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Como cada noviembre en la Ciudad de México, llega esa época especial para todo melómano en donde tiene que elegir su atuendo más colorido y alusivo a la cultura pop; sus compañeros de guerra para que lo acompañen por senderos tremebundos llenos de piedra, pavimento y pasto (aunque algunos caigan en el intento) y que luzcan esos esfuerzos de haberse aprendido tantas canciones, buscar a tantos artistas desconocidos y sacar sus mejores movidas de baile duro o romántico. Es noviembre de Corona Capital, y ahora ofrece algo para todos.
Muchos habían tenido reservas acerca del cartel por tener en el repertorio a artistas usualmente ubicados en festivales de indumentaria, pero al darse sede todos este pasado 17 de noviembre en la Curva 4 del Autódromo Hermanos Rodríguez, todo tuvo sentido: el Corona siempre fue pensado bajo el precepto aquél de la música, ese que predicó Madonna en el año 2000: la música hace que la gente se reúna. Y hubo algo para todos, tanto en temática artística como en amenidades, que nuevamente dio pie a lo carnavalesco, lo extremo y lo tierno. Entre ruedas de la fortuna, columpios y casas de descanso de diversas marcas, miles de almas se conocieron por vez primera, mientras que otros cimentaron amistades y relaciones a ritmo de canciones agresivas, melancólicas y agitadas, como debe de ser.
La tarde soleada comenzó con los sureños de Blank Range, quienes recibieron a los asistentes puntuales con el rock sin adulterar de “86 My Mind” y “Ember in the Ash”. A la concurrencia que cada vez llenaba más el recinto, los acompañaron dos de los grandes representantes del llamado bedroom pop: Clairo y Gus Dapperton. Cada uno con juventud y simpatía de sobra demostraron el enorme culto que ya tienen entre el público mexicano y dieron gala de su enorme potencial para ganarse un recital en solitario.
A varios pasos, los australianos de Pond dieron sonoridad a la incandescencia del día con su psicodelia llena de sintetizadores y guitarras. Liderados por uno de los miembros de Tame Impala, Nick Allbrook, cubierto de plata en su atuendo y maquillaje, los músicos interpretaron “3,000 Megatons”, “Fire in the Water”, “Sweep Me Off My Feet” y un breve tributo a los Bee Gees con “Jive Talkin’”. Minutos después, Sparks, la legendaria banda glam de Los Ángeles, dio cátedra de lo que es dar un show electrizante y divertido y convirtió el Escenario Corona en un club underground de los años setenta. Al ser su primera vez en México, los hermanos Russell y Rob Mael se sintieron conmovidos al ver que miles de voces coreaban “Tryouts for the Human Race”, “This Town Ain’t Big Enough For the Both of Us” y “The Number One Song in Heaven”.
Como era de costumbre, los globos, coronas y disfraces de peluche desfilaron entre los árboles y bocinas, mientras que el buen ambiente se palpaba mayor al tener a escuchas con varios gustos y perfiles. Toda la buena vibra fue exacerbada por el propósito del festival para hacerlo más ambientalmente amigable, de modo que tus vasos de chela o platos de hot dogs iban directamente a las fábricas cerveceras o a las comunidades indígenas necesitadas. Si esto tiene más impulso en otros festivales, no estaríamos lejos de tener una especie de Live Aid pronto. No es exageración.
Mientras un atardecer deslumbrante de naranjas, amarillos y azules iluminaba los campos, Jenny Lewis subía al Dorito’s Bunker en un outfit reminiscente a los que usa la icónica Dolly Parton, con carisma para igualar. La oriunda de Las Vegas, Nevada lució su coquetería country con temas como “Rise Up (With Fists!!)”, “See Fernando” y “One of the Guys”. Del otro extremo, los californianos elegantes de Shannon & The Clams convirtieron la Levi’s Tent en una cafetería de los años cincuenta con el R&B, surf y twist de “Hey Willy”, “Did You Love Me” y “The Boy”.
La primera parte de exuberancia pop jovial de la noche llegó de la mano de Panic! At the Disco, una banda que ha pasado por tantos estilos y cambios de alineación en su trayectoria como fanáticos y escépticos. Esas diferencias quedaron en la parte de afuera cuando Brendon Urie (el único miembro constante) dio una repasada a su trayectoria musical con “The Ballad of Mona Lisa”, “Say Amen (Saturday Night)” y “Nine in the Afternoon,” que pusieron a bailar a poperos y hipsters por igual.
