”, que se joda todo el mundo allá afuera, Bad Religion está tocando, y es curioso notar como la edad, antes que pesar, nos da un modo diferente de apreciar a las personas, porque aquel que se asemeja a los profesores que tenías en la secundaria, es el frontman de una banda que te ha curtido desde hace mucho tiempo, primero, cuando vislumbraste su logo en una playera en El Chopo, en los parches de los punks, y luego, en la era digital, descargando sus canciones.
“Chaos From Within”, y aunque la convocatoria parecía floja en el acceso, la energía se expandía ante cada acorde y recuerdo, el punk no morirá mientras sigas haciendo air guitar o tocando en tu habitación con tu guitarra destartalada, aunque ahora puedas comprar una Gibson como la de Brett Gurewitz y cervezas de 160 pesos con tu tarjeta de crédito. El punk no morirá aunque tengas que acreditar tu mayoría de edad para que te vendan alcohol. “Stranger Than Fiction” resulta sentir como los años pasan y la emoción por la música en vivo no disminuye, cualquier concierto, aunque sea en lunes, es un aliciente perfecto, un vicio, un concilio ideal y ecléctico: Luis Alvarez “El Haragán” platica con Manueloko de La Tremenda Korte, la gente de seguridad saca a empujones a un punk de cepa, mohicano y estoperoles, 2 tipos de saco y corbata abrazados brindan y cantan, una chica de cabello rosa prende un cigarro aunque está prohibido fumar, círculos de slam se crean en menor medida que frente al escenario, porque como me dice un camarada, hay algunos que ya no están en edad de echar tanto desmadre, o porque se chingaron la rodilla, o porque la ciática punza intempestivamente.
“My sanity? I've nothing to lose, so please let me be”, Greg Graffin tiene toda la boca llena de razón, y parafraseando a Chente, aunque su pelo pinte ya algunas canas, nos demuestra que envejecer no es una opción. “I Want to Conquer the World”, el frenesí no se detiene, Bad Religion nos inyecta pequeñas dosis de no más de 3 minutos pero con más poder que cualquier balada del recuerdo, de esas que teníamos que contrarrestar poniendo “Generator” a todo volumen y cantando con desato. “Los Angeles is Burning” como una rara profecía ante los incendios forestales de estos días, “You” y el recuerdo de controlar a Chad Muska en las pistas en Tony Hawk’s Pro Skater 2 de PlayStation al compás de ese mismo tema, tantos recuerdos de días que eran menos complicados, cuando el dinero alcanzaba para más y la vida parecía tan simple.
“Punk Rock Song” en honor a un género que ha trascendido y mutado de extrañas formas, porque para una generación es Green Day (y no el de Kerplunk!...el de American Idiot), lo que nunca será 5 Seconds of Summer, lo que intentó Allison, lo que Especimen volvió culto, lo que The Clash siempre te va a recordar. “Infected” como un último canto para volver a la normalidad, al desafío de la supervivencia, a volver a ser parte de la máquina productiva y farsante. Un pin más para el chaleco, un concierto más a los grandes recuerdos, el riff de “American Jesus” cual amarga despedida, pero más allá de la música, encontraremos nuestra propia forma de ser punks, cual sinónimo de libre albedrío, aunque no vistamos o aparentemos, aunque tengamos que claudicar y adaptarnos, siempre encontraremos la forma.