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Sin botas no hay diversión
Para llegar a la granja Worthy, la tercera productora de leche del Reino Unido, hay que tomar un avión a Londres, luego un express a la estación London Paddington, un tren a Somerset y finalmente un bus al llamado “site” del festival.
Poco antes de llegar, el camión de doble piso subió una colina, desde la que pudimos tener nuestras primeras impresiones: cientos de toldos de colores, alineados cual campamento militar romano, rodeaban el valle entero.
Después de recoger nuestras acreditaciones caminamos unos buenos minutos hacia la zona de camping, nos instalamos y fuimos a explorar. Eran ya las 3:30 de la tarde y lamentablemente nos habíamos perdido a Rodrigo y Gabriela, Band of Skulls, Mad Professor, Vintage Trouble, Crystal Fighters, Lily Allen y Wild Beasts.
Mientras tratábamos de entender la dinámica de las calles que llevan a los escenarios, una tormenta estilo verano en el D.F. convirtió el suelo de toda la granja en un lodazal que, en ciertas zonas, cubría los pies completos. Tan fuerte fue la lluvia que, por primera vez en los últimos años, la producción decidió cancelar la actuación de varios músicos.
Como buen novato, arruiné mis tenis y tuve que comprar unas botas. Veinte libras (unos 466 pesos) que, aunque me dolió gastar, me aseguraron la diversión el resto del día, y del fin de semana; las botas son un must, no por nada el logo de la app de Glasto es justo unas botitas de lluvia.
Hablamos con nuestros amigos de Troker, que ya estaban “on site” y fuimos a entrevistarlos en el backstage del West Holts Stage, donde también pudimos ver a tUnE-YaRdS y a Jurassic 5, mientras en otros escenarios, Elbow, Sophie Ellis-Bextor, Tinariwen y Four Tet completaban la tarde.
Cuando salimos del West Holts ya anochecía (a eso de las 9:30 p.m.) y apenas tuvimos tiempo para caminar entre la multitud hacia el Pyramid Stage, en el que el gran cerrador de la noche, Arcade Fire, se llevó las palmas y los gritos de más de 90 mil personas que corearon, saltaron y hasta prendieron bengalas que hicieron juego con algunos fuegos artificiales.
Al mismo tiempo, Skrillex, Kaiser Chiefs, MIA y Metronomy hacián lo suyo en el Other Stage, John Peel Stage, West Holts Stage y The Park Stage, respectivamente.
Poco después de las 12 de la noche nos fuimos a descansar. Nuestro camping, que se encontraba en las afueras de la granja, no escapó a la fiesta: a más de tres kilómetros de distancia, el Bloque 9, que alberga pequeños escenarios de música electrónica, y el Arcadia, un stage que recuerda Mad Max, vibraban al beat del house, techno y trance, aderezados con rayos laser verdes y bolas de fuego que casi alcanzaban el cielo.
De todo y para todos
Sábado. En la granja (y la mayor parte del Reino Unido) amanece a las 5 de la mañana. La fila para bañarse es tremenda, alcanzamos a contar 120 personas, así que obviamos el acto matutino, honrando de cierta forma el espíritu libre, hippie y medieval de esta gran fiesta.
Fuimos a desayunar. Si no les gusta comer mal, Glastonbury no es para ustedes (bueno, Inglaterra no es para ustedes). Nada baja de cuatro o cinco libras (unos 60 pesos) y nada sabe rico, pero qué importa cuando el primer acto del día incluye a Kelis, que con un vestido rosa inició covereando a Nina Simone en el Pyramid Stage.
Acto seguido, Warpaint en el Other Stage, frente a unas 35 mil personas. Cuando nos dirigíamos a The Park Stage para presenciar el soporífero acto de Nina Persson (ex The Cardigans) echamos un vistazo a Arcadia, que estaba vacío pero tenía un show de car smashing, y Glade (donde tocaba Alexis Taylor).
También pasamos por el Acoustic Stage y la zona para niños, un lugar con juegos y un pequeño escenario, porque vale la pena destacar que Glasto es un festival 100% familiar, incluso tiene una zona de camping exclusiva para familias.
Justo al lado de The Park hay una colina en la que montaron la palabra Glastonbury, muy al estilo de Hollywood. Subimos y tuvimos, por fin, una visión completa de la magnitud de este festival. Justo en ese momento, Lana del Rey comenzaba a tocar en el Pyramid. Escuchamos un par de canciones al final de su show, que muchos alabaron. De regreso hacia la carpa de prensa, alcanzamos a escuchar un poco de Kodamine. Después, un poco del legendario Robert Plant en medio de la lluvia, que no bajó los ánimos de nadie para presenciar el acto del vocalista de Led Zeppelin.
