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El primero en subir al escenario fue Jeffrey Zeigler, quien a pesar de tener problemas con el audio en su primera pieza, combinó el uso del arco y la técnica del pizzicato, dejando atrás la postura con “Babel”. Samples de aves, ambulancias y perros, que tapaban por momentos el sonido del chelo llenaron de imágenes mentales al público con la interpretación de su disco debut como solista “Something of Life”.
“Listen, Quiet” con destellos suaves de campanas, cubría todo de calma, Zeigler cerraba los ojos, meditaba. La lluvia paró. Antes de que un viento fuerte lanzara decenas de hojas de un árbol cercano frente al escenario (algo poético de alguna forma), tocó “Glaub”, pieza final, acompañado de Felipe Pérez Santiago en la guitarra. Con riffs potentes, samples de radar y los golpes a las cuerdas del chelo erizaban el cuerpo, produciendo un escalofrío que aumentaba su intensidad al ser representada en la pantalla central con líneas que avanzaban al ritmo de los sonidos. Un comienzo espectacular.
John Medeski y Todd Clouser llegaron después de un breve receso para presentar un experimento sonoro: la suite "Boy 44", creada especialmente para el festival. Se aventuraron a la experimentación con pianos alienados y una guitarra llena de matices consiguiendo una atmósfera propia. “What they gonna do with all that money?”, cantaba Clouser con un tono de balada tortuosa, apostando por las letras que evocaban la condición humana y la corrupción que aqueja el mundo.
A lo largo de su presentación contaron con tres invitados que salieron de entre el público: Diego Franco en el saxo, Alán Fajardo en trompeta y la potente e inigualable voz de Renee Mooi, que contrastaba de manera formidable con los elementos de rock y jazz que aportaron los estadounidenses. Para finalizar este acto, los cinco músicos subieron al escenario, y mientras el ensamble llenaba de fusión el aire, Todd contaba del 1 al 44; un claro homenaje a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, un final que le daba congruencia al nombre de su obra.
Solo quienes dejan atrás los sonidos domesticados y tienen libertad total pueden hacer que los sentidos vibren, y suscitar la emoción entre cientos de asistentes. Murcof y Erik Truffaz junto con el baterista Hernan Hecht y el guitarrista Edgar Amor, presentaron Being Human Being. Con tres pantallas encendidas, en las que se mostraba la novela gráfica de Enki Bilal que inspiró el álbum, y un diseño de luces impactante, el augurio para el tercer acto era más que prometedor. Y así fue.
Platillos sutiles y filtraciones de sonidos espectrales crecían poco a poco como una molécula que se convirtió en amiba con los timbres de trompeta que obedecían el pensamiento de Truffaz. La sutileza electrónica que acompañaba los tonos aguamarina de la pantalla se rompió con la entrada de unos enérgicos y gruesos beats para dar pie a “Warhole”, llenándonos de imágenes violentas acompañadas de un juego de luces rojas, que por momentos recordaban el caos y el desequilibrio de la sociedad.
Golpes secos y contundentes en la batería y una guitarra que experimentaba con el uso de un arco, producían ritmos mutantes llenos de intriga y emociones llenas de sonidos inéditos. La noche culminó con melodías de ambición cósmica y luminosidad, y demostró que la música rebasa las fronteras físicas y, cuando existe la voluntad, se posiciona en la mente de quien la escucha para el resto de su vida.
ArsFutura salió de la nada y se colocó como uno de los festivales de propuesta más interesantes. La primera edición dejó un gran sabor de boca entre los asistentes (y los que se lo perdieron). Habrá que esperar a 2016, y ver cómo una propuesta de corte independiente y vanguardista prosigue su camino hacia la consolidación.