Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Hasta la actualización más reciente el oganesón es el elemento más pesado que aparece en la tabla periódica. Sí, ese instrumento que a muchos provocó severos dolores de cabeza durante las clases de Química en la secundaria. Pero si en lugar de nombres extraños estuviera conformado por bandas de rock, ¿quién ocuparía ese nombramiento? Aunque existen muchas posibles respuestas la más sensata tiene seis letras y se pronuncia Slayer.
Durante el Siglo 20 existen momentos en la historia de la música que han quedado marcados para siempre. Desde el sexual movimiento de caderas de Elvis Presley que escandalizó a la generación de los baby boomers hasta ver a Jimi Hendrix incendiar su guitarra y consagrarse como el nuevo integrante del olimpo. Pero nada de eso se compara con el surgimiento de un cuarteto que llevó al metal a su punto más alto.
Desde finales de los sesenta hubo agrupaciones como Black Sabbath y Blue Cheer que pusieron a prueba la capacidad de sus amplificadores. Como si se tratara de una escena de Spinal Tap le subían al 11 al volumen. Se puede escuchar bien o mal pero lo importante es reventar tímpanos. Pero todo eso apenas fue el comienzo para que en 1981 surgiera un proyecto que le dio un nuevo significado a la palabra poder.
La soleada California fue perfecta para que Jeff Hanneman, Kerry King, Dave Lombardo y Tom Araya iniciaran una banda de metal como otras tantas de la época. Todos eran adolescentes maravillados por los conciertos de Iron Maiden y Kiss pero buscaban hacer algo menos teatral y más brutal.
Ya con el nombre de Slayer comenzó una carrera en la que tuvieron como compañeros de generación a Metallica, Megadeth y Anthrax. Juntos representan los Cuatro Jinetes del Apocalipsis y ayudaron a consolidar un sonido sucio y a máxima velocidad que muy pronto fue bautizado como thrash metal.
Aunque fue el 7 de octubre de 1986 cuando el mundo pudo escuchar el que tal vez sea el álbum más pesado hasta ese entonces grabado. Es de los pocos que se le puede poner del tú a tú a Motörhead y salir victorioso. Con un título como Reign in Blood y una portada que recuerda el trabajo de Caravaggio pero en versión sanguinaria es claro que no se podían esperar baladas románticas ni música disco.
Así como Roger Daltrey inmortalizó su eufórico grito en “Won't Get Fooled Again” de The Who y Robert Plant se convirtió en un apache inglés con “Immigrant Song” de Led Zeppelin, aquí ocurre algo similar desde el primer minuto. El juego de guitarras y la batería se encargan de dar la bienvenida a la masacre pero es el agudo aullido de Araya el responsable de que “Angel of Death” sea considerada una de las mejores canciones de metal de la historia. Su voz es el rayo que destruye todo lo que se encuentra a su paso y no se detiene ante nada ni nadie.
En ocasiones la primera canción de un disco es la más poderosa para captar la atención del escucha y después las siguientes decaen en intensidad. Aquí nada de eso ocurre porque las 12 que conforman el LP son igual de poderosas y jamás hay momentos flojos ni débiles porque son 34 minutos de pura destrucción.
Mientras que “Necrophobic”, “Jesus Saves” y “Epidemic” (título muy poco apropiado en la actualidad) también destacan por sus fuertes críticas a la religión y hablar de temas tabú para las mentes conservadoras. Aunque en realidad toda su discografía ha estado marcada por este tipo de letras en sus canciones. Una canción de Slayer sin sangre y doble bombo es como un taco sin grasa: no sabe igual.
Por otra parte, uno de los grandes responsables de haber conseguido un sonido tan brutal pero al mismo tiempo tan bien cohesionado fue Rick Rubin. Es cierto que la mezcla es deficiente porque el bajo jamás se escucha pero en el resultado final eso es irrelevante. En ese entonces apenas era un productor amateur que más tarde estaría detrás de obras fundamentales de Beastie Boys, Red Hot Chili Peppers y Johnny Cash.
A pesar de la distancia el álbum mantiene su poder y no es casualidad que aparezca en los primeros lugares de las listas de los mejores discos de metal de la historia. No solo se trata del sonido sino de la congruencia que el cuarteto mantuvo durante toda su carrera. Aunque hubo algunos descalabros jamás llegaron al punto de causar pena ajena como muchos de sus compañeros de generación. Mientras tanto, lo único que resta es subir el volumen al máximo y sacudir el cráneo como si no existiera el futuro.