Después de una mala comida, nos lanzamos al William’s Green para checar a Fujiya & Miyagi, que aunque tuvo poco quórum, prendió. En el camino hacia el Pyramid, para ver a Jack White, vimos un rato a los Manic Street Peachers y luego nos topamos con un quiosco en el que estaba tocando Spoctet, un septeto de jazz/balcan/folk muy divertido.
White, como era de esperarse, abarrotó el escenario principal y saludó a los asistentes con un: “sé que llevan sentados en el lodo todo el día, y que eso no es digno, pero ya estoy aquí”. Frente al escenario, ondeaban varias banderas mexicanas.
Por cierto, mucha gente lleva banderas en astas flexibles, con distintos pendones o artículos en la punta, para identificar sus grupos. Aunado a esto, el festival coloca banderas en la mayoría de los escenarios y carpas, lo que le da un aire medieval al evento. Y si le sumamos el lodo (volvió a llover este día), el flashback es casi perfecto.
Para cerrar la jornada nos lanzamos al DJ set de Pillowtalk en el Beat Hotel, donde la fiesta no pudo ser mejor; luego un poco de Pixies, que hicieron valer su condición de ídolos; y finalizamos con el obligado de la noche: Metallica, cuyo show inició con un video en el que Lars y compañía están vestidos de osos que cazan a los cazadores (nos imaginamos que por toda aquella polémica que hubo de James como cazador). Luego, poder absoluto frente a miles y miles de personas que encendieron bengalas, corearon y jugaron con pelotas negras que la banda lanzó. Un digno cerrador que, cuenta la leyenda, ya moría por tocar acá.
Sunday/funday
Tercer y último día. La gente siempre con la mejor actitud. Además, para nuestra fortuna, el sol salió y, aunque las nubes amenazaban con soltar otra lluvia, eso no sucedió. El lodo se convirtió en una masa dura y caminar era más fácil.
Del camping nos fuimos directo al West Holts Stage, uno de los más importantes del festival, donde a las 2:30 p.m. tocaría Troker. Parte de nuestro viaje fue para seguir su camino en Glasto, así que una vez más los saludamos en backstage y disfrutamos su concierto. Ante unas 1500 personas, los de Jalisco demostraron por qué repitieron por segundo año consecutivo en la granja. Energía, interpretación exacta y todo el poder mexicano en el escenario.
Decidimos pasar buena parte del día detrás del West Holts, donde pudimos ver a los chicos de Disclosure jugando unas retas de ping pong, e incluso una parte del México – Holanda con Troker. (Sí, amigos, no era penal, pero déjenlo ir).
Disfrutamos a Public Service Broadcasting (que invitaron a Tibu y Gil de Troker al escenario), luego a The Lee Thompson Ska Orchestra, con toda la esencia de Madness y a The Wailers (pura buena onda).
También alcanzamos un par de canciones, a lo lejos, de The Black Keys, y mientras Ellie Goulding, Bonobo, Chance the Rapper y James Blake se presentaban en los otros escenarios principales, nosotros nos preparábamos para el gran cierre con Kasabian y Massive Attack que, como profetas en su tierra, volaron las expectativas de sus fans.
Para cerrar con broche de oro, regresamos al backstage del West holts, donde un bar perfectamente adornado con motivos mexicanos (hasta un altar de día de muertos) recibió a Troker por segunda ocasión en el día. Ellos fueron los elegidos para amenizar la fiesta de la producción, que fue un éxito rotundo.
Para nosotros, el final de una experiencia irrepetible. Como bien escribió Gruff Rhys en el programa de mano oficial de Glasto: “aquí no tienes que ver bandas para pasarla bien”. Y es cierto, porque la gente, tanto asistentes como voluntarios (todos los que trabajan en el festival lo son), no tiene pretensiones, pero sí una gran actitud.
Cabe destacar que en Glastonbury no hay marcas, no ves escenarios brandeados ni exclusivas, y esto le da una magia especial, independiente y real. Aunado a esto, puedes ver a Noel Gallager o Jamie xx paseando por las calles enlodadas de la granja y la oferta musical y de arte es tan diversa como el mundo. A mí nunca me han gustado las granjas, pero a ésta hay que regresar.
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Esta cobertura fue posible gracias al apoyo de la Embajada Británica en México.