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Don Jamieson de That Metal Show acaba de publicar en su cuenta de Twitter: “Not enough middle fingers for 2020”, Steve Vai, Yngwie Malmsteen, John Petrucci, auténticos titanes de las 6 cuerdas rinden pleitesía, Tony Iommi, el gran demonio, extiende su simpatía por el ícono ahora inmortal, Mike McCready lo señala como el Mozart de la guitarra, otro día triste que se agrega a la cuenta de un calendario fatídico, donde un virus nos mantiene en casa, pero la música nos salva de la locura y la tristeza.
Después de saber la noticia salí al patio de mi casa y casi pude escuchar “Eruption” emanando de las nubes mientras Eddie Van Halen hace esas muecas en el rostro que tanto lo caracterizaban, como si el squealing de su guitarra estuviera a punto de reventar sus propios tímpanos. Guitar hero y referencia desde la infancia, “Panama” como primer acercamiento, “Hot for Teacher” como descarga de adrenalina, “Can’t stop loving you” como ejemplo de que hasta el más rudo tiene corazón, “Runnin’ With the Devil” para sentirte un verdadero bad ass, por eso Corey Taylor lo admiraba y Slipknot hace sonar esa canción cada vez que salen a tocar.
Cuentan las leyendas, esas historias del rock que encantan y te hacen querer escarbar cada vez más en los escombros de los libros y los artículos, que Eddie recibió un pago de 12 cervezas por la maquila de “Beat It”, uno de los temas más icónicos del rey del pop, y que esos golpes en la puerta que se escuchan poco antes del infalible solo de guitarra fueron del mismo Michael Jackson, o tal vez de Quincy Jones, o reclamos del estudio de al lado ante el alto volumen con el que se estaba trabajando.
Esos mitos y sus partícipes fundan a los inmortales, y es por eso que hoy los perfiles de varios medios musicales, específicamente del rock, están adornando sus perfiles con los colores característicos de las guitarras de Eddie, el maestro del finger tapping, el amo de de los riffs complejos, tan distante de la debilidad y tan cercano a la energía absoluta. Maestro esencial para todos aquellos que deciden tomar el difícil camino de las seis cuerdas que luego se oxidan ante la incapacidad, el aburrimiento o el olvido.
Con “Jump”, Van Halen se clavó desde en mi infancia e inconsciente musical gracias a que sonaba en todas partes: en el local de comida corrida de mi tío, en el coche de mi primo cuando iba a recogerme a la escuela, y subsecuentemente, y ahora seguirá sonando en Universal Stereo pero con un ánimo diferente, y nos hará pensar en otro ícono que hemos perdido, otro ser humano que perdió la batalla contra el cáncer, otro ser supremo que en un escenario desató su grandeza, y en sus canciones nos deja una gran inspiración y guía.
Quiero imaginar que en ese mismo cielo, o tal vez en el infierno, en este preciso momento, Dimebag Darrell devuelve a su dueño la guitarra que reposa en su tumba, misma que Eddie dio a su familia en su funeral, la misma que podemos ver en la contraportada del disco Van Halen II, el instrumento que de manos de el ídolo fue un reconocimiento a su labor. De esas cosas supremas que solo puede fundar la música, esas historias que seguiremos contando, esos mitos que convierten a los músicos que se van en seres mitológicos, insuperables, inmortales.
“Jamie's Cryin'”, y nosotros también por desamor, incertidumbre o desahogo, y el mundo de la música llora de nuevo por otro de esos genios que ahora reposa en un altar. A partir de hoy las nuevas generaciones tendrán otro rockstar al cual emular, y los que quedamos en el plano terrenal, seguiremos teniendo la música que tanto nos inspira y ayuda a vivir.