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Aural 2017: Lightning Bolt en el Foro Indie Rocks!

Aural 2017: Lightning Bolt en el Foro Indie Rocks!

Dafne Carballo
 Diego Figueroa


Diego Figueroa

15/Dic/2017

Detalles

Organización

Producción

Ambiente

Lugar

Foro Indie Rocks!

Artista(s)

Tras el cambio inesperado en la cotidianidad de la Ciudad de México y un superado desacomodo emocional y material que el temblor dejó a su paso, el Festival Aural retomó su sexta edición con una serie de conciertos y presentaciones enfocados en la música experimental y de culto.

La noche de ayer la cita se dio en el Foro Indie Rocks! con una de las presentaciones más exquisitas del año. El cartel, dedicado al noise y la experimentación se compuso por tres interesantes proyectos: (SIC) (MEX); Pandi Duo (HUN/JAP), y Lightning Bolt (EU). Aquí lo sucedido:

21:07 H abren puertas. El escenario luce lleno de diversas islas dispuestas para el feedback y los altos decibeles. (Parece ser que contrario a lo esperado Lightning Bolt dará su recital sobre el tablado). Dos baterías, torres de amplificación, pedales coloridos de múltiples tamaños se disponen como exquisita colección de artefactos de deformación sonora.

Me queda claro, esta noche no tendrá que ver con una lista de canciones, más allá de los nombres, lo verdaderamente significativo se alojará en aquello que produzca el sonido. No será el típico concierto, no habrá listado de canciones, el recuento tendrá que ver con la sorpresa del descubrimiento disonante.

De a poco el espacio se nutre. Viejos conocidos, caras que se han ido formando como cómplices de otros conciertos –desconocidos amigos de noches distorsionadas–. Los primeros golpes percusivos atraen al instante nuestra atención, la gente comienza a acercarse. Sobre el escenario uno de los proyectos más interesantes del país –(SIC) inaugura la noche. Dispuestos uno frente al otro Rodrígo Ambríz (voz) y el baterista Julián Bonequi se enlazan en un diálogo de palabras inexistentes: Sonidos guturales, voces rasgadas de impulso primitivo, texturas y exploración sonora.

Una tras otra, largas intervenciones de miradas cómplices van alimentando una provocación sin nombre que crispa los dientes y eriza la espalda. Algunos asistentes sacuden la cabeza en gesto aprobatorio, y sin saber cómo, la mayoría logramos identificarnos con su discurso de tintes pesadillescos.

Quizá se deba a que al final, todo ese aparente caos sónico fue construido de aquello de lo que todos estamos hechos: voz, diálogo, furia e instinto dislocado. Esa bestia que nos habita ineludiblemente.

22.20 H cambio de set.

En un espacio reducido, el montaje del siguiente proyecto comienza. Para este momento el recinto luce casi a su máxima capacidad. Entre penumbras Kazuyuki Kishino (KK Null) una de las figuras más importantes de la escena japonesa de noise desde los 80 –quien ha colaborado con artistas como Zorn– comienza a instalarse. En la batería el músico hungaro Balázs Pándi (Zu,Thurston Moore, Merzbow) también hace lo suyo. Estamos a punto de presenciar un set como pocos, en donde a través de los sonidos electrónicos y la improvisación, promete construirse una potente ola de ruido y ritmos exasperantes única en su tipo.

En punto de las 22.34 H Kishino nos da las buenas noches, y sin decir más la Pandi Duo comienza. Cada sonido dispara diferentes gatillos entre los asistentes, algunos miran con ojos muy abiertos, otros simplemente bostezan –la chica a mi lado se concede espasmos de risa y brincos retorcidos–. Alguien grita “¡masacre!” y a partir de ese instante los minutos transcurren violentos, sin pausa.

Null se muerde los labios mientras nos impacta con un arsenal de sonidos in crescendo. Balázs mantiene todo el tiempo una cara solemne y con la mirada perdida se entrega a ritmos que no cesan de deconstruírse. Pasada la media hora algunos comienzan a doblegarse y se refugian de las frecuencias cada vez más afiladas que perforan el tímpano sin clemencia. La intensidad baja de golpe solo para volver a crecer. Los ánimos comienzan a encenderse, brincas, agitas la cabeza, sonríes cínicamente: es la respuesta de los sentidos enervados.

El cuerpo duele, ladra palabras sin sentido. Náusea. Las caras borran su sonrisa porque el trance sonoro nos ha transportado a quién sabe dónde. Irritados, hay algo punzando dentro que busca catársis. Al terminar el set todos rugimos estupefactos. Durante una hora la estridencia tomó como rehén nuestros sentidos, al tiempo que nos mostró nuestra propia resistencia. Null, honorable, nos ofrece una reverencia con los ojos entrecerrados y antes de abandonar el escenario, él y Balázs sonríen satisfechos como quien ha superado un gran desafío.

23:38 H, comienza el seteo de Lightning Bolt el acto más esperado de la noche. En este punto los ánimos están a punto de desbordarse. Las dos horas anteriores se han encargado de poner a la concurrencia en un estado de tensión que pide a gritos ser liberado. Lo inesperado de su lenguaje, la falta de estructura, no aceptaban ninguna reacción conocida. Nada se podía cantar, ningún ritmo fue predecible…

El escenario luce limpio y tanto el baterista Brian Chippendale, como el bajista Brian Gibson apresuran el paso para iniciar lo antes posible. Tras más de veinte años tocando juntos han aprendido a leerse sin problema la premisa que los une: punk noise subversivo de dimensiones titánicas.

Gibson aparece en el escenario con su legendario bajo Music Man al que ha adaptado cuerdas de banjo para lograr el sonido guitarrístico que lo caracteriza. Minutos después Chippendale aparece. Ambos revisan a detalle su acomodo y tras asegurarse que todo está en orden, sin previo aviso, comienzan.

La olla de presión se destapa, en los primeros acordes la asistencia se identifica y todo aquello que no se pudo nombrar, que crispó al cuerpo, encuentra salida. Y el motín se desata. Una especie de ira con que al fin todos encuentran un protocolo de vaciado. La manera de tocar de ambos es sorprendente.

Chippendale se estira sobre la batería, en gesto desafiante. Su kick es tan fuerte que hace que el bombo se recorra. La multitud está excitada al limite y exige un aumento de volumen detonante. A diferencia de los actos anteriores, la sensación es de libertad comunitaria. Libertad subversiva, choque de cuerpos y rostros sonrientes. Es un momento de victoria, de resistencia sudorosa cómplice en la rueda catártica de los golpes. Puños en alto, voces desgarradas. Genuina exaltación.

Gibson va de lineas veloces y distorsionadas a arpegios melódicos de armonías extrañas. Su cuerpo rígido contrasta con el ondular de Chippendale. El sonido es impecable. Unos minutos antes de la 1 de la mañana, la noche termina. La espera valió la pena y el resumen de la experiencia nos muestra que la transgresión es necesaria, que el espíritu encuentra belleza en aquello que convencionalmente no es estético: esa belleza que produce la catarsis.

 

Dafne Carballo

REDACCIÓN:

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