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Desde las lejanas y recónditas tierras de Monterrey, el ecléctico, aplaudido y aventurado Festival NRMAL llegó por vez primera a la zona capitalina para un trabajado y tangible éxito que sin duda demostró su consistencia en oferta y organización en una inolvidable fiesta musical.
Dentro del deportivo Lomas Altas en el que, para poder acceder, se debía dejar revistar hasta el alma por armados militares, una variada y sustanciosa mixtura musical se dio cita en tres escenarios; La música inició con el proyecto de folk nacional Late Nite Howl para ceder luego lugar Rancho Shampoo, dos soporíferos inicios que ni invitaron a bailar ni a levantarse del suelo por la contemplativa característica de su oferta.
El primer momento memorable, al menos para los pocos que se comprometieron en llegar temprano, llegó con Destroyer qué recordamos por ser parte de The New Pornographers y haber brillado por su ausencia en el único concierto que dicho ensamble canadiense diera en nuestro país; mientras Dan Bejar se presentaba acompañado únicamente por su guitarra, en el escenario Noisey la fiesta iniciaba con System Error, para luego dar paso a Trillones en un espacio que demostraría ser el ideal para los mejores pases electrónicos de baile en todo el evento.
Poco a poco fue llegando la gente al evento (con todo y confundidos perros gracias a su bandera pet-friendly) pero, tratándose de un festival con una clara oferta emergente y poco conocida, mucho se trató de un volado o llamado por la curiosidad, ya que mientras muchos disfrutaban de los chilenos El Sueño de la Casa Propia, pocos pero muy atentos pudieron disfrutar de la onda sónica de las Islas Canarias conocida como Pumuky, quienes se presentaron sin aviso tras la inesperada cancelación de los tapatíos punk Los Monjo.
El festival también contó con su espacio rebuscado-intelectual en que se dieron cita performances o bien, actividades literarias que entre declamación de poemas, música en vivo o experimentación sonora, la Carpa Literaria era el espacio más exótico en el qué estar durante el festival.
Otro memorable set ocurrió con el triunfal retorno de Matías Aguayo que, a modo de dupla, junto a Mostro ejecutó lo mejor de lo electro-tropical-experimental para hacer bailar a la ya visible muchedumbre que después del bacanal y éxtasis musical, sintió el apagón de ánimos con los californianos Barn Owl que con fino drone y minimal acompañado de ruido procesado deprimieron y decayeron los ánimos mientras The Range al otro costado del foro le daba a todo con el techno.
El que sin duda fue el recital que se llevó la noche, por impacto y calidad, fue la bestia de Detroit, Wolf Eyes que ahora como un trío aterrorizaron y devastaron todo a su paso con el noise más crudo y pesado que haya escuchado esta ciudad en mucho tiempo. Una energía y entrega por su parte que transmitió y arrojó más en 40 minutos que pocos podrían en dos horas; después del Apocalipsis, La MiniTK del Miedo en otro extremo trajo desde Colombia lo más extraño de la cumbia electro-gótica que puso a muchos a bailar sudados y confundidos por los atuendos de los interpretes.
Con un ligero retraso en escenario, el proverbio del hip-hop contemporáneo, Kelela subió para ofrecer un set introspectivo, profundo y sobre todo brillante por los tonos y rangos de voz de la norteamericana, acompañados del DJ Total Freedom que pusieron a la gran cantidad de presentes no solo a bailar, sino a poner atención.
El momento de la historia llegó con la primer presentación en suelo mexicano de Silver Apples, ahora con un solo miembro sobreviviente, un set que incluyó clásicos como “You and I” y “Oscillations” además de un tema nuevo o reversiones de otros, dejó en claro que de la misma manera en que otros visitantes como Faust, Neu! y The Residents, más que atraer vegetes o veteranos, convoca mucho curioso y aventurado joven que hasta osa bailar sobre lo que escuchó.
El cierre de la noche corrió a cargo del conjunto de funk-pop Blood Orange, que sí bien se dice que en cualquier momento serán una explosión musical de cuidarse, su oferta entretiene y genera una gran fiesta, pero poco propone o innova ya que después de un rato se siente un sonido plano y repetitivo.
Llegada la una de la mañana, con gente sobre el escenario y otros ya listos en el estacionamiento, el Festival NRMAL demostró que se puede hacer un festival masivo sin nombres grandes, con talento nacional emergente y con el apoyo y difusión mediático de cualquier otro; hay oferta y hay interés. El evento vio y venció con una convocatoria decente para un primerizo. A paso firme va para consagrarse entre los niños grandes de los festivales en nuestro país.