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En momentos en que en esta parte del mundo se habla de muros, en el sur, el festival nacido en Uruguay hace diez años, cruza las fronteras y se instala en la capital brasileña para proponer un diálogo en la escena contemporánea Latinoamericana.
La primera edición brasileña del Fest Contrapedal, propuso además de música, muestra de cine de jóvenes directores latinoamericanos –en donde fue exhibida la pieza mexicana Los años azules de Sofía Gómez-Córdova–. También hubo espacio para exposición de artes visuales, feria gastronómica, feria de emprendedores creativos, espacio infantil interactivo con tecnología, fiestas y conferencias.
El desafío de impactar a una ciudad cosmopolita como Sao Paulo fue superado con creces gracias a una ecléctica pero muy bien pensada programación musical, que reunió a más de 20 artistas de ocho países, entre los que estuvieron los sonorenses de Hong Kong Blood Opera por parte de México.
El viernes 7, el evento dio inicio con una fiesta de apertura en el local paulista Jazz nos Fundos. Allí se dio cita parte de la comunidad artística de Sao Paulo e invitados internacionales que comenzaron la celebración bailando con los argentinos de Faauna que con su cumbia digital prendieron el fuego a la noche. Cuando la media noche llegaba, la segunda tarima del espacio recibió al músico pernambucano, Tagore. Ya con una sala totalmente repleta, el grupo paseó por la psicodelia, fusión brasilera y canciones indie folk. Vale la pena darle una mirada a este artista que por momentos nos remite a Tom Zé.
El núcleo principal del festival fue desarrollado en el emblemático Centro Cultural Sao Paulo, donde la curiosa sala “Adoniran Barbosa” recibió a la mayoría de las propuestas musicales. Se trata de una sala cuadrangular y sonido cuadrafónico, con una tarima rodeada de butacas al nivel del piso y también en un primer nivel. Allí el sábado comenzaba la función con el grupo de Porto Alegre Cuscobayo con una propuesta de folk rock mestizo, recibiendo como invitado al propio Tagore. Inmediatamente después, el cantautor experimental colombiano Edson Velandia se adueñó de la escena y del público que comenzaba a colmar las instalaciones.
Los chilenos Miss Garrison ofrecieron un hipnótico show que pasó por el electro pop, el ambient y el trip hop, llevando de viaje a una audiencia cautivada por los sintes y la performance de Fran Straube.
Un capítulo aparte merecería describir lo que sucedió con los Hong Kong Blood Opera, quizás la banda más inesperada del festival que, literalmente, le voló la cabeza a todos los que ya colmaban la sala. Un show punk electrizante, un sonido lacerante y una performance digna de alguien que espera que el mundo se termine en cualquier momento. Los sonorenses tuvieron presentación memorable y finalizaron ovacionados por un público al que le movieron las entrañas.
Esa tarde noche magnífica tuvo su momento de máximo clímax cuando subió a la tarima, la Nómade Orquestra, una big band instrumental que pasa del jazz al funk, y que tuvo en la voz invitada de Russo Passapusso (Baiana System) el detonante perfecto para volver loco de alegría y baile a la sala totalmente abarrotada de público.
En la noche del sábado, el festival se convirtió en una loca fiesta en el Centro Cultural Rio Verde en el barrio de Pinheiros, donde un teatro art decó sin butacas fue testigo del frenesí y la alegría latina. La fiesta la abrieron el trío de Brasilia Muntchako, una experimentación sonora e instrumental que fusiona todo tipo de ritmos brasileños y universales con guitarras, baterías y bits electrónicos con una propuesta escénica divertida e irreverente. Inmediatamente después, el trío electrónico tropical de Dominicana MULA contagió al público con su dulzura y carisma, poniendo a mover las caderas del público brasilero que ya comenzaba a llenar el espacio. El ícono pop rioplatense, Dani Umpi, –ya habitué de anteriores Fest Contrapedal–, se puso a todo el mundo en el bolsillo ni bien pisó la tarima con su imagen queer y el electro pop de su nueva banda que instaló el baile y el descontrol, en una audiencia que no quería dejarlo marchar. Finalmente, el show de la noche lo dio la artista trans y “terrorista de género”, Linn da Quebrada que recibió a otra artista activista por los derechos LGTB, MC Xuxu. Electro pop, funk carioca, samba y fusiones de hip hop con un show totalmente irreverente y provocador en donde el sexo estaba presente en cada bit y donde no hubo nadie que pudiera dejar de mirar hacia el escenario ni parar de mover los pies.
Llegaba el domingo y el Centro Cultural São Paulo, volvió a ser el epicentro de esta fiesta latinoamericana. El público regresó temprano para colmar desde el primer momento las diferentes instalaciones y colmar la sala Adorinam Barbosa que inició la jornada con el imponente show de Baleia, un grupo de Río de Janeiro. Sonidos densos, melodías profundas y una presencia totalmente cautivante de su vocalista. Vale la pena seguir este grupo que seguramente pronto veamos alternando en grandes festivales. Franny Glass, otro proyecto uruguayo presente en Sao Paulo, llegó con su nueva propuesta sonora y nueva banda. Ahora el grupo presenta arreglos más electrónicos y se incorpora también un elemento femenino que suma coros, sintes y hasta una trompeta. Vimos a muchos entre el público tarareando sus canciones con felicidad.
Con la sala totalmente desbordada de gente, el público recibió muy expectante a quizás la propuesta musical más exótica del festival. Mateo Kingman en una formación a dúo, con sus sonidos electrónicos, fusiones de música amazónica y su despliegue en el palco, llenó de energía el lugar y arrancó los mayores aplausos para un grupo extranjero en el CCSP.
La noche y el festival tuvo un cierre memorable con Jaloo, un artista de pop electrónico totalmente seductor y carismático que en comunión con un público entregado, llevó a que éste invadiera la tarima y terminara siendo todo una gran fiesta de música y alegría.
El Fest Contrapedal, llegó a São Paulo gracias a Oi y el apoyo cultural de Oi Futuro, con el desafío de proponer un diálogo entre la nueva creación en América Latina y conquistar a un exigente público paulistano con una programación arriesgada y bien selecta. Misión cumplida.