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Este año estuvo lleno de conciertos, ¿verdad? No fue nada fácil para nosotros elegir cuáles fueron los mejores, pero por acá les compartimos una lista de los que nos marcaron en 2019, debido a la calidad de su producción, el ambiente que se vivió, la cantidad de gente que asistió, y en resumen: la atmósfera completa del show.
¡Ya veremos que nos depara el 2020!
Cuando Jack White anunció el regreso de The Raconteurs, muchos nos visualizamos abriéndonos paso a primera fila, brincando y gritando en cada canción. No lo logramos en Corona Capital por la separación que había en el escenario. Aunque la banda fue explosiva y lo dieron todo, la división del público mermó el ánimo y limitó las emociones. En el show de El Plaza, todos esperábamos redención.
En todo momento, The Raconteurs nos movió a su ritmo. No Importaba si pasábamos de "Old Enough" a "You Don't Understand Me", la banda lograba mantener las emociones y la energía del público.
Seguíamos moviéndonos, pero sin la misma energía del principio. Nos íbamos apagando, sobre todo los que llevaban tres días de conciertos. Sin embargo, el cansancio y los dolores desaparecieron cuando vimos a Julian Casablancas subir al escenario, y lo digo de manera literal, pues escaló todas las partes del lugar. Al parecer Julian se siente muy cómodo con todos menos con The Strokes. Mientras tocaban "Modern Age", todos regresamos a nuestro estado locura y los dolores desaparecieron.
The Raconteurs nos dio uno de los mejores conciertos del año, si no es que el mejor. No hay nada más que agregar y es difícil describir lo que sucedió. Nos dieron un concierto que ni siquiera hubiéramos podido armar en nuestra imaginación.
HIPNOSIS y Nrmal se caracterizan por siempre buscar proyectos que desafíen. Más que traer headliners que llenen estadios, los dos organizadores de eventos, cada uno con su respectivo festival, tratan de generar experiencias. De shows que te dejen perplejo por la propuesta que tienes de frente. Es algo, que, en este país, se agradece cada día más. La música nunca se detiene. Beak> regresaba a México con su ambiente lúgubre y electrónico.
El trío volvía un poco en su discografía e interpretó “Eggdog”, “The Meader” y “RSI”. Con un audio impecable, “Allé Sauvage” nos sumergía en un viaje espacial. Pocos eran los aventurados que grababan algo en su celular; muchos bailaban, se percibía olor a marihuana y la música bastaba. Antes de iniciar en esta casi mitad de set, Barrow le decía al de iluminación con una actitud bromista, que, ahora sí, tenía permiso de hacer esa “mierda tipo disco” con las luces.
Sin duda, un show que debe estar en el radar como de los mejores del año. Poco más de una hora para demostrar que el trío de Bristol lo puede todo. Se agradece que pasaran a saludar antes de destrozar Levitation. Están muy cabrones.
El “Vampiro mayor” regresó al Teatro Metropólitan de la Ciudad de México para presentar The Ruby Celebration, una gira que celebra 40 años del álbum debut de Bauhaus: In the Flat Field, publicado en 1980.
Éxitos como "She's in Parties", "Kick in the Eye", “The Passion of Lovers” y “Dark Entries” invadieron el recinto, los asistentes no paraban de bailar y corear cada una de las canciones. La banda volvió a desaparecer y, tan solo unos minutos después, regresó para interpretar el grandioso cover de “Ziggy Stardust”. Este fue quizá el momento más emotivo de la noche ya que el día anterior habíamos recordado con tristeza el fallecimiento de David Bowie.
Finalmente, Peter Murphy y compañía se despidieron con “The Three Shadows, Part II”, agradecieron al público con una sonrisa y abandonaron el escenario. The Ruby Celebration seguramente formará parte de los conciertos legendarios de la Ciudad de México.
Las luces se apagan después de un breve set de rolas de The Velvet Underground y el tema del Cabo del Miedo comienza a sonar para darle entrada a la, autoproclamada, mejor banda de rock del universo. Pocos segundos bastaron para comenzar a agitar el piso de El Plaza, recibiendo completamente desquiciados a los suecos.
A excepción de una sola canción, ese temblor en el suelo se sintió durante todo el concierto, mucha energía arriba y abajo, mucho sudor, muchos líquidos flotando en el aire y cayendo directamente a los cuerpos de los de hasta adelante, descontrol y mucha energía desparramada por todos lados.
