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La música pop se encuentra exhausta. La inocencia está obsoleta. Hemos perdido la habilidad de ser sorprendidos por la música.
-Brian Wilson
A un lado de esa mala poesía que rodea ciertos discos emblemáticos –el dios del rock fue satisfactoriamente ofrendado- opera la vigencia. Los trabajos que ingresaron al terreno de la atemporalidad pueden seguir siendo criticados, continúan planteando cuestionamientos sobre sus propios alcances. Ayer, Pet Sounds de Beach Boys cumplió medio siglo de vigencia, y conmemorarlo resulta particularmente complejo. Estrenado en 1966, el álbum queda insertado en un momento donde se exploraban los registros menores de la música popular, obteniendo resultados cuya sofisticación cambió las perspectivas en torno a lo que se pensaba como “buena música”. En algunos lanzamientos de ese año, se suspendieron los solos eternos de guitarra y el reciclaje, sobre todo británico, de la música negra. The Kinks estrenó Face to Face, una de sus placas más sobrias, y Bob Dylan produjo Blonde on Blonde, un álbum fragmentario que contiene los momentos más lúcidos del cantautor –la canción “4th Time Around”, por ejemplo-.
Pero, ¿dónde radica la singularidad de Pet Sounds? Los aspectos formales –las vocalizaciones armónicas, los matices electrónicos, la cohesión conceptual- fueron reconocidos por Paul Mcartney, quien ha señalado Pet Sounds como una consecuencia de Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club Band. Las mismas estrategias compositivas tuvieron resonancias en Animal Collective, influencia que ha tenido un amplio comentario en medios especializados. Pero estos casos, por demás conocidos, no son explicación suficiente. En 1998, se produjo Smiling Pets, proyecto a cargo de Seiji Morita, Masami Hatta y Mitsuo Koike. El recopilatorio japonés es un tributo a las composiciones de Brian Wilson, líder de Beach Boys, tomando como punto de partida Pet Sounds. ¿Quiénes participaron? ¿Qué propuestas fueron consideradas como herederas de este álbum? ¿Qué músicos se aceptaron como lectores atentos de Pet Sounds? Basta mirar la lista de los artistas para darnos una idea de los significantes que mantiene Pet Sounds en la música moderna: The Olivia Tremor Control, miembros de The Elephant 6 Recording Company, casa productora y colectivo artístico que hizo del estudio de grabación una capa más de la sonoridad –Of Montreal son una de sus propuestas más reconocibles-, y primer eslabón de lo que después fue Neutral Milk Hotel; Jim O’Rourke, figura importante de la improvisación y productor que ha cuidado algunos trabajos de Stereolab, Joanna Newsom y Wilco; Thurston Moore, la otra mitad de Sonic Youth; Melt-Banana, exponentes clave del noise…
Además de lo que ha dicho la crítica, Pet Sounds representa un parteaguas para aquellos músicos que han hecho del espectador una entidad menos pasiva, un elemento igualmente creativo que se arriesga tanto como los músicos por aprehender sonidos inusitados. Como antecedente, Pet Sounds abrió posibilidades. Las posibilidades, por lo general, conllevan quiebres, y esos quiebres, esas aventuras, cambian la forma en la que se escucha música. Brian Wilson, tal vez entendiendo el agotamiento de las formas en el pop, aportó un álbum que persiste.