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Esta edición de Aural se ha caracterizado por albergar en su cartel géneros musicales poco convencionales que se enfocan en la improvisación, experimentación, en la expresión del espíritu por medio de sonidos y en ritmos que salen del corazón ese mismo instante. Esa noche se trató de algo desquiciante, de un ruidal producido por guitarras con distorsión y baterías poco matizadas.
El primero en intentar hacer pedazos nuestros tímpanos fue Monosodic, dúo nacional de grind que inició su presentación con "¡Necesitamos ayuda!" y problemas de audio que fueron solucionados minutos después. Una máquina de ritmos, power chords, mucha distorsión y berreos fue lo único que necesitaron para hacer música, características que a su vez le valieron al representante del talento nacional una lluvia de aplausos.
Durante la presentación de COSO, el segundo plato en la orden del día y visitantes de Argentina, aquel humo místico que ayuda a comprender lo incomprensible fluyó a través de largas cabelleras, barbas, manos sobre barbillas, ojos rojos y mentes concentradas mientras el trío atacaba con armonías disonantes, acordes complejos con dejos jazzosos y llenos de la influencia de los excéntricos compositores contemporáneos, al mismo tiempo que nos hizo analizar las poliritmias de la violenta batería y mover los cuellos a algunos otros.
El tercer round, desde Providence, Rhode Island, Brian Chippendale subió enmascarado detrás de su batería acompañado de unos cuantos pedales, un loop station y una voz de robot que provocó ruidos para acompañar su cambiante groove de batería. Durante todo el set de Black Pus nos impresionó con golpes continuos muy estiló swing, hardbop y hasta ritmos un poco más guapachosos sobre una capa de ruidos estridentes.
Alrededor de las 23 h, directamente desde Japón, Melt Banana subió una vez más a un escenario mexicano tras más de seis años de ausencia para ser recibidos con una explosión de largas melenas que comenzaron a revolotear violentamente por todo el lugar, golpeando las caras de algunos poco afortunados escuchas de la escena noisera. Bodysurfing, saltos frenéticos que trataban de coincidir la compleja rítmica de la guitarra y la ingeniosa programación de su maquinita de ritmos fueron lo mejor de la noche.
Los tres actos previos se dejaron llevar por la improvisación en vivo, con la distorsión y acordes lanzados al azar, pero con Melt Banana fue una cuestión muy diferente, ya que este dúo fue el único acto que se tomó la molesta o la consideración de preparar un setlist bien organizado, todo en pos de la satisfacción auditiva de los locos que disfruten de este demencial movimiento musical.
Es extremadamente gracioso como es que siendo los únicos que ocuparon vocales claras y atiborradas de letras en comparación con los demás, la barrera del idioma hiciera de esto lo único incomprensible ya que de primera oída fácilmente se podía reconocer la guitarra de "Chain-Shot to Have Some Fun", "Cat Brain Land" y todavía las nuevas rolas que son una genialidad, "The Hive", "Lie Lied Lies", "Vertigo Games".
A pesar de haber sido el set más largó de todos los actos de la noche, este se fue como si nada; de pronto ya estaban despidiéndose mientras exigíamos más y más de ellos,."What A Wonderful World", clásico estándar del jazz, fue la elección más preciosa para cerrar el enérgico cotorreo noisero que nos mandó a dormir con una sonrisa de lado a lado y los oídos retumbando.