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Hay varias perspectivas desde las cuales se puede apreciar un festival como Bahidorá. Una de ellas -y por su naturaleza de carnaval fuera de la ciudad- es la curaduría de artistas. La edición 2019 no contrastaba con las anteriores en el papel y continuó una tradición de grandes espectáculos en la práctica. Música electrónica de todas las estirpes, cumbia amorfa, selecciones en acetato y otras tantas cosas más. Bastaba con echar un vistazo a los nombres para entusiasmar al oído y para imaginar lo que el fin de semana en Las Estacas podría ser.
El resultado fue lo esperado y aunque un par de errores en sonido y alineación de horarios se dejaron ver, los artistas que se presentaron cumplieron con las expectativas de quienes se aventuraron a asistir guiados por el espíritu musical. Desde el día viernes se podía percibir. Mientras olas de personas llegaban para arreglar campamentos infinitos, la selección de música comenzaba a apuntar a una fiesta de grandes proporciones y, cuando los headliners de ‘Umbral’ comenzaron a hacer lo suyo, el destino cumplió. Bahidorá 2019 dio inicio con una fiesta de techno memorable con la fina selección de John Collins, el poder de The Mark Flash Experience y el hipnotismo de Coyote. Un fin de semana de grandes actos había comenzado.
Para el sábado estaba listo un festín de música que comenzó con Que Madre y DJ Más Buena (ambas del legendario Chulita Vinyl Club) en el Asoleadero con un desfile de vinilos que iban desde cumbia hasta reggaetón, una gran manera de comenzar la fiesta frente al río, en uno de los escenarios más icónicos de todo el festival. Mientras, en La Estación, Noa Sainz complementaba perfecto la experiencia con una selección cercana a lo que sucedía en el asoleadero (de R&B hasta merengue), preparando el ambiente para lo que vendría después.
Meridian Brothers inauguró Sonorama, el escenario principal, con un acto en vivo que repasaba mucha de su reciente discografía y que recordó a todos que es uno de los grupos clave para entender el sonido de la música colombiana moderna. De ahí también se despega Romperayo, el grupo de Pedro Ojeda, compañero de Eblis en Los Pirañas, que dio uno de los mejores conciertos de todo el festival en La Estación. Su música, fiel al sentimiento general del carnaval, estuvo llena de percusiones alucinantes, guitarras memorables y recursos electrónicos al servicio de la tradición colombiana. A estas alturas Bahidorá era imparable.
El Búnker -escenario dedicado a los experimentos electrónicos más formales- dio su patada de salida con un set de los DJs Pareja que le recordó a todos los asistentes la importancia de una disquera como Cómeme, en los días soleados paradisiacos. La fiesta sintética había comenzado y contrastaba perfecto con lo que sucedía en Sonorama, con un set de Rejjie Snow lleno de rimas diluidas; y en La Estación con Fémina y un espectáculo fiel a su artesanía, una mezcla de géneros que solo puede ser descrita como sui generis. La tarde veía ocultarse a los primeros rayos del sol en el asoleadero y la colección de vinilos del colectivo Nochenegra: boogaloo, jazz, soul, blues y un sinfín de ritmos afrodescendientes ideales para el atardecer en las estacas.
Lo mejor estaba por venir. Después de un ligero cambio de horario en el escenario principal, Nightmares On Wax dio un concierto en un formato distinto a sus clásicos DJ sets, acompañado de tres músicos que dotaron al escenario de una vibra R&B perfecta como antesala para Blood Orange. Dev Hynes y el resto de la banda hicieron un recorrido casi completo por Negro Swan, su más reciente disco, y con un par de canciones de Cupid Deluxe y Coastal Grooves al servicio de un espectáculo impecable que terminó con “E.V.P”. De comenzar con un suave lamento, se convirtió en una gran fiesta.
Para ese entonces la noche había caído y los sonidos se hacían más fuertes. Octo Octa y Tama Sumo convirtieron el Búnker en un rave infinito, con una ola de ruido que no solo se insertaba en la cabeza como un misil, sino que hacía bailar a todo el que pasaba por ahí. Incitando al baile pero con una práctica menos agresiva, Mitú en La Estación daba uno de esos conciertos clásicos del grupo en donde sus canciones pocas veces cortan y se unen para crear una fiesta inolvidable. Era un escenario pequeño, pero su espectáculo fue enorme.
A partir de ahí comenzaba una de las fases preferidas del carnaval, aquella en donde la noche olvida el sueño para dar paso al goce. Acid Arab destrozó el escenario principal y llevó a todos a Medio Oriente de la mano de un puñado de sonidos de hipnosis para que después The Field regresara los oídos a un plano casi divino en donde la atención era fundamental. Si la mente necesitaba un pretexto para mantenerse activa y despierta a esas horas de la madrugada, lo que hizo The Field se lo brindó.
El amanecer se veía a lo lejos y Badsista (productora de cabecera de Linn Da Quebrada, ícono de la música moderna de Brasil) lo comenzó a recibir de la mejor manera: con una poderosa selección de música marginal brasileña que convirtió La Estación en una pista de baile interminable. Un show que no dejó descansar a sus asistentes y que invitó a todos a seguir la fiesta en el Búnker con Louie Vega, quien con un espectáculo digno del sobrino DJ de Héctor Lavoe terminó de anunciar el amanecer de un domingo* que albergaba el final del carnaval.
El día transcurrió con mucha calma y lo que tenía preparado era justo lo necesario para que el público descansara, se relajara y se preparara para dejar Las Estacas. Una selección de vinilos de música negra cortesía de Buenaventura después de la ligera fiesta de DJ Python en el Asoleadero y un montón de dub en La Estación anunciaban el final de Bahidorá. Entre los rayos del sol, las micheladas que recargaban energía y la música cada vez más suave, una edición más del carnaval llegó a su fin. La música es el corazón de Bahidorá y el 2019 fue un año más en el que se impuso sobre todo lo demás.
*El domingo sucedió un accidente y un asistente del carnaval falleció. Lamentamos la pérdida y enviamos nuestras condolencias a todos sus familiares