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La agrupación tuvo su primera encarnación de blues y psicodelia con el guitarrista Peter Green, el baterista Mick Fleetwood y el bajista John McVie. La inestabilidad de Green por el LSD y los crecientes choques musicales darían como resultado una reinvención de la banda, al quedar únicamente Fleetwood, McVie y la esposa de este último, Christine, recién integrada. La enigmática guitarra de Lindsey Buckingham y la inigualable presencia vocal casi pagana de su entonces novia, Stevie Nicks, sellaron el trato para renacer y consolidar de una vez por todas a Fleetwood Mac.
Tras tours interminables de su último disco, bautizado homónimamente para este nuevo capítulo, la banda se encontraba en una situación envidiable en el término profesional, pero deplorable en sus relaciones interpersonales. Buckingham y Nicks peleaban y regresaban todo el tiempo. Los McVie empezaron a divorciarse. La esposa de Fleetwood había tenido una aventura con su mejor amigo. Y la presión de la disquera por seguir sacando material nuevo los atosigaba demasiado como para apartar tiempo y poner en orden estos asuntos. La única ventaja perceptible de todo ese tumulto fueron las composiciones inspiradas por tantos dimes, diretes, conflictos, deseos y resignaciones que darían como resultado el bautizar a su nuevo disco Rumours.
Los cinco tomaron los prácticamente aislados estudios Record Plant en Sausalito, California, un recinto cubierto casi en su totalidad de madera, sin ventanas o mucho contacto con el mundo exterior. Las mujeres decidieron quedarse en unas residencias cerca de los muelles, mientras que la parte masculina se alojó cerca del estudio. La practicidad y acústica del estudio, junto con un presupuesto abierto por parte de la disquera, dieron rienda suelta a un sinfín de experimentos con micrófonos, instrumentos y setups. Pero también permitió suministros considerables de cocaína, alcohol y fiestas que duraban hasta el amanecer.
En medio de todo este bacanal de excesos, radica el disco. Una vez que el grupo sacaba todo de su sistema y quedaban completamente sobrios, era el momento de la terapia real. La primera mano alzada es la de Buckingham, quien admite abiertamente ser reemplazado sentimentalmente en la vida de Nicks con “Second Hand News”, acompañado por filosos riffs y los ritmos galopantes de Fleetwood. Nicks le contesta con una agridulce despedida llena de posible esperanza en la preciosa “Dreams”, en donde lo catastrófico siempre viene antes de la calma.
Buckingham vuelve a tomar la palabra para dirigir su reproche ante un desliz con otra mujer en “Never Going Back Again” y Christine entra para empezar a mediar las cosas con optimismo un tanto siniestro en “Don’t Stop”, que solo cuenta con la armonía de Buckingham para coincidir con ella. El guitarrista parece haber dado por sentado la disolución del fuerte vínculo emocional que lo unió con Nicks durante mucho tiempo, pero la cantautora no se quedará de brazos cruzados. Lejos de intervenir o detener estas trifulcas, la parte rítmica de Fleetwood y McVie parece también encontrar puntos en común con la telenovela de sus vocalistas con contundente percusión y líneas de bajo tan creativas como melancólicas.
La proeza musical de Buckingham es abrumadora desde el inicio del disco, al igual que su ingenio y capacidad de lastimar. Esto llega a un clímax en “Go Your Own Way”, en donde la furia es palpable en su voz a medio quebrar durante el coro y en el estridente rasgueo de su instrumento al final. Aquí es donde Christine decide que ha tenido suficiente de estas riñas y se aísla para entonar un desgarrador poema, “Songbird”. El aislamiento es tan metafórico como literal, ya que lo grabó casi en solitario en un auditorio vacío, acompañada por un piano, un ramo de flores, 15 micrófonos en todo el foro y la guitarra de Buckingham.
Para este punto, la apertura de los vocalistas también inspira a que Fleetwood y McVie saquen sus propios dramas lírica y musicalmente. Es momento de que los cinco se confronten entre sí y a sí mismos en la pieza central del álbum, “The Chain”. Durante la deslumbrante armonía triple de los vocalistas, uno puede incluso sentir cómo se maldicen uno al otro frente al micrófono. Para el desenlace de la canción, McVie suelta una letal línea de bajo que parece querer dejar sin cabeza a sus compañeros de banda y Fleetwood, su eterno aliado, lo cubre con baterías que llegan corriendo para desmenuzar. Las chicas y Buckingham dan una pelea espectacular, para culminar en una paradoja interesante: podremos despedazarnos, pero nunca nos haremos daño. Así es la cadena que los une.
Christine también tiene otras cosas que sacar de su corazón, como su reciente enamoramiento con el director de iluminación en los conciertos de la banda. Este emocionante e incierto idilio es relatado en “You Make Loving Fun”. El ego de Buckingham vuelve a asomarse para cuestionar por qué el amor lo sigue eludiendo, pero sin querer realmente saber la respuesta en “I Don’t Wanna Know”. Es casi hipócrita querer llegar a esos pensamientos cuando él - y el resto de sus compañeros de banda - son los propios arquitectos y responsables de sus propias desdichas, pero es justamente uno de los mensajes clave del material: ¿puedo amar o soy capaz de recibirlo cuando yo mismo lo desecho?
Evidentemente Fleetwood, el hombre más grande en físico y emociones, lo logra, al poder reconciliarse con su mujer casi al final de las grabaciones. Christine celebra el momento con “Oh Daddy”, un afectuoso tema con buenos deseos para “Big Daddy”, apodo que recibió Fleetwood por parte de la banda por su altura y capacidad de mantenerlos a todos en orden.
Parece ser que todos han dejado a sus demonios en la mesa, pero Nicks aún tiene un as bajo la manga. Como aquella bomba que se detona al final de la película, Nicks, sirena tentadora y vulnerable a la vez, abraza por completo sus adicciones y nueva libertad en “Gold Dust Woman”. Sin existir un final feliz, el disco deja en su conclusión algo siniestro y perturbador. Como cuando al entrar en alguna relación y sabes que, indudablemente, los fantasmas volverán a salir.
En su momento, Rumours fue alabado ampliamente por la crítica por su innovación musical y lo crudo de sus letras, pero durante muchos años, el drama tras bambalinas a veces opacaba la música, incluso permitiendo un morbo inescapable durante los siguientes años en la carrera de la banda.
A 45 años de su lanzamiento, se trata de un trabajo de calidad monumental que se sostiene por sí mismo, libre de cualquier contexto. Ha vendido más de 45 millones de copias y su desmenuce de las relaciones a corazón abierto sentó las bases para futuros trabajos como Shoot Out the Lights de Richard & Linda Thompson; The Boatman’s Call de Nick Cave; Sea Change de Beck y Melodrama de Lorde, por mencionar algunos. Rumours no solamente consolidó a Fleetwood Mac como una de las bandas pop más grandes del mundo, sino que también nos enseñó a encontrar la catarsis musical celebrando una ruptura, no solo lamentándola.