Al caer la noche, las cosas tomaron un giro más retro con el shoegaze de The Jesus & Mary Chain. A diferencia de su afamado sonido en sus álbumes, en donde la baja fidelidad y las reverberaciones dominan los canales de audio, en vivo son una bestia totalmente diferente, con una claridad que dejó atónitos a sus aficionados y a quienes los descubrían por vez primera. Jim Reid y el resto de sus escoceses compañeros dieron una repasada a “Amputation”, “April Skies”, “Head On” y la esencial “Just Like Honey”.
La afición musical de la Curva 4 se dividió en tres partes iguales: los nostálgicos del indie clásico de The Kooks, que logró una convocatoria bestial al entonar éxitos como “Eddie’s Gun”, “Bad Habit”, “Always Where I Need to Be” y “Naive”; los que se sentían sexys a causa de BØRNS y “Blue Madonna”, “American Money” y “Faded Heart”; y los que tenían ganas de bailar que recibieron el retorno de Friendly Fires con emoción descomunal, al ritmo de “Jump In the Pool”, “Lovesick”, “In the Hospital”, “Skeleton Boy” y “Paris”. Cada uno de estos actos aseguró su lugar en el corazón de los mexicanos y demostró el por qué suelen hacer sus aperturas o cierres de tour en tierras aztecas.
Llegó el esperado momento de los actos principales. La neozelandesa Lorde convirtió el Dorito’s Bunker en un cuento de hadas oscuro, incierto y seductor, gracias a su equipo de bailarines, diseño de producción y vestimenta sui generis. Aún con 22 años, la cantante mostró un completo dominio del escenario y mucha emotividad, al anunciar que decidió cerrar su Melodrama Tour tras muchos intentos de venir. La gente se rindió a sus pies con canciones como “Sober”, “Homemade Dynamite”, “Tennis Court”, “Magnets”, “Green Light” y “Royals”. Definitivamente consiguió un lugar en la realeza musical consolidada en México, si disculparán mi sutilidad.
El momento épico de la noche sin duda fue para Tom Rowlands y Ed Simons, mejor conocidos como The Chemical Brothers. Lograron que el paso entre foros fuese casi imposible entre todos los que deseaban sacudirse hasta no poder y todos los que procuraban a sus acompañantes y bebidas. Si uno tenía suerte, podía disfrutar del magno show que armaron con visuales hipnotizantes y robots gigantes mientras sonaba una mezcla compuesta de temas ya legendarios como “Go”, “Do It Again”, “Swoon”, “Elektrobank/Piku Playground”, “Believe”, “Star Guitar”, “Hey Boy Hey Girl”, “Galvanize” y “Block Rockin’ Beats”. El sangre y sudor para lograr siquiera un rinconcito para moverse a gusto y disfrutar de la luces y sonido valieron la pena al final. Uno de los actos para recordar en la historia del Corona Capital.
Finalmente, el festival consintió a quienes habían comprado con apuro en la preventa, a los que pelearon hasta la camisa y el bono bien merecido por el Buen Fin para obtener un boleto; a conocedores de la música y escuchas casuales; a los asiduos de la fiesta y los más elegantes y reservados con un verdadero showman hecho y derecho: el señor Robbie Williams. Wow. Si la idea es siempre cerrar con un acto de calibre internacional, dieron en el clavo con una opción poco convencional para lo que nos tienen acostumbrados, pero Williams se lució teniendo en cuenta que gran parte de la multitud no iba exactamente por él.
Williams tomó posesión de las masas y las moldeó a su antojo, ya sea para unas lecciones de canto con unas sesiones a cappella de “Livin’ on a Prayer”, “Take On Me”, “Rehab” y “Don’t You Want Me” o poniendo a prueba su memoria lírica con “Love My Life”, “Come Undone”, “Millenium”, “Somethin’ Stupid” y “Rudebox”. Además, derrochó gallardía de gentleman británico al cortejar a una chica en el público con “She’s the One” y subió a su mismísimo papá para que lo acompañara en una emotiva rendición de “Better Man”. Para dar el último toque a su bloque, deleitó a todos con “Tripping”, “Feel”, la esperada “Rock DJ” y por supuesto, “Angels”, que hizo que más de uno sollozara a moco tendido. Todo esto mientras salía ataviado con una playera de la Selección Mexicana y la famosa chamarra de “Mexico is the Shit”. Si Williams había sellado el trato hace unos días con su base de seguidores hace unos días en Guadalajara, ahora logró esa rara tarea de que todas las personas, sea cual sea su edad, grupo favorito o preferencia, se unieran en una misma nota, letra o melodía.
Así terminó el primer día del Corona Capital con las razones por las que seguimos esperando con ansias noviembre y realizamos ese venerable ritual de preparación: las sorpresas, los servicios, las actividades, la camaradería e, indudablemente, la calidad musical. ¿Nos deparará algo similar el día de mañana? Aún hay más…