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Corona Sunsets 2017: San Pancho

Corona Sunsets 2017: San Pancho

Una celebración a la vida en Corona Sunsets.

Puerto Vallarta, Jalisco. Los hoteles a tope y las tarifas por los cielos. Todo mundo busca hospedaje. San Pancho no es la excepción; Airbnb ofrece dos o tres opciones, pero todas disponibles hasta el siguiente fin de semana.

Así el reflejo de Corona Sunsets en la industria hotelera. De Guadalajara, de San Luis Potosí, de Querétaro, de León y hasta de Los Ángeles llegó gente para la segunda y última edición en territorio nacional, que se llevó a cabo en uno de los destinos turísticos más florecientes de México, en las costas de Nayarit.

San Pancho está ubicado a unos 50 minutos de Puerto Vallarta, justo arriba de los ya descubiertos y atractivos Punta de Mita y Sayulita. Ahí se encuentra también una hacienda que lleva el mismo nombre, y que Corona utilizó para montar dos escenarios, algunas barras (insuficientes), dos o tres food trucks de sorprendente calidad, baños ecológicos, una torre para tomarse selfies con el mar de fondo y el infaltable stand para dibujarse iconos en la cara.

Todo puesto. Sol implacable. Incluso las palmeras pedían tregua. Entramos a eso de las 17:30 H por un tema ajeno, y lamentablemente nos perdimos a Salón Acapulco y TiNi TuN el primero más doloroso que el segundo, claro. Pero logramos ver el DJ set del italiano Bruno Martini, que atrajo a varios cientos al Griffin Stage (el principal). Todos manos arriba, saltos sobre la arena y moviendo cabezas desenfrenadamente.


Después, en el Crown Stage, mucho más pequeño, Telefunka. Los de Guadalajara, un poco olvidados, volvieron a adentrarse a las cabezas del público, quienes ovacionaron casi todas las canciones, y corearon al unísono su gran versión de “Bésame Mucho”, con la que cerraron su show.

En el Griffin ya sonaba Vintage Culture, pero decidimos dedicarle más tiempo a los nacionales. Mexican Dubwiser nunca decepciona. Fiesta y ánimos al máximo cuando sonó “Bad Behavior”. Así cerraba este pequeño pero bien curado escenario. Ya era momento de descansar. Casi cinco horas de sol intenso y lo que faltaba.

El sol dejó de hacer estragos a eso de las 21 H. Con el atardecer, la gente se movió al Griffin Stage, donde la magia estaba a punto de comenzar. Primero, un desfile en oda a lo místico y a la naturaleza. El escenario coronado por una flor de colores y patrones de iluminación impactantes. Después, fuego, pirotecnia (que resaltaba las palmeras como gigantes a contraluz) y Bakermat. Aquí radica el núcleo de la fiesta, es una producción espectacular, luminosa, raver con estilo.

Todos boquiabiertos, mientras se movían al ritmo de la música que siguió hasta pasada la media noche con un cierre fantástico de Duke Dumont. Mientras la gente salía y las luces se apagaban, las palmeras de San Pancho parecían decaídas y tristes, tal vez solo esperando que la fiesta regrese el año próximo.