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Poco antes de las 19:00 horas de la calurosa tarde de domingo, el concierto arrancó con la actuación de los abridores en turno: Kaizan, quienes ejecutaron un breve set (poco más de 25 minutos) en un estilo híbrido entre el groove, el progressive y el nu metal. Una parte de la audiencia recibió con agrado su actuación, pero la gran mayoría de los asistentes clamaban por la presencia del acto principal.
Tras una prolongada espera (en la que llevó a cabo un soundcheck) por fin la banda estelar subió al escenario, y de inmediato acometieron con una selección de sus mejores composiciones en un estilo enteramente progresivo, matizado con pinceladas de jazz y metal por aquí y por allá. Tosin Abasi y Javier Reyes se comunicaban verbalmente con la audiencia de forma ocasional, y prefirieron que la “charla” principal la condujeran sus virtuosas interpretaciones instrumentales, las cuales mantuvieron a la audiencia cautivada e hipnotizada con los intrincados paisajes sonoros creados a través de sus cuerdas, y coloreados por la precisa y energética ejecución del baterista Matt Garstka.
La experiencia duraría alrededor de 60 minutos, y el grupo regresó en una sola ocasión para tocar una canción más. Al finalizar su presentación y encenderse las luces, la mayoría nos quedamos alrededor del escenario, esperanzados en ver si la banda regresaba, pero cuando empezaron a desmontarlo, muchos de nosotros nos retiramos, y unos pocos se quedaron deambulando por allí, a la caza de los músicos para obtener de ellos ya fuera una foto o un autógrafo.
Lo que todos obtuvimos anoche fue (sin exagerar) una excelente sesión de la mejor música que se ha producido en lo que va de este (aun joven) nuevo milenio.