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El 2 de julio de 2005, un día como hoy hace ya 10 años, multitudes reunidas en Londres, Paris, Berlín, Roma, Ontario, Tokio, Johannesburgo, Filadelfia, Moscú y Edimburgo, eran tan solo minúsculas células de algo más grande, el último gran evento que pasaría a la historia no únicamente por ser transmitido a billones de personas por televisión, sino por coronarse con la última actuación de Pink Floyd.
A la par de discursos de enormes voceros tales como Kofi Annan, Bill Gates y Nelson Mandela, Bob Geldof con Live 8 volvía a conmover al mundo con cifras alarmantes sobre la desigualdad en el mundo, la pobreza como el alta causa de las pérdidas humanas, cada 3 segundos el tronar de los dedos para demostrarlo y abrir conciencias. La idea que nació en 1985 aprovechaba esta vez la tecnología para llegar a más mentes, y con la música de por medio, el mensaje se amplificó gracias a actuaciones memorables de leyendas vivientes como Queen con Paul Rodgers, Chuck Berry, The Who, Stevie Wonder, Neil Young, Peter Gabriel y de nuevos valores de aquellos tiempos como Muse, The Killers, Scissor Sisters y para la historia la polémica negativa de Blur a presentarse por considerar el evento “demasiado anglo-sajón”.
Pero fue la espera por ver a Roger Waters, David Gilmour, Nick Mason y Richard Wright que nos mantuvo atentos a los monitores de la TV por cable en México, durante el pasar del día Green Day interpretaba a su modo “We are the champions”, mucha gente conoció a Stereophonics, Snow Patrol o Keane, Coldplay y Richard Ashcroft colaboraban en “Bitersweet Symphony”, U2 y Paul McCartney revivían al sargento pimienta, Dido, Youssou N Dour y la nostalgia por “7 Seconds”. Las voces tribales africanas revolviéndose con la estridencia de las guitarras, los nuevos y viejos talentos con el objetivo de erradicar la pobreza, las caras bonitas de Hollywood en aparente desolación, la ironía de Madonna llamando a una revolución.
Pero fue el primer esbozo de “Breathe” lo que nos causó escalofríos a kilómetros de distancia de Hyde Park, estábamos siendo testigos de la historia, aquella que 24 años antes había dictado un aparente final para Pink Floyd. “Money” en honor a lo que arrasa, el verdadero enemigo, los ecos del lado oscuro de la luna, “Wish you were here” el inminente y tangible recuerdo dedicado a Syd Barrett y por las víctimas de los conflictos armados, el VIH, por los desaparecidos y los desplazados, y porque 10 años después el objetivo de “Make poverty history” no se ha alcanzado, cada vez somos más y las promesas son las mismas, otro Live 8 no podrá salvarnos de la codicia de los hombres de traje y corbata.
“Comfortably Numb” para decir adiós definitivamente, el último ladrillo en la pared, el réquiem por Richard Wright que fallecería 3 años después, y aunque Waters, Mason y Gilmour se reunieron en la Arena O2 para interpretar la misma canción que sepultó su historia durante la gira The Wall Live, Pink Floyd hizo de aquel 2 de julio un día para recordar y celebrar su último respiro: Breathe, breathe in the air, don't be afraid to care, leave but don't leave me.