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No hay que dejarse engañar. Más que un simple festival de música, Trópico se ha convertido en una celebración a la fiesta. Su locación no es en vano. Acapulco es una tierra casi sagrada que ha sido olvidada con el tiempo y una zona que prevalece en el subconsciente colectivo como un recuerdo más que una realidad, sin embargo, el festival –además de otras cosas– se esfuerza por mantenerlo vigente. ¿Cómo? Con una fiesta en honor a su legado y, además, en homenaje a sus mejores tiempos.
El sábado se convirtió en un rave de la vieja escuela. Con Awwz recibiendo el atardecer y con TITÁN reafirmándose como una de las leyendas más divertidas que tenemos actualmente activas. Mientras tanto, Teen Flirt brindaba un set que iba desde lo más oscuro del latin trap hasta el reggaetón más elegante, confirmando una vez más que Finesse no es solo una disquera, sino toda una forma de vida que permea hasta en la gente que disfruta de su obra.
El resto continuó hasta el amanecer, para que el sábado se convirtiera en el día más memorable de todos. El día abría con el Frente Cumbiero tocando uno de los sets más largos que se le hayan conocido y todo un sueño para la música que representa: cumbia, salsa, dancehall e híbridos entre uno y otro se hacían presentes al lado de la playa, en una fiesta de piscina que cada minuto se ponía mejor.
Thundercat recibió el atardecer como algo histórico. Entre su fusión de jazz experimental, R&B y hip hop, la tarde del sábado en Acapulco se sintió especial, como si una nueva forma de música inaugurara una nueva etapa de sus fines de semana. Con dos músicos en el escenario, Thundercat brindó cátedra de cómo es un concierto que saque de la zona de confort a su audiencia.
Todo haría sentido después, cuando Los Wembler's de Iquitos hizo su primera aparición en México. El grupo, conformado por una serie de personajes cuya edad hablaba por sí misma, hizo historia cuando no solo tocaron sus canciones más emblemáticas, sino que además ofrecieron una especie de popurrí por la chicha peruana, un género musical del que hay que sentirnos orgullosos por tener vigente hoy en día y del que hay que aprender más de lo que pensamos. Eso, más la capacidad de Ondatrópica más tarde de conjuntar la eterna rivalidad entre la salsa y la cumbia en un solo set de una hora, le dieron a Acapulco un aire de viejos tiempos transformado en modernidad. La cumbia sonó sin restricciones y la fiesta creció a la par.
Después el festival se convertiría en una reminiscencia de aquellas fiestas míticas de música electrónica que se celebraban en la zona hace más de diez años. Mientras Jesse Baez y Fuego hacían lo propio por la oferta urbana, Neon Indian y Cut Copy ofrecían un poderoso recordatorio de por qué son dos de los grupos más queridos por la audiencia nacional. De “Deadbeat Summer” a “Hearts On Fire”, el escenario principal se convirtió en una pista de baile imparable que después alcanzaría su punto máximo.
Lo hizo con Jungle y Vitalic, dos actos que hicieron sentido al paso del tiempo. Por un lado los experimentos disco de uno y por otro la brutalidad electrónica del otro. Visto en retrospectiva, Jungle sirvió para un par de cosas: reafirmar su legado y cariño por la audiencia mexicana y ser la antesala perfecta de un acto que cada vez que se presenta en México destruye neuronas. Para cuando Vitalic anunciaba un día nuevo, el público de Trópico no hacía otra cosa más que iniciarlo con brío.
El día transcurrió de la misma forma. Con menos audiencia –porque el lunes había que regresar a la vida real– el festival arrojó una oferta para la recuperación: de la discreta fiesta de Discosis a la fiesta tropical de Matanza y Dengue Dengue Dengue (un viejo conocido de Trópico) y la nostálgica despedida de –atinadamente– Encore. El fin de semana en Acapulco fue todo lo que esperábamos y, además, un poco más.
La centralización de los festivales ha hecho que la ciudad se convierta en el lugar predilecto para escuchar música en vivo, sin embargo es tremendamente valioso cuando experimentos como el Trópico resultan atinados. Todo mexicano conoce Acapulco y todos conocen su legado para la cultura nacional. Trópico, además de brindarle el valor merecido a la leyenda, ofrece una ventana para la apreciación del discurso musical de sus invitados.
Trópico 2017 fue una celebración a la cumbia, una labor bolivariana por unir a Latinoamérica en un solo lugar musical, una revitalización del rave en su estado más genuino y un espacio para que todos esos esfuerzos fueran apreciados por sus asistentes. En una era en donde la ciudad está repleta de noches activas, tener un festival que invite a olvidarlo todo por un fin de semana es un regalo, una celebración a la fiesta a la que vale la pena unirse mientras permanezca activa.
Nos vemos en 2018 querido Acapulco.