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Out in the madness, the all seeing eye,
flickers above us, to light up the sky,
"Remember Tomorrow".
13 días son suficientes para grabar un disco debut, 40 años para reafirmar un legado perpetuo. Desde el primer esbozo del riff de “Prowler” se puede distinguir la influencia permanente, si escuchas con atención, puede que te recuerde a “Between Angels and Insects”, tema esencial de un disco que figuró entre la era del nu-metal: Infest de Papa Roach. Casi puedes imaginar a Jerry Horton, guitarrista de la banda, sentado al filo de su cama aprendiendo a tocar su instrumento, posters de sus bandas favoritas en la pared, y un disco de Iron Maiden incendiando su inventiva. Es en esas obras que influyen y te enganchan desde muy joven donde radica la inmortalidad de la creatividad.
Siguiendo con el primer tema del primer disco de la doncella de hierro, se puede notar la clara fusión del punk y las evoluciones de guitarra que eventualmente darían forma a la obra musical de la banda, y esencialmente, a la nueva ola del heavy metal británico que eventualmente dominaría al mundo. Steve Harris ascendiendo como gran mariscal, alzando la espada, llevando con el ritmo del bajo a la caballería para el comienzo de la batalla. Paul Di’Anno como voz principal, Dave Murray y Dennis Stratton enmarañando los telares en las cuerdas de metal, entre arpegios oníricos y solos despiadados, Clive Burr imponiendo la cadencia discreta pero poderosa en los tambores batientes.
“Remember Tomorrow” como la calma que precede a una tormenta, el destino convertiría a “Running Free” en el canto bélico de la armada fiel que aumentaría con los años, “Phantom of the Opera” como primera muestra de lo épico que puede llegar a resultar un tema que habla de una historia conocida, la interpretación propia de Erik y su vida espectral, lo que se esconde tras la capa y la máscara: “Your looks and your feelings are just the remains of your past”. Y en lo instrumental, una auténtica sinfonía infernal llena de cambios de ritmo, riffs, solos sincronizados, como realizar el soundtrack de una película imaginaria donde casi puedes percibir el relato de forma distinta a una novela.
Este ánimo infalible de grandeza musical y de ejecución, como podemos también apreciar en el tema “Transylvania”, fue lo que diferenció a Maiden de bandas como Def Leppard, que en aquel tiempo también ascendía en el circuito de clubes de Reino Unido con un ánimo quizá más comercial, e imponía una clara diferencia con Motörhead, quienes con un poco más de bagaje y fieles a su condición underground seguían estableciendo los pilares del castillo maldito del heavy metal.
“Charlotte the Harlot” y el génesis de hilvanar historias ficticias que eventualmente se convertirían en clásicos, y cual final perfecto, el tema que da nombre al disco, a la banda, al legado inmortal. Hay un trecho de 4 décadas entre la pesada labor de cargar los amplificadores e instrumentos, colocarlos en el suelo sucio de un pub, tocar con pasión y que tal vez la gente no entendiera qué estaba pasando. Después los lugares más grandes, las disputas, los contratos, los tours, primero abriendo a Kiss, luego surcando camino propio como headliners hasta la fecha, de la primera camioneta al avión propio: Ed Force One, discos, documentales y homenajes después, el eterno acero de Iron Maiden sigue cortando nuestras gargantas al compás de su frase inmortal: “Oh well, wherever, wherever you are, Iron Maiden's gonna get you, no matter how far”.
Y en efecto, aún así hayas crecido en Mumbai, Vacaville California, o en el barrio de Puerta Grande, y los hayas encontrado gracias a un vecino y su huacal lleno de vinilos, y desde aquel primer vistazo a la creación maldita de Derek Riggs y sus evoluciones portada tras portada, Eddie the Head no resultaba ser una pesadilla, más bien el sueño que figuraba aquella música catártica que tanto necesitabas en un mundo dominado por el pop. De alguna forma Iron Maiden te atrapó, incluso aunque no estuvieras con ellos desde el principio.