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El 22 de febrero de 1993 yo tenía cuatro años…
Cada uno de nosotros tiene una historia por contar, la mía no es más interesante que la tuya, la del chico que está sentado a mi lado bebiendo café, ni la de tu novio, pero es mía. No tiene momentos que Vladimir Nabokov hubiera usado en alguna novela –salvo por el episodio en el que dormí con Daniela y al día siguiente saludé a su novio como si nada hubiera pasado, todavía le sugerí que la cuidara mucho, pero eso debe suceder todo el tiempo–, no tiene episodios que Luca Guadagnino llevaría a las salas oscuras con música de Sufjan Stevens de fondo, con olores a caramelo y vinagre incluidos. El momento en que descubrí a Radiohead con “Creep” no tiene datos históricos relevantes porque en ese instante yo no los conocía; las fechas y el contexto nos ayudan a enmarcar la historia y comprender qué sucedía el 22 de febrero de 1993, pero también puede que no nos digan nada y sea mejor desecharlos como esas hojas de mecanografía que contenían muchos errores en la escritura y era mejor arrojar al piso. Escuché “Creep” por primera ocasión en 2001, tardé en descubrir cómo se llamaba la canción y a quién pertenecían los coros y las guitarras que se agitaban en mi alma. Y fue mucho después que descubrí la importancia de la banda que presentaba en ese año Amnesiac. La primera vez que escuché “Creep” fue desgarrador con esa guitarras dementes, primero rasgando la composición y después agitándose a una velocidad de 100 kilómetros por hora mientras la voz ve partir al amor de su vida y le es imposible alcanzarla.
En 1993 un sismo de 7.7 grados de magnitud cerca de la isla de Hokkaido en Japón acabó con la vida de 230 personas. En ese mismo año otro sismo, pero en la India, se llevó cerca de 10 mil individuos y afectó a otros 30 mil. No sé cómo se relacionen estos datos con lo que estoy tratando de decir, probablemente estén conectados de alguna manera que aún no puedo ver. Ese año Nirvana publicó su último álbum de estudio, In Utero; y Dinosaur Jr. lanzó su quinto álbum, Where You Been. El 22 de febrero de 1993 Radiohead, antes llamada On a Friday, editó su álbum debut; el principio de lo que ahora es un catálogo de excelentes sonidos comenzó con un trabajo destacable en las guitarras y una declaración nihilista: no pertenezco a este lugar.
Acerca de Pablo Honey se dice demasiado, entre datos ciertos y opiniones generalizadas: “un álbum menospreciado”, “influenciado por el grunge”, “Jonny Greenwood odiaba 'Creep' e intentó sabotearla”, “es su peor trabajo”, “tomó el nombre de una broma de The Jerky Boys”, “fue producido por Sean Slade (Pixies y Dinosaur Jr.) y Paul Q. Kolderie (The Lemonheads)”, “si solo les gusta ‘Creep’ no son fans de verdad”. Pienso que el álbum naufraga en un delirio de música rompemadres: directa, honesta, casi cruda, sin refinamiento estético ni composición cerebral que caracterizaría los siguientes lanzamientos; riffs fuera de control, rabiosos, salvajes, destructores como lo es el de “Creep” que parte la canción en dos o el zumbido que va dejando cada cuerda en “Anyone Can Play Guitar”; y el canto de un chico que se ahoga, un freak en un mundo incomprensible, un outsider buscando libertad de expresión, luchando contra los mitos del rock, básicamente como muchos nos sentimos cuando somos adolescentes, salvo por los mitos del rock.
25 años después de que se publicó es irrelevante si los de Oxford estaban haciendo su versión inglesa del grunge, si continúan despreciando “Creep” o si evolucionaron hacia composiciones más complejas. Pablo Honey es una pieza importante dentro de su historia, dentro de la historia, porque es el primer álbum y eso desencadenó los otros lanzamientos –de no existir no tendríamos OK Computer–, porque hay fuerza en su totalidad, porque las guitarras gritan y chillan, porque tiene temas increíbles como “Anyone Can Play Guitar”, “Stop Whispering”, “Ripcord", “I Can’t” y “Blow Out”; porque su estética es una auténtica declaración de rock, de la combinación elemental: guitarra, bajo, batería y una voz que quiere ser escuchada y, sobre todo, que tiene algo que expresar.
Me pregunto qué sucedería si el álbum hubiera sido publicado hoy por primera vez. Qué diríamos, cómo lo juzgaríamos, cómo lo enmarcaríamos en la historia. ¿A qué le atribuiríamos su sonido? Las opiniones han sido muy injustas con Pablo Honey, es mucho más que el himno generacional que engloba un sentir, “Creep” –el cual merece por lo menos un libro para comprender cómo demonios le hicieron para componer una canción con tanta potencia–, Pablo Honey es todo un sentimiento musicalizado, una locura juvenil que palpita en el corazón en cuanto los elementos que lo integran comienzan a reproducirse en cualquier bocina. Eso puedo comentar sobre este álbum, porque eso fue exactamente lo que sentí cuando lo escuché por primera vez completo, un hervidero de emociones que iban de la soledad a la alegría, un barco en altamar atravesando una tormenta, pero intentando no hundirse cuando “Blow Out” se extingue.
Las letras de su primer lanzamiento de cinco que tendrían con Parlophone Records hablan de alguien que se siente atrapado dentro de sí, confundido, por momentos deprimido, que quiere correr, sentir, vivir, cometer tonterías, llorar y morir, sin mencionar el individuo que no tiene la confianza para hablarle a una chica de la que está enamorado: “No soy un vegetal, no me controlaré, escupo en las manos que me alimentan, no me controlaré” ("Vegetable"); “deja de susurrar, comienza a gritar” ("Stop Whispering"); ”Por favor olvida las palabras que acabo de decir, no era yo, era mi extraña y creciente duda” ("I Can’t"); ”En mi mente, clavado en mis talones, todo el tiempo, matando lo que siento” ("Blow Out").
Ocho años después de haberse formado, Thom Yorke, los hermanos Greenwood, Jonny y Colin; Ed O’Brien y Phil Selway dieron el primer riff de cientos que siguen dando y que los fans y no tan fans celebran reconociendo a la banda como una de las más trascendentes en la historia del rock por su continua exploración musical y temática, su presión por cambiar las reglas de la industria musical, su instinto para mantenerse lejos de la presión mediática y su valentía para tocar en lugares en que ni Roger Waters ha querido tocar, dando oportunidad a que todos los fans tengan la posibilidad de verlos sin importar los conflictos políticos. ¡Salve Radiohead!
¿Cómo se relacionan los sismos de 1993, mi edad y Pablo Honey? No lo sé. Pero todo eso sucedía en 1993.