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“Hasta que la muerte nos separe”, una promesa que la poetisa del punk no ha cumplido desde hace más de dos décadas, ya que ha mantenido su vida ligada a la de su compañero desde que este falleció en 1994. Aún así, muchos de sus seguidores no consideran, e incluso desconocen este hecho. Es por eso que tenemos que hablar de la familia Smith, resultado de una de las parejas más icónicas en la historia de la música.
Estos dos se conocieron a finales de la década de los setenta, cuando el músico y su grupo Sonic's Rendezvous Band le abrieron un show a Patti Smith, y fueron presentados por el guitarrista Lenny Kaye después del concierto. Muchos creen que fue amor a primera vista, pero la realidad es que la cantante, aunque se sintió atraída desde un principio, solo buscaba a alguien que le hiciera olvidar tantas decepciones amorosas.
A pesar de la inclinación de ambos por lo ordinario, no seguían protocolos y se fueron a vivir a un local que Patti había rentado para montar un café, pese a que no tenían dinero para una cafetera. Pasaron meses teniendo una abierta y escandalosa relación, y digo escandalosa no porque la pareja fuera explosiva como unos Sid y Nancy, sino porque hasta los medios punk buscaban ganancias a través de la polémica y muchas veces alteraban los hechos, haciéndolos ver como dos alcohólicos que se entregaban a las palabras de los poetas malditos. La verdad es que dentro de las paredes de ese café ellos se preparaban para la vida común, aprendiendo a cocinar, limpiar y disfrutar de su compañía.
Después de un tiempo estando bajo la mirada de todos, Fred le pidió a Patti Smith que se fuera con él a Detroit, a vivir en la granja de su familia, y ella aceptó sin dudarlo, sin pensar en todo lo que dejaría atrás. Se alejaron del caos y el desorden que era Nueva York y se encargaron de su pequeño espacio de edén, viajando por todo el mundo con el dinero de las regalías. Visitaron su amado París, el Tíbet, la Guyana Francesa y México, específicamente la casa azul de Frida Kahlo.
En los veranos, estos dos residían en un yate de la década de los cincuenta que tenían en la costa de St. Clair, aunque a ninguno le gustaba el agua. Pasaban los días calurosos pescando y escuchando los partidos de los Tigres de Detroit en la radio. Fred era un fanático del baseball, y de hecho entró a las fuerzas básicas de ese equipo como short stopper.
Después de catorce años de matrimonio y haber criado a dos hijos, Fred Smith falleció en 1994 a la edad de 45 por un ataque al corazón, tras varias semanas con un decaimiento en su salud. Con la muerte de su esposo, Patti se hundió en una terrible depresión, que duró casi dos años. Fue hasta que su hijo Jackson cumplió catorce, decidió regresar a Nueva York, para apoyarse en su amigo el poeta Allen Ginsberg y volver a la música, uniéndose a una gira con Bob Dylan.
Durante su matrimonio, se dijo que Fred la reprimía y no le dejaba volver a la música, o que Patti Smith solo se casaba con él para mantener su apellido. Pero con certeza les puedo decir que ese joven de Detroit fue la parte más importante en la vida de la Madrina del punk, ya que le dio lo que nadie hubiera podido, la satisfacción de haber formado una familia y un verdadero hogar, aunque solo fuera por un tiempo.