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¿Cuántos años tienen que pasar para darle a algo el título de obra maestra? ¿10? ¿20? En el caso del álbum debut de Rufus Wainwright, desde el día de su lanzamiento todo aquel que tuvo la oportunidad de escucharlo supo que se trataba de un disco sumamente especial.
El peso que Rufus cargaba sobre sus hombros era grande; ser hijo de dos reconocidos músicos de folk significaba mucha responsabilidad. Si bien desde muy pequeño se interesó por la música e incluso ganó un par de premios siendo adolescente, fue hasta 1996 que, tras grabar un demo casero, su papá se sintió tan impresionado por su talento que acudió a nada más y nada menos que Van Dyke Parks, quien le consiguió la oportunidad de su vida en el sello DreamWorks.
La historia detrás del disco es tan rica y extensa que probablemente jamás terminaríamos de descubrirla; sin embargo, hay ciertos detalles importantes que nos pueden ayudar a entender por qué a dos décadas de su salida deberíamos de, por fin, darle el estatus de obra maestra.
En casi dos años de trabajo se grabaron un total de 56 canciones con un costo de cerca de $1’000,000 de dólares, números inauditos para el primer álbum de un artista prácticamente desconocido, pero que fueron respaldados por el entonces director del sello, Lenny Waronker, a quien no le importaba cuánto tiempo tomara siempre y cuando lo hiciera bien.
Así como su concepción salió de los cánones de un álbum debut, los planes de marketing comunes para el lanzamiento de un disco no iban de la mano con él. Al final, de esas 56 piezas solo 12 fueron incluidas en Rufus Wainwright, de las cuales ninguna fue presentada como sencillo. ¿Por qué elegir unos cuantos temas cuando todos merecían llevarse la gloria?
"April Fools", tercer corte del álbum, fue el único que contó con cierto apoyo gracias a que se grabó un video a cargo de la directora inglesa Sophie Muller, en el que participaron Gwen Stefani, Melissa Auf der Maur y Martha Wainwright, hermana de Rufus; encarnando personajes famosos de diferentes óperas a los que Wainwright trataba de salvar de la muerte.
A pesar de que la recepción del disco fue en su mayoría positiva y que Rolling Stone lo coronó como Mejor Nuevo Artista, las ventas no fueron muy altas. Haber aparecido en un comercial de Gap lo ayudó a repuntar un poco, pero a casi un año de su lanzamiento solo había logrado vender 35,000 copias.
Está de más señalar que no siempre el éxito comercial va de la mano con la calidad del disco. En este caso, Rufus Wainwright no fue nominado al Grammy ni mucho menos, pero ganó un sinnúmero de premios de la comunidad LGBT que reconocían sus esfuerzos por retratar con suma precisión la realidad de una persona homosexual en el mundo del entretenimiento mainstream.
Para este punto, la historia detrás del álbum está más clara. ¿Pero qué hay de la música? Haber contado con el apoyo del multiinstrumentista, cantautor y productor Van Dyke Parks no es poca cosa. Su trabajo es notable en canciones canciones como "Foolish Love" y “Millbrook” gracias a los arreglos, mientras que “Matinee Idol" y "Damned Ladies" sobresalen por el aura de cabaret que las rodea.
¿Mis favoritas? “In My Arms”, en la que destaca la participación de Martha Wainwright en los coros; y “Sally Ann”, cuya dinámica entre hermanos en su momento fue comparada con la de The Everly Brothers.
El estilo de composición y manera de cantar le han valido a Rufus Wainwright comparaciones con Joni Mitchell; lo cierto es que su voz y su estilo al tocar el piano logran transmitir exactamente lo que quiere: amor (romántico y destructivo), fantasía y deseo.
En un mundo ideal, el talento de Wainwright debería ser suficiente llenar arenas, pero se conforma con íntimos recitales en los que logra conectar de manera única con la audiencia. Quienes tuvieron la oportunidad de verlo hace cinco años en el Auditorio Blackberry saben de lo que estoy hablando.
Muchas cosas han pasado desde aquel mayo de 1998: Durante el 2000 atravesó una etapa surrealista mientras era adicto al crystal meth, de la que se recuperó años después; se casó con Jörn Weisbrodt y tuvo una hija con una de sus mejores amigas de la infancia, Lorca Cohen; hija de Leonard Cohen.
En cuanto a su carrera, su segundo disco, Poses; fue aclamado por la crítica, pero no tuvo el éxito comercial que se esperaba. Continuó haciendo música y lanzando discos, pero fue hasta el 2007 que comenzó a escribir su primera ópera, Prima Donna, camino que decidió tomar desde entonces.
Aparentemente, nadie estaba preparado para la genialidad de Rufus Wainwright. Por eso, tras intentarlo y fallar en alcanzar reconocimiento, decidió dedicarse a algo que llenara su espíritu, más que su cartera. Desde hace años, la ópera ha sido la vida de Wainwright y aunque probablemente nunca lo volvamos a escuchar en el radio, sabemos que sus canciones estarán ahí siempre que necesitemos recurrir a ellas.