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El legado del músico australiano se puede comparar con una verdadera zona de desastre, lleno de caos e incertidumbre. Pero fue esa naturaleza destructiva que llevó al interprete a convertirse en una de las figuras más interesantes de la década de los noventa y aunque su recuerdo se ha ido diluyendo, en su tiempo su partida fue equiparable con la de Kurt Cobain.
El lado brillante de Michael Hutchence se reflejó en su música, en sus peculiares interpretaciones vocales y su talento como letrista. Pero esta genialidad venía acompañada de una personalidad compleja, llena de diferentes matices que se manifestaban en cada una de sus canciones: tan enérgico y decadente como "Suicide Blonde", pero frágil y emocional como "Beautiful Girl". Sin embargo, siempre contaba con una tonada contagiosa rondando en el desorden de su cabeza, dándole esa calidad de Rimbaud, quien curiosamente murió a la misma edad del nacido en Sydney.
Pero también el cantante cautivó abajo de los escenarios y fuera de los estudios de grabación. Su encanto sugestivo y atrayente lo puso en las portadas de las revistas más importantes o en los brazos de las mujeres más codiciadas, entre ellas la estrella pop Kylie Minogue y la supermodelo Helena Christensen. Su apariencia de cabello rizado e inquietantes ojos hizo que en algún momento fuera visto como un nuevo Jim Morrison. Sin embargo, a diferencia de "El Rey Lagarto", no era una fiera cegada por el libertinaje sino un "Demonio Cortés", como dijo Minogue en algún momento.
A pesar de mantener conductas que lo llevarían a la catástrofe, nadie percataba algo fuera de lo normal en una vida donde los deleites están al alcance de tu mano. Sin embargo, el principio del fin para Michael Hutchence ocurrió en 1992 cuando fue atropellado por un taxi en frente de un club nocturno en Copenhague, causándole fuertes heridas, así como la perdida del olfato y el gusto. Para un hombre, o mejor dicho un artista, que ahogaba sus pensamientos desoladores a través del placer de los sentidos no había peor golpe. Pronto el australiano buscó aliviar su desesperación o buscar una especie de sinestesia a través de los verdaderos excesos, consolidando su condición de poeta maldito.
Las drogas y las grandes cantidades del alcohol fueron parte de lo que provocó la repentina muerte del interprete. Pero siempre hay algo detrás, un motivo para llegar al límite. En su caso fue haberse enamorado de la mujer equivocada: Paula Yates, esposa de Bob Geldof, venerado en la industria por ser el organizador del Live Aid y quien convirtió a Hutchence en el objetivo principal de un brutal linchamiento mediático.
En noviembre de 1997, el líder de INXS fue encontrado desnudo en el baño de un hotel, lleno de Prozac y cocaína, con un cinturón de serpiente rodeando su cuello y supuestamente victima de la asfixia autoerótica. Para muchos una escena como esa podría parecer el lecho final de un rockstar, una escena tan salvaje como fascinante, pero no se dejen engañar, lo que yacía ahí era una víctima de la desesperación y la impotencia.
Así que no recordemos a Michael Hutchence como un seductor o bajo el lema "sexo drogas y rock & roll", sino como músico brillante, al que le quitaron demasiado, pero que mantenía la ilusión sin importar los golpes. Un hombre que por más que lo intentó, nunca salió del ojo del huracán.