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“Sábado 8 a 10 a media calle
bailando rockanroll no hay quien nos pare.
Somos los mejores, los que bailamos más chido.
Háblale a tu mamá, dile que no te voy a llevar.
Háblale al celular, dile que te vas a quedar”.
-Pinches Mariguanos
“El Montoya” llegó como a la mitad del curso de quinto año de la primaria Manuel Cervantes con la reputación de haber sido expulsado de su anterior escuela, recuerdo que se sentó a mi lado hasta la última hilera del salón en un pupitre para zurdos, no tardó ni un día en dejar su marca en la madera tallando con una pluma.
Los primeros días era callado, nunca ponía atención, y de repente le daba por cantar el coro de una canción que hasta ese momento yo no conocía: “Hipócrita” de Mara. Me acuerdo que me decía “güero” antes de pedirme un lápiz o señalar a alguien antes de lanzarle una bola de papel. En el convivio del día del niño, cuando podíamos llevar “ropa de calle”, él llevaba unos guantes negros de piel tipo motociclista, gafas oscuras y jeans rotos, y sus casettes de Banda Bostik, Tex Tex y El Lira n’ Roll.
Ya después en la secundaria, la voz de Charlie Monttana regresó a mi memoria gracias a el disco Suicida de Vago, específicamente la rola de “Tu mamá no me quiere”, mismo material que musicalizaba las retas en la cuadra, y mientras aquellos que nos entrenaban para el fútbol llanero echaban la caguama, los más morros tratábamos de hacer dominadas. Un domingo que nos tocó jugar coincidió con un toquín en el Deportivo G3 por los rumbos de la colonia Cristo Rey. Nuestros entrenadores pagaron la entrada, no recuerdo exactamente la alineación, era de esas comunes que se anunciaban con pintas en bardas y en posters en los postes de luz, e incluía bandas de punk a la par de los esenciales del rock urbano.
Pero sí recuerdo que Charlie Monttana en el escenario dio un mensaje escatológico y bizarro que nunca se me va a olvidar: "cuando vayan al baño levanten la tapa porque también lo usan las morras, no sean pinches puercos". Reflejo perfecto de su personalidad desfachatada, neta y del barrio.
Muchos años después trabajando en el festival Vive Latino me tocó verlo muchas veces dando el rol por la zona de Paddock siempre con una gran actitud, tomándose fotos, brindando, y entregando todo cada vez que se subía al escenario, en efecto, él era la bandota. El novio de México era también voz de la urbanidad, una de esas gargantas aptas para beber Jack Daniels, cantar y berrear, otro de esos íconos que desafortunadamente tenemos que ver desvanecerse, pero cuyo legado, más allá de los carteles y su nombre en las bardas de terrenos baldíos que después fueron pintadas con cal para dar paso a un nuevo anuncio, quedará permanente en la memoria de la música de la calle, de Neza, y del país entero.
Ilustradores, managers, productores, músicos, periodistas, subiendo sus fotos y compartiendo sus recuerdos, retwitteando sus frases, brindando en su honor en época de pandemia y falta de cerveza. Homenajes sobran, significan y dignifican independientemente de que escribas mal su nombre. El vaquero rocanrolero ha echado su último tiro al aire, la pura milpa real ahora será eterna, y aunque también le cantaba a la eterna soledad, siempre estuvo bien acompañado por toda la banda que hoy más que llorarle, le suben al estéreo o al teléfono mientras suenan sus rolas: Las cosas que vivimos tú y yo ahora ya no tienen solución, te fuiste para ya nunca volver.