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La vida es una repetición constante que podría ser una canción de shoegaze. En ocasiones tiene un ritmo acelerado y en otras parece no avanzar. Mientras que a veces muestra un lindo rostro, al siguiente instante se puede convertir en una temible pesadilla. En tanto que dentro del ámbito musical la principal característica es el volumen. No se debe escatimar ni importa que se revienten los amplificadores porque mientras más elevado, mejor.
Ahora se encuentra en boga el dream pop y el rock distorsionado pero no siempre fue así. Fue necesaria la aportación de músicos que se alejaron de todo lo que se encontraba a su alrededor para buscar una identidad propia. Dentro de la lista se encuentran los hermanos Jim y William Reid, creadores de una de las bandas más representativas de este estilo caracterizado por las voces inaudibles.
Ambos escoceses, vivieron su adolescencia durante el esplendor del punk. Lo que tomaron del género fue que no era necesario ser un virtuoso para crear música sino tener actitud y perseverancia. Sus máximos ejemplos a seguir fueron The Stooges y Ramones. Al mismo tiempo, tomaron la influencia de The Velvet Underground para interpretar piezas con una voz adormilada y basadas en el ruido, además de cierta afinidad por las drogas duras.
Con una instrumentación básica y ya con el nombre de The Jesus And Mary Chain, la dupla inició una serie de presentaciones en todos los foros locales. De inmediato la banda obtuvo reconocimiento por su sonido y ejecución. Ambas guitarras se arropaban de la distorsión y todos los pedales de efectos a su alcance para crear atmósferas misteriosas. Mientras que por lo regular los conciertos llegaban a tener una duración máxima de 20 minutos y en ocasiones los músicos tocaban de espaldas al público. El espíritu era punk pero detrás se encontraba un nuevo estilo que estaba por surgir.
Fue el 18 de noviembre de 1985 cuando vio la luz el álbum debut del combo, aunque de forma irónica está lleno de oscuridad. Un total de 14 piezas en donde no hay lugar para la tranquilidad ni la relajación. Las bocinas escupen distorsión en cada nota. Todo es caos bien ordenado, aunque parezca una contradicción.
De forma complementaria a la pareja fundadora, el entonces adolescente y futuro cineasta Douglas Hart se encargó del bajo. Su estilo basado en el minimalismo y la furia provocó que en muchas ocasiones tocara con apenas dos cuerdas. “Son todas las que ocupo así que no necesito más”, diría a la prensa.
Mientras que poco antes de la grabación del material se uniría como baterista Bobby Gillespie, cantante y líder de Primal Scream, quien fue uno de los primeros fanáticos famosos que tuvo The Jesus And Mary Chain. Su estancia fue mínima pero suficiente para grabar algunas de las composiciones más emblemáticas del cuarteto.
Como bienvenida, el primer tema que suena en Psychocandy es “Just Like Honey" y de inmediato se convirtió en un éxito dentro de la música independiente. El sonido robótico recuerda a lo hecho antes por Kraftwerk pero ahora con la instrumentación básica del rock. Es psicodelia interpretada de una forma poco convencional pero que se convertiría en la nueva pauta a seguir.
La canción adquiriría un segundo aire años después cuando Sofia Coppola la eligió para sonar en la escena final de Lost in Translation (2003). En el momento en que se despiden los personajes de Bill Murray y Scarlett Johansson se escuchan las notas de este misterioso canto al amor. No hubiera existido una mejor manera para concluir el filme.
A su vez, el LP también destaca por su energía y uno de los mejores ejemplos es “Never Understand" con una energética batería que contrasta con unos amigables coros que hacen recordar lo hecho por The Beach Boys. Mientras que “The Living End" muestra a las distorsionadas guitarras en primer plano y deja en el fondo las voces. Algo que parece tan simple ha creado una escuela musical de la que han egresado desde Slowdive y Los Planetas hasta Lorelle Meets The Obsolete y Triángulo de Amor Bizarro.
El disco marcó el inicio de una prolífica discografía que se vería interrumpida por una abrupta separación. Mientras las voces son fantasmales, el verdadero mensaje es transmitido por el resto de los instrumentos. No importa el qué sino el cómo y The Jesus And Mary Chain siempre lo ejemplificó con el volumen y la distorsión a tope.