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Cuando existe talento innato, éste fluye sin importar las circunstancias, desborda aún en escenarios adversos e irradia como si de una pieza de oro en medio de una pila de carbón se tratara. Esto presenta The Police en su quinta y última producción, una serie de melodías creadas bajo tensión, fragmentadas entre sí, pero de una genialidad insuperable.
Sting y compañía lograron uno de los discos más gustados de la época, pero ¿es casualidad que, pese a los problemas personales de cada integrante, consiguieran entregar una obra ampliamente reconocida? El título mismo, inspirado en la teoría de la sincronicidad de Jung, afirma que ningún acontecimiento es un hecho accidental.
Lanzado el 17 de junio de 1983, Synchronicity llega en el ápice de la carrera de The Police y entre el positivo aclamo tanto de la crítica, como del público en general. Se trata de un último esfuerzo que les consolidó en el mapa de artistas de gran calado del siglo anterior.
Dicho álbum tuvo cuatro sencillos totalmente elogiados: “Every Breath You Take”, “King of Pain”, “Wrapped Around Your Finger” y “Synchronicity II”, todos sonando en direcciones diferentes debido a que, para reducir la naturaleza beligerante entre los miembros de la banda y por iniciativa de su productor, Hugh Padgham, cada uno grabó en estudios y momentos diferentes.
Esta producción resulta ser la más extraña del conjunto, pues combina la suma de tres virtuosos actos por separado y en la cual, el alma de la banda está ausente, presagio quizá de su subsecuente disolución. Incluso algunos tracks suenan ajenos a su estilo, ejemplo de ello es “Mother” así como la polémica “Every Breath You Take”. En una primera impresión, podría imaginarse que se trata de un compilado de distintos momentos de una agrupación de largo recorrido profesional.
Además, abandonan casi por completo la influencia reggae que marcó fuertemente trabajos anteriores, aun con todo ello, se trata del álbum más focalizado e innovador del trío londinense. Es probablemente un esfuerzo por no hacer más de lo mismo y en cuya experimentación, cada integrante fue marcando su camino musical fuera de la agrupación.
Muestra de ello es la multiplicidad de géneros y estilos que llevan al escucha a una diversa exposición de la íntegra calidad compositiva de Sting, Stewart Copeland y Andy Summers. El disco comienza duro, con una pista enérgica, pasa por ritmos selváticos, caóticos y vigorosos, sólo para aterrizar entre cinco canciones, que, a modo de baladas, cierran lenta y prematuramente la historia del grupo.
Con temas que ahondan en el psicoanálisis, la ecología, conflictos globales y hasta lo problemático de las relaciones interpersonales, The Police dejó huella en el mundo de la música con una última grabación que coronó una trayectoria fugaz, pero prolífica. Se trata de una muestra de que aún en el desencuentro y la adversidad, la virtud destaca e impone.