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“Una rockola fantástica” sería lo más conciso que podría llegar a describir Rocketman, la película que cuenta la historia del ícono del rock, Elton John, durante su periodo cenit como súper astro mundial. Anclada en las imágenes fantásticas que nos llegan a la cabeza cuando uno escucha las historias de los roqueros y glam roqueros de principios y mediados de los 70 (Led Zeppelin, The Who, The Rolling Stones), Rocketman se deleita en el surrealismo para presentarnos esa verdad extravagante a nosotros, meros mortales, los cuales a veces no queremos conocer *bostezo* la “cruda realidad” de las cosas, ni saber exactamente qué año fue tal concierto, ni cual álbum salió primero, y cual salió después, ni quién grabó la pinche segunda vocal en dicha rola…eso se puede hacer en casa, con una página de Wikipedia y una playlist de Elton John.
Queremos momentos de desprendimiento onírico, poéticos y chillantes (como el mismo John vestido en Gianni Versace), queremos ver a John suicidándose con un clavado a la alberca, tocando fondo (literal), y ahí en el fondo, encontrarse con Elton John de niño (portando un enorme casco de buzo, que lo hace parecerse a Arenita de Bob Esponja), y ya estando ahí los dos, haciendo dueto de, cual otra, “Rocket Man”.
Es absurda, pero mucho más entretenida que Bohemian Rhapsody (única vez que la menciono) y sorpresivamente, mejor escrita, mejor filmada y, más que todo, mejor editada. El director Dexter Fletcher, quién había entrado de última hora a salvar Bohemian Rhapsody (segunda y última) tras el despido polémico de Bryan Singer, toma un guión de Lee Hall, y con la producción ejecutiva del propio Elton, conduce a Taron Egerton (en el papel estelar) por una interpretación explosiva y demandante, física y emocionalmente; y guarda el pathos para las relaciones entre el artista y aquellos cercanos a él: sus padres distantes (Bryce Dallas Howard como su madre); su empatía con su letrista de toda la vida, Bernie Taupin (Jamie Bell); y su relación tortuosa/amorosa con su manager John Reid (Richard Madden de Game of Thrones).
El atractivo audiovisual lo deja para las viñetas musicales, que sirven para relatar un punto clave en la vida del artista. Como los excesos en “Honky Cat”, la fiesta adolescente en “Saturday Night’s Alright for Fighting” y la nostalgia en “Goodbye Yellow Brick Road”. Todo visto en retrospectiva, con el rockstar contando su historia en una junta de alcohólicos anónimos, donde confiesa sus adicciones al alcohol, al sexo, al pase, al shopping y a devolver en el escusado toda la costosa comida que ingería.
Rocketman son los recuerdos deludidos y surreales de un artista que está despidiéndose del escenario (literal, anda despidiéndose por el mundo), es una obra audiovisual para despreocupadamente vivir una época de excesos y de música; es algo raro en el canon del cine mundial: una rock biopic que (en su mayoría) funciona…no como, otras.