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Al final nada importa, puede que termines siendo una estadística, un caso sin resolver o una nota en TMZ. Lo verdaderamente importante es haber dejado un legado musical tal que hará que la gente te recuerde cada vez que pone play, o que canta en una fiesta, o que replica tus dotes vocales en un videojuego.
Al final la macabra coincidencia te pondrá a pensar: ¿por qué justo el día del cumpleaños de Chris Cornell?, ¿por qué después de leer por parte de Pearl Jam un entrañable mensaje después de la muerte de un compañero y amigo vuelve a nosotros ese sentimiento de pérdida?, ¿por qué a partir de ahora su obra será apreciada de modo diferente?.
Un amigo mencionó en Twitter que aquellos que hacían caso omiso al nu metal ahora le darán su lugar privilegiado, una amiga refuta a aquellos que dirán “ahora resulta que todos son fans de Linkin Park”, diciendo correctamente: “hay una generación entera que por lo menos conoce una canción de ellos”. Y es verdad.
Viene a mi mente alguna fiesta con amigos cantando “In The End” al unísono, nuestro fallido intento de rapear como Mike Shinoda, pero enaltecer nuestras gargantas con el tono de Chester Bennington era algo gratificante, una catarsis absoluta a la par de su lírica que por varias razones coincidían con algún malestar, un rompimiento, una ausencia, o el simple placer de disfrutar un momento etílico rodeado de los camaradas que te curtieron musicalmente.
Lo vi vivo y radiante por primera vez en el Foro Sol, la última vez en la Arena Ciudad de México, los primeros discos como absolutos perfectos, después perderles un poco el paso y escuchar sus sencillos, enterarme de las disputas contra aquellos que les reclamaron su giro musical, la experimentación que no los llevo al ocaso, sino a redescubrirse.
Al final nada más importa que lo que dejó Chester Bennington: la energía escénica, el estilo vocal, los gritos en un adolescente reprimido que en su habitación frente al espejo con un cepillo a modo de micrófono emulaba su actuar relatando su furia: “Everything you say to me takes me one step closer to the edge and i'm about to break”.
Una generación que colgó sus chamarras Adidas e hizo al lado sus tenis para andar en patineta, para darle paso a algo más formal por aquello del ambiente laboral, hoy regresará a casa a buscar sus discos compactos de Linkin Park, verá en YouTube aquellos videos por los que esperaba todo el día frente al televisor, reproducirá esas canciones que los introdujeron al rap core, al metal, qué se yo, porque esta banda fue el inicio para muchos que hoy contarán anécdotas o recordarán pasados días en la escuela.
Al final nada más importa que apreciar a los que nos quedan, porque nunca sabemos lo que en verdad los aflige, y agradecerles por la forma en la que nos ayudan a superar con su música por lo que nosotros pasamos.