Pero algo es cierto, el final estuvo tan contundente que cuando por fin dejaron zumbando el último acorde para no volver al escenario, todos quedaron conmocionados por unos cuantos segundos, pocos segundos, unos 10 o hasta 30 se quedaron viendo hacia el escenario esperando a que no se acabara... Pero acabó y cuando por fin se dieron cuenta comenzaron moverse, buscando a sus amiguis o las plumillas que aventaron por montones.
Ardíamos, explotábamos, nos quemábamos, fuego, fuego, fuego, se encendieron las luces, salimos extasiados, rostros exhaustos, ojerosos, despeinados, prendas desacomodadas, afuera también hacía calor, adentro The Chemical Brothers.
Al principio expectativa, expectativa que se transforma en desesperación, desesperación por ver al dueto británico, desesperación por ver las imágenes en su pantalla, desesperación por bailar, tras la pasada por Corona en 2018 (un escenario que les quedó chico), el Pepsi Center WTC quiere temblar, chiflidos al acto abridor, los hermanos químicos son imponentes, su nombre impreso en playeras es iconografía para algunas generaciones, la hora ha llegado, una pista contemplativa que advierte “Tomorrow Never Knows” (Junior Parker), mañana quién sabe que suceda, ahora hay que darle, vamos, “Go”, celulares arriba, manos descontroladas, el cuerpo vibrando, los visuales son abstracciones, arquitectura digital verde fosforescente con humanos rosas brincando sobre ella, sonido nítido, energía concentrada, “Free Yourself”, “Chemical Beats”, después el rave, “MAH”, estoy tan loco como el infierno y no voy a seguir soportándolo, luces blancas sobre una multitud oscura, cientos de manos hacia arriba, cuerpos retando la gravedad.
Y así fue como salimos, con el brillo que el dueto nos dejó, con la esperanza de encontrar esa misma tierra prometida en todo lugar, y con una respuesta a tantas incógnitas, “el amor es todo”.
Los hermanos Reid y el resto de la banda subieron al escenario de El Plaza Condesa pasadas las 21:13 H. para contagiar ese propósito de revuelta, dolor y añoranza a un recinto prácticamente lleno. Lejos quedó la antipatía que mostraban los Reid en los años 80/90 para dar pie a un entusiasmo amable que se convertía en humildad y abrumación, en tanto ellos eran los testigos de cómo su devota audiencia coreaba y celebraba cada verso como salmo sagrado.
La banda se mostró energética y cálida durante todo el show, contrastando con sus ofrendas sonoras. Junto con un despliegue de luces sobrias y atinadas, los solos de William Ried, el feedback ensoredecedor de la guitarra de Scott Von Ryper, los batacazos de Brian Young y el vibrante bajo de Mark Crozer se aseguraron de que ningún oído se fuera sin zumbar y que cada estructura de El Plaza no quedara inerte.
The Jesus and Mary Chain continúa su regreso sin un rastro de cansancio; son los mismos individuos revoltosos con ganas de tronar bocinas y corazones.
En Cornucopia, Björk nos muestra un futuro post apocalíptico donde naturaleza y animales resurgen como una nueva especie, adentrándonos a una experiencia que más allá de un concierto convencional, es una profunda reflexión externada desde la mirada femenina.
El Parque Bicentenario exhuda calma, he llegado temprano, y mientras espero el acceso en la fila junto con otros madrugadores, una fina lluvia nos remoja juguetona. Un poco después de las 18:30 H se abren las puertas de la gigantesca carpa blanca que nos cobijará, al menos las siguientes dos horas.
El nivel de producción que implica el montaje de Cornucupia, sumado a la costumbre de inflar cada vez más el precio de los boletos, ha significado que solo aquellos con cierta holgura económica o disposición de adquirir una gran deuda, podrán presenciar lo espectacular que promete la noche. A decir verdad, si no fuera por esta reseña yo también me habría quedado en casa con mis ganas irresueltas.
En Cornucopia, Björk refleja la multiplicidad de circunstancias externas e internas que habitan y componen la esencia femenina; y a través de una realidad de naturaleza y tecnología, nos ofrece un delicioso bocado de ese espacio utópico que deberíamos habitar sin demora. Porque no importa si es solo un sueño, de los sueños se desprenden las más maravillosas realidades.
