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Un “flechazo mutuo” fue lo que sintieron Brian Molko y David Bowie el día que ambos coincidieron en la vida. Admito que algo similar, sino es que igual, me sucedió a mí en el momento preciso en el que descubrí por casualidad la frenética propuesta musical de Placebo, la banda liderada por Molko. Han pasado más de 15 años desde aquél momento y el tiempo me ha llevado a descubrir la esencia de este personaje que durante tanto tiempo ha forjado un discurso en pro de los derechos, la libertad sexual y ahora, la autoexigencia.
Músico, compositor, actor; Brian sabe ejecutar bien sus dones. A vísperas de caer en la conformidad ha buscado nuevas y mejores salidas para seguir aprendiendo de, y con la vida. Viajero que llegó a radicar en ideas precarias al momento de crear su banda; sin fijaciones ambiciosas y premisas liberales. Conectando con el hombre que era a inicios de los 90 y que ha sufrido una metamorfosis: una banda, primeras oportunidades de llevar su música a los diferentes rincones del mundo, un mentor que llegó a su vida como una “estrella de la suerte”, un hijo, decenas de momentos emblemáticos, excesos, el aceptar las despedidas y sobrellevar esos vacíos.
Brian Molko es esa persona que durante toda su vida ha causado curiosidad y se ha vuelto tema de conversación -los MMC lo saben mejor que nadie-. Su figura andrógina, su intención de manifestar los descontentos; de exponer lo que siempre fue tabú: drogas, alcohol, sexo; hablar sin más de su sexualidad y expresarla ante todos… todo esto suena sencillo, pero le ha tomado tiempo. Definitivamente nada en su vida ha sido magníficamente perfecto, y a decir verdad, él tampoco esperaba que lo fuera.
Hablar de Brian Molko es complejo tomando en cuenta de que hay ocho diferentes etapas que lo definen. Desde una rebeldía desenfrenada, pasando por la cumbre de la arrogancia hasta llegar a lo que es ahora; una persona que acepta haber aprendido de todos sus errores y del comportamiento del resto del mundo.
Polémico, observador, un ser desconectado del mundo tecnológico, conocedor, intuitivo… Molko ha forjado un carácter para afrontar la locura de sus grandes éxitos y con la misma tenacidad ha encarado la desilusión que ha sentido para con lo que hace. La palabra “comodidad” fue arrebatada de su vocabulario por su propio padrino musical para evitar caer en los brazos de la conformidad. Indagar, cambiar los planes, jugársela; son cualidades que siempre serán parte de su esencia, serán parte de aquello que le ha funcionado tan bien hasta convertirlo en lo que hoy es.
¿Leyenda del britpop? ¡Jamás! Se sabe que por su mente jamás pasó serlo, porque ni siquiera es británico de nacimiento. Sin embargo su mundo y su legado se desarrolla ahí. Existe ahí. Británico de corazón que se toma su tiempo para devorarse al mundo a través de sus composiciones y para contemplar el rumbo que lleva la vida, para entender los procesos y deconstruirlos.
Brian Molko es un ser carente de ilusiones guiado por la suerte de sus acciones. Brian es la vulnerabilidad y el tenue agradecimiento de “Bosco”, es la figura desafiante de “Nancy Boy”, es la mirada crítica e introspectiva repleta de exabruptos de “Protège Moi”, es la frialdad y honestidad de “Fix Yourself”, es él afrontando el dolor de “The Crawl”...
Molko es la inspiración de muchos proyectos musicales, y de individuos comunes y corrientes, como uno. Es esa fracción de vanidad que se diluye entre un mar de grandes cualidades. Es esa persona que o te cae bien o te cae mal, de la que te gusta lo que hace o lo detestas en su totalidad y sin importar cual de las dos elijas, a él le da igual.
Hoy, (10 de diciembre), Brian Molko cumple medio siglo de vida y quizá ni él esperaba llegar hasta este momento. Escribo como si lo conociera de toda la vida, y puede que realmente así sea. Brian Molko vive en cada una de sus canciones, en cada una de sus declaraciones, en su coraje y en su manera de afrontar el mundo… y así será siempre. ¡Feliz cumpleaños!