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Vans se ha colocado a sí misma como una de las marcas más atrayentes dentro del mercado para un grupo a lo menos específico de juventud, siendo un puente entre el mundo del skateboard, el streetwear y los sonidos urbanos; desde la efervescente escena de punk y patinetas en las costas californianas hasta su más reciente incursión en tierras nacionales con la apertura de House Of Vans CDMX y, ¿qué mejor que manera de inaugurar el hot spot que con una ráfaga de tres días de conciertos al interior del venue?, siendo el último de de ellos el estelarizado por Hot Chip y Los Cogelones.
Pasábamos del control sanitario en las afueras del recinto a una explosión arquitectónica en pro de rampas, lijas y baleros en la sala principal, llenándose progresivamente hasta alcanzar su máximo poco antes del primer acorde. La banda de hermanos oriundos de Ciudad Neza sería la encargada de rasgar la atmósfera de stand by a base de una incendiaria introducción instrumental, partiendo del rugir en guitarra, bajo y batería enmarcado por la autenticidad sello de la agrupación.
Los Cogelones nos regalarían un set de ires y venires intercalando el impulso sonoro de los pasajes más intensos con la suavidad ambiental desplegada por los instrumentos prehispánicos, creando una marea intermitente de riffs, cánticos de sensación ritual y la armonía ultra específica del huehuetl, teponaztli y tlapitzalli resonando entre las paredes del House of Vans.
La presentación llegaría sus puntos más altos con el tronar de los parlantes al ritmo de “Hijos de Puta” y “Mexica”, destacando el estruendo contenido de la banda de guerra atravesado por el filo melódico de las trompetas. Los integrantes sumarían un grito más al cielo hacia el final del concierto con “Danza de Sol”, reventando las gargantas de los asistentes en contra del racismo y dejando el ambiente más que preparado para el blast en los cañones synth de Hot Chip.
Tras un breve periodo de espera, donde el público pareció salir de entre los muros para materializarse en la pista de baile, la banda liderada por Alexis Taylor dejaría caer “Huarache Lights”, emparejando los latidos al interior del venue con el beat compartido de batería y teclados cortesía del quinteto.
La potencia del primer track impregnada sobre la experiencia compartida se mantendría a lo largo de toda la presentación, hilando hit tras hit en una estampida dance y electro indie con “One Life Stand”, “Flutes” y “Hungry Child”, regalándonos un desfile de variedad multinstrumental con los integrantes paseándose entre una suerte de percusiones e instrumentos de cuerda, llegando a improvisar un slide con el cuello de una botella sobre la firebird del frontman.
“Boy From School” nos regalaría un respiro bajando ligeramente la intensidad melódica pero recuperando energía suficiente para subir de nuevo con “Spell” y “Straight to the Morning”, delineando milimétricamente la línea en sintetizador que nos llevaría a un primer clímax en “Over and Over”. La marea de intensidad parecía calmarse una vez más con el combo de teclado y voz en “Made in the Dark” unida a “Melody Of Love”, todo para sorprendernos en un instante de piel chinita, pupilas dilatadas y salto coreográfico de la mano de “Ready For The Floor”.
El concierto de los ingleses cerraría en un feedback pronunciado tras “I Feel Better” y “Dancing In The Dark”, dando paso al DJ set de Bonnz! y dejándonos con el sentimiento de que House Of Vans había logrado estar a la altura de los grandes actos de aquella noche, haciendo justicia al rock mexica experimental y brillando con el synth dance traído al frente.