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La noche de ese sábado, el Lunario se volvió el púlpito desde el cual aquellos que son fieles a las vanguardias musicales, escucharon predicar a uno de sus máximos exponentes: John Zorn.
Dos minutos antes de las nueve, la liturgia dio inicio con los mexicanos de Klezmerson, quienes ejecutaron piezas que son el resultado de un sincretismo entre las tradiciones musicales de los gitanos, del Medio Oriente y de México. A ellos les correspondió ejecutar temas provenientes del Masada Book 2: The Book of Angels, perteneciente a la serie de producciones que bajo este concepto reúne distintas composiciones de Zorn.
La agrupación fundada en 2003 por Benjamín Shwartz, elegida por el famoso saxofonista y compositor para formar parte de Tzadik (su sello discográfico), ofreció un set pletórico de ritmos que combinaban sutilmente la cadencia del jazz con la sensualidad propia de los ritmos orientales, en una presentación que fue in crescendo a la par del ánimo de los asistentes. Al finalizar, el homenajeado de esa noche subió al escenario pare felicitar al grupo y solicitar una ovación para ellos.
A las 21:35 horas, Abraxas se apoderó del escenario. El cuarteto norteamericano integrado por Shanir Ezra Blumenkranz (bajo), Aram Bajakian (guitarra), Eyal Maoz (guitarra) y Kenny Grohowski (batería), ejecutó composiciones del Psychomagia, su más reciente producción conformada por creaciones de Zorn, e inspirada en las técnicas y rituales sanadores concebidas por el conocido artista Alejandro Jodorowsky.
Abraxas le subió varias rayitas a la distorsión y a la fuerza del show, en una energética y psicodélica actuación inclinada más hacia el space rock y ondas progresivas afines, donde hizo despliegue de su virtuosismo en paroxísticas improvisaciones que llevaron a la audiencia a la inmediaciones del paraíso. Y nuevamente, al terminar de tocar, John Zorn entró en escena para agradecer al cuarteto por su brillante intervención.
Eran cinco minutos pasadas las diez cuando se procedió a dar un breve intermedio, en lo que se hicieron algunos ajustes en el escenario para continuar con el orden del programa. Mientras esperaban, algunos de los feligreses aprovecharon para reabastecerse de cerveza ("Está más chida que la del Corona”, exclamó uno de ellos); otros hacían diversos comentarios sobre lo que acababan de ver (“Yo no sé bien qué pedo con lo de Masada”); y otros sobre lo que estaban a punto de presenciar (“Ahorita que suban los Secret Chiefs, vas a ver que se debrayan bien chido”). También se pudo ver a un par de integrantes de Klezmerson deambulando entre el público, recibiendo algunos elogios.
A las 22:20 un septeto hizo su aparición, adueñándose del recinto por casi 30 minutos y haciendo que uno de los divinos misterios se apoderase de todos: los Secret Chiefs 3 entraron en escena, esta vez despojados de sus túnicas —que en el pasado les hicieran famosos—, arremetiendo con canciones extraídas del Masada Book 3: The Book Beriah, también de la autoría de Zorn.
Encabezados por Trey Spruance, la banda brindó una ecléctica fusión en donde cabían pasajes melódicos que nos remitían nuevamente a la música de Medio Oriente; melancólicos fragmentos ejecutados en violín; alegres jugueteos con cuerdas y percusiones; y brutales estallidos de guitarra distorsionada, en una desquiciante y lúdica mezcla que evocaba los números más delirantes de su anterior y más conocido proyecto: Mr. Bungle.
La banda tuvo que parar un momento su actuación debido a un pequeño percance sufrido por Spruance con su guitarra, pero un minuto más tarde este detalle fue subsanado y la agrupación continuó con su esquizofrénico set. Mientras tocaban, una joven sostenía un crisantemo blanco en dirección al escenario y lo agitaba al son de los ritmos imposibles generados por el grupo. Al final, Secret Chiefs 3 coronó su participación con una improvisación que dejó cortos de aliento a los allí presentes.
Eran las 22:57 horas cuando las luces se apagaron por un breve instante, indicando con ello que los apóstoles habían terminado de predicar los evangelios del maestro; era momento de dar paso al sumo pontífice en persona, que se hizo acompañar de otros dos oficiantes de su altura: el bajista Bill Laswell (músico ecléctico fundador del ensamble Material y del sello M.O.D. Technologies) y Dave Lombardo (exbaterista de Slayer, uno de los pilares del thrash metal, quien también ha participado en agrupaciones tan distantes entre sí, tales como Voodoocult, Fantômas, Testament, Grip Inc. y Philm), integrando una Santísima Trinidad denominada Bladerunner.
La divinidad se materializó en el escenario a través de furiosas, frenéticas y enloquecedoras notas que brotaron del saxofón de su santidad John Zorn, replicadas por la batería de Lombardo —la cual él atacaba rabiosamente pero con precisión matemática—, contrapunteadas por el bajo de Laswell, quien lucía como una deidad benigna contemplando la demencia desatada por sus compañeros con serenidad y calma, y replicándola en momentos clave.
La vorágine desatada en escena concluyó veinte minutos después, dejando al respetable en un coitus interruptus auditivo, reclamando a gritos un tema más para llegar al éxtasis sonoro y emocional. Zorn invitó a los integrantes de todas las agrupaciones que se presentaron esa noche a que subieran al escenario para recibir una última ovación y despedida, pero ante la insistencia de sus seguidores, Zorn dio una serie de indicaciones y en un par de minutos ya había armado un ensamble con dos bateristas (Lombardo y Grohowski), un guitarrista (Spruance), un bajista (Laswell) y él mismo; así ejecutaron una improvisación final iniciada con un duelo de baterías, concluida con Bill haciendo toda serie de extrañas distorsiones con su bajo y con los efectos disponibles en sus pedales.
Finalmente, a las 23:26 horas, la misa había terminado. Salvo por un pequeño altercado que se dio a las afueras del recinto, el resto de los asistentes nos fuimos en paz.