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Continuando con la liturgia sonora que atestiguamos el día anterior, y con la recta final del Bestia Festival 2015, esa tarde-noche de domingo John Zorn volvería a emocionarnos con sus intrincadas improvisaciones a través de un recital en el que reuniría por primera —y tal vez única ocasión— a dos portentos culturales invocados ex profeso: el Órgano Monumental del Auditorio Nacional y El gabinete del Dr. Caligari.
Filmado en 1920 por el germano Robert Wiene, el filme es considerado uno de los momentos cumbres en la historia de la cinematografía. Su realización marcó el inicio del cine expresionista alemán, y es una de las cintas más reverenciadas por los fanáticos del séptimo arte, además de ser incansablemente revisitada, estudiada y homenajeada, pues se ha convertido en una pieza influyente para los cineastas de varias generaciones. Además, es considerada por muchos estudiosos como la película que inaugura uno de los géneros cinematográficos más gustados en la actualidad: el terror.
Por iniciativa de la Fundación Friedrich-Wilhem-Murnau, recientemente se realizó una restauración digital de la obra para obtener la mejor calidad de imagen, color, intertítulos y otros detalles que permitan exhibirla en óptimas condiciones, haciéndole justicia a la original. El estreno de esta versión restaurada se llevó a cabo en la clausura del Festival de Cine de Berlín de 2014.
Por su parte, el Órgano Monumental data de 1934, y fue reconstruido en 1958 en el Auditorio Nacional (originalmente se encontraba alojado en el Palacio de Bellas Artes). Este instrumento musical alcanza las dimensiones de un edificio de tres pisos y tiene un peso de 15 toneladas. 15 633 flautas conforman este órgano tubular, considerado el instrumento más grande de México y Latinoamérica, y el séptimo más grande del mundo.
Ante tan formidables obras de arte, John Zorn se puso a la altura, y durante poco más de setenta minutos envolvió al recinto y a la audiencia en una vehemente y virtuosa ejecución. A través de las diversas gargantas del órgano, escaparon notas que sumergieron al respetable en el pesadillesco universo concebido por los guionistas Hans Janowitz y Carl Mayer. La música, por momentos desquiciante y ensordecedora, era el perfecto complemento de las imágenes delirantes; de las escenografías distorsionadas; de los personajes de expresiones graves, inquietantes o de plano demenciales; y de la tétrica danza de luces y sombras usadas para plasmar la insólita historia del joven Francis y su encuentro con el malévolo doctor.
Zorn hizo despliegue de su genialidad, generando una cascada de acordes que iban de tonos melancólicos y cándidos, hasta estridencias espeluznantes, mientras en la pantalla veíamos las fechorías cometidas por el sonámbulo Cesare, manipulado por el siniestro Caligari, hasta que ambos son descubiertos tras una frenética persecución; la verdad tras sus crímenes es revelada en el que ha sido uno de las más recordados giros argumentales… y quizás el primero en su clase.
La miríada de notas cesó cuando la cinta llegó a su fin. John Zorn se puso de pie para recibir ovaciones y aplausos del público, y él mismo aplaudió y brindó reverencias a su cómplice de esa noche: el Órgano Monumental.