El granizo y los aguaceros impactaron como pocas veces los rumbos del Auditorio BlackBerry, y la concurrencia peleaba por obtener un poco de refugio en los techos de las taquillas o un acceso más temprano. Algunos contaron con suerte, y la tempestad irónicamente los cargó de pila para el espectáculo sombrío que estarían por presenciar, debido a la visita de James Lavelle, mejor conocido como UNKLE, quien se encuentra promocionando su más reciente material, The Road: Part II (Lost Highway).
Lavelle se encontraba en excelente compañía, con la batería demoledora y puntual de Alex Thomas y el virtuosismo y frenesí en los sintetizadores y guitarra de Steve Weston, mientras soltaban clásicos y nuevos temas de The Road: Part II (Lost Highway) a diestra y siniestra, como si fuese un DJ set en donde el descanso no existía. Y el respetable no tenía intenciones de detenerse. Fue la oportunidad de perderse en un mundo en donde podían coexistir “Reign” con “Looking for the Rain” o “Bloodstain” con “Arms Length” como mezclas en vivo tan elásticas como disfrutables y en donde era posible bailar “Rabbit In Your Headlights” a manera de rave, con el clásico video de Jonathan Glazer de fondo.
Al salir, el resto se determinaba (o resignaba) a seguir con la rutina usual y a enfrentarse al clima inclemente que quizás tendremos en los próximos días, pero con una sensación de breve euforia, de volver a armar un pequeño mundo, por lo menos de 3 horas, en donde las emociones de todo tipo de personas, sin importar lo efusivo o reservado que fuesen, convivían y bailaban en paz y felicidad, pese a los sonidos oscuros de UNKLE.
¿Qué puedo decir del concierto de The Cure que no se imaginen quienes no estuvieron ahí y que conocen a la banda? Creo que nada. Basta revisar el setlist para darse cuenta de que fue grande. Épico, redondo, contundente. Así como lo fue el de 2013, pero con menor duración. 36 canciones que abarcaron casi todas sus etapas, desde las más oscuras hasta las más felices cruzando por el camino sinuoso del post punk. Lo único que extrañamos fue un guiño a la decadencia de Pornography. Fuera de eso tuvimos Disintegration, Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me, The Top, Faith, incluso tuvimos Three Imaginary Boys y Boys Don’t Cry. Quienes estábamos ahí sabíamos de antemano que se abrirían algunas grietas y que más valía cauterizarlas ahí mismo o de lo contrario saldríamos corriendo a una farmacia para buscar gasas. Afortunadamente la banda que dirige Robert Smith desde 1976 se encargó de abrirlas y de cicatrizarlas.
Reseña: Sergio Ang.
Fotos: Chino Lemus.
Luego de que sonara durante días en la radio y tras la inagotable publicidad en redes, por fin se dio el primer concierto de Billy Idol en nuestro país.
El músico británico pisó tierras mexicanas a sus 63 años y con casi cuatro décadas de carrera en solitario. Honestamente, creo que Billy tardó en venir, pero ver a una de las figuras más importantes de los 80 era algo que no nos podíamos perder.
Billy Idol sí tocó algo de Generation X y fue “Your Generation”, el primer sencillo de la banda. La gente reaccionó bien, pero creo que el artista tiene más fans por su carrera en solitario que por su etapa punk.
Su visita a México fue un éxito y adoración a primera vista. La gente salió encantada y estoy seguro que Billy, al igual que muchos músicos de sus mismas condiciones, ve en México una oportunidad de volver a su mejor época.
Una sorpresa que, entre una agenda repleta de conciertos, no pasó desapercibida entre el séquito de fans que yace en la capital de México. Una sorpresa que además de ser una visita quizá hasta prematura en un territorio que pudiera no haber dado garantías a la banda, sorprendió por el precio cero de sus entradas teniendo como sede Bajo Circuito la noche del 29 de abril del 2019. Fecha y hora (22:00 H) en la que el colectivo de Irlanda salió a escena, tomando el escenario de manera tajante, sin saludos o cualquier otra seña de comunicación.
La interacción entre presentes y banda fue extraña, pero no mala. Una arrogancia inerte, estática en casi todos los integrantes. Nulas expresiones como si no ocurriera nada, casi obligando a que el público gritara y bailara aún más para forzar una respuesta.
El rock no ha muerto, solo no está de moda. Y lo que provoca, mientras haya quienes lo hagan bien, nunca tendrá fecha de caducidad.