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Después de un recorrido camaleónico de varios años, el Lunario del Auditiorio Nacional fue testigo de cómo Adán dio muerte a Adanowky en un íntimo, bailable y sensual show, para dar paso a lo que según él será el comienzo de una vida por el camino del bien, para así cerrar la trilogía de alter egos que comenzó en 2008.
Ante un Lunario que compartió noche con el concierto de OV7 y Kabah en el Auditorio Nacional, el verdadero éxtasis se vivió en la noche que vio renacer de las cenizas a Adán. La noche comenzó con el pop bailable y francés a cargo de Gush, cuarteto originario de la capital del amor y que es la banda de apoyo de Adán, quienes en aproximadamente 40 minutos de concierto lucieron su fino talento. En su segunda visita a nuestro país, Gush se ganó al público a base canciones pegajosas que calentaron el ambiente para el candente show de quien hasta entonces era Adanowsky.
Al ritmo de "Welcome to my Word" y “Dancing to the Radio”, el escenario recibió Adán, ataviado de un elegante traje negro y los labios pintados de rojo pasión. En un ligero parpadeo, Adán ya había hecho gala de su carisma, locura y talento para contagiar los esqueletos tiesos de aquellos tímidos que poco a poco se fueron contagiando de las coreografías del músico y sus coristas, quienes al compás de los sintetizadores ochenteros de “I Don't Love You" y "Crossing the Line" hicieron sudar las frentes de los presentes con lo candente de sus bailes.
En un repaso musical que dio lugar a sus primeros hits, “El Ídolo”, canción que fuera la que lo puso en la órbita musical de nuestro país, sonó con el consagrado ídolo y su guitarra. También hubo un espacio para Amador, mismo que se dio con “Me siento solo”, además de repasar otro clásico de El Ídolo con “Estoy mal”, que rasgó las gargantas de un Lunario que estaba a los pies del más pequeño de la dinastía Jodorowsky.
Regresando a la parte glam, "Sexual Feeling" y "Rock Me” contagiaron a todos de la cadencia de un personaje que transpira sexualidad y transporta en el tiempo, con las bases rítmicas que son herencia de gente como James Brown, Earth Wire and Fire y David Bowie en el disco Let's Dance. Dichos temas ya habían hecho gelatina las rodillas de los asientes, quienes convirtieron el Lunario en una enorme pista de baile disco.
La parte más sensual llegó con "Would You Be Mine", y mientras algunos recordaban su video con la bella Stoya, la canción se fue alargando poco a poco, hasta que se convirtió en un enorme jamming que se prestó para que cada integrante de la banda fuera dando muestra de su talento. Aplauso de pie y monumento en Reforma a los dos coristas de Adán; fueron enormes, un poco más y se roban el show. Si todos tuviéramos el 2 % de su talento vocal y carisma para bailar, el mundo sería un lugar mejor para vivir.
Por fin llegaba el momento esperado de la noche, la muerte de Adanowsky.
Realmente fue más chusca y que interesante, un Adanowsky prendiendo incienso en el escenario, amarrando un lazo a su ombligo y aventando el lazo al público para que después de una cuenta hasta veinte jalará de él y así dieran paso a su muerte. Bañados en luces púrpuras, la cuenta llegó. Adanowsky cayó, pasó cinco minutos en el suelo y se levantó gritando: "¡Hola a todos, yo soy Adán!". ¡Y boom! "Let's Bring It Back" otra vez ponía el movimiento de pelvis a su máxima expresión.
El show cerró de manera emotiva con “Déjame llorar”, canción que Adán aprovechó para despedirse de esta nueva etapa y agradecer a todos sus fans por estar con él.
Adán demostró cómo no se necesita tener una gran producción de luces, ni pirotecnia y papelitos, para dar un enorme show, solamente se necesita carisma, sencillez y talento para dar un espectáculo que encienda la libido en el corazón de las personas. Adanowsky murió de una de las maneras más divertidas que deben existir, murió